Recuerdos dolorosos no pueden cegarnos del mensaje del Evangelio, dice obispo en homilía para 9/11

September 11, 2020 at 9:33 p.m.
Recuerdos dolorosos no pueden cegarnos del mensaje del Evangelio, dice obispo en homilía para 9/11
Recuerdos dolorosos no pueden cegarnos del mensaje del Evangelio, dice obispo en homilía para 9/11

El reverendísimo David M. O'Connell, C.M.

El obispo David M. O’Connell, C.M., es el homilista para la Misa del 11 de septiembre en la Parroquia Santa María, Madre de Dios, Middletown – parte de un evento (en vehículos) de tres días para avivar la fe titulado, "Dios, País, Familia" patrocinado en el estacionamiento de la parroquia. Lo que sigue es la homilía del obispo O'Connell para el 11 de septiembre: 

La mayoría de nosotros esta tarde recordamos tiempos cuando 9 y 11 eran nada más que números. Esos tiempos se acabaron abruptamente en la mañana del 11 de septiembre de 2001. Fue un martes. Nuestro país vivió el ataque más mortífero de su historia. Se vincularon los números 9 y 11 por siempre en la fecha que todo el mundo reconoce simplemente como “9/11”. Es difícil creer que esta tragedia ocurriera hace 19 años hoy. El tiempo ha pasado – el tiempo siempre pasa. Pero los recuerdos dolorosos de las 2,977 personas que perdieron la vida y las otras 25,000 que fueron heridas nunca estarán borradas dado que todos que las conocían, amaban, extrañan y recuerdan – pues, dado que nosotros las recordemos. Eran nuestros padres y madres; hermanas y hermanos; familiares, amigos, vecinos, colegas del trabajo, feligreses aquí en la Parroquia María, Madre de Dios. Para nosotros, “9/11” se ha convertido en un día santo y unirnos en la oración esta noche es muy apropiado.

Nuestro Evangelio según San Lucas esta noche nos ofrece unas preguntas muy provocantes: ¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? Es fácil entender estas preguntas y contestarlas. Pero, como captamos de las parábolas de Jesús, suele haber algo más profundo que lo que pensemos al principio.

En el Evangelio de San Lucas, Jesús acaba de predicar el “sermón del monte” después de llevar a sus 12 discípulos a la montaña a rezar con él. Bajan del monte y se encuentran con una muchedumbre, que espera escuchar a Jesús, ser sanados y curados por él, solo tocarlo porque tenía fama de tener poder.

El punto de su primera pregunta es lo siguiente: tenemos que estar muy atentos a QUIENES escogemos para seguir. El punto de la segunda pregunta depende de la primera: tenemos que estar muy atentos A DONDE lideran y A DONDE lo seguimos.

Los terroristas que llevaron a cabo los ataques de 9/11 fueron unos malvados con corazones llenos de odio y destrucción. Eso es quienes eran. ¡Guías ciegos! Y el camino que ofrecieron a su pueblo perdido – sus seguidores ciegos, quienes creían en ellos y sus mentiras – era un camino del odio y destrucción. Dieron a sus seguidores no la voluntad de Dios sino una vista del infierno: es ahí donde llevaron a sus seguidores y ellos los siguieron ahí sin cuestionar. Odiaban este país; nos detestaban por nuestras libertades, valores, fe y por las oportunidades que todas estas cosas nos proveen. Lograron el titulo de ser “terroristas” por el terror ciego que era la única cosa que tenían para ofrecer, terror que salía de quienes eran y lo que creían. Tristemente, tan tristemente, por nuestras familias y amigos inocentes – quienes, por casualidad, abordaron un avión rumbo a California o fueron a trabajar ese día en Nueva York, Washington o Shanksville – ellos tumbaron a los inocentes juntos a los ciegos y culpables a hoyos de destrucción que habían hecho.

Para los de nosotros que vieron de primera mano y sobrevivieron aquel día fatídico, el 9/11 de hace 19 años, nuestra memoria nacional, parroquial, y personal endurece. Aunque las memorias sigan siendo dolorosas, no nos ciegan ante el mensaje del Evangelio del Señor Jesús y su luz que únicamente puede iluminar toda oscuridad, el confort que únicamente su amor trae, la esperanza que únicamente él puede ofrecer, su verdad que únicamente quita las espinillas de cada ojo.

Mis hermanas y hermanos, en medio de cualquier circunstancia en la cual nos encontramos el día de hoy, en nuestros desafíos y sufrimientos, en nuestras libertades y alegrías, con los ojos y la visión más claros para el futuro, hagamos todo lo posible para seguirle al Señor Jesús. Y con la intercesión de su santa Madre, nuestra patrona, y como San Pablo nos urge en su Primera Carta a los Corintios esta noche, hagamos todo lo posible “por el Evangelio, para participar [nosotros] también de sus bienes”. Amén.


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La mayoría de nosotros esta tarde recordamos tiempos cuando 9 y 11 eran nada más que números. Esos tiempos se acabaron abruptamente en la mañana del 11 de septiembre de 2001. Fue un martes. Nuestro país vivió el ataque más mortífero de su historia. Se vincularon los números 9 y 11 por siempre en la fecha que todo el mundo reconoce simplemente como “9/11”. Es difícil creer que esta tragedia ocurriera hace 19 años hoy. El tiempo ha pasado – el tiempo siempre pasa. Pero los recuerdos dolorosos de las 2,977 personas que perdieron la vida y las otras 25,000 que fueron heridas nunca estarán borradas dado que todos que las conocían, amaban, extrañan y recuerdan – pues, dado que nosotros las recordemos. Eran nuestros padres y madres; hermanas y hermanos; familiares, amigos, vecinos, colegas del trabajo, feligreses aquí en la Parroquia María, Madre de Dios. Para nosotros, “9/11” se ha convertido en un día santo y unirnos en la oración esta noche es muy apropiado.

Nuestro Evangelio según San Lucas esta noche nos ofrece unas preguntas muy provocantes: ¿Puede acaso un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un hoyo? Es fácil entender estas preguntas y contestarlas. Pero, como captamos de las parábolas de Jesús, suele haber algo más profundo que lo que pensemos al principio.

En el Evangelio de San Lucas, Jesús acaba de predicar el “sermón del monte” después de llevar a sus 12 discípulos a la montaña a rezar con él. Bajan del monte y se encuentran con una muchedumbre, que espera escuchar a Jesús, ser sanados y curados por él, solo tocarlo porque tenía fama de tener poder.

El punto de su primera pregunta es lo siguiente: tenemos que estar muy atentos a QUIENES escogemos para seguir. El punto de la segunda pregunta depende de la primera: tenemos que estar muy atentos A DONDE lideran y A DONDE lo seguimos.

Los terroristas que llevaron a cabo los ataques de 9/11 fueron unos malvados con corazones llenos de odio y destrucción. Eso es quienes eran. ¡Guías ciegos! Y el camino que ofrecieron a su pueblo perdido – sus seguidores ciegos, quienes creían en ellos y sus mentiras – era un camino del odio y destrucción. Dieron a sus seguidores no la voluntad de Dios sino una vista del infierno: es ahí donde llevaron a sus seguidores y ellos los siguieron ahí sin cuestionar. Odiaban este país; nos detestaban por nuestras libertades, valores, fe y por las oportunidades que todas estas cosas nos proveen. Lograron el titulo de ser “terroristas” por el terror ciego que era la única cosa que tenían para ofrecer, terror que salía de quienes eran y lo que creían. Tristemente, tan tristemente, por nuestras familias y amigos inocentes – quienes, por casualidad, abordaron un avión rumbo a California o fueron a trabajar ese día en Nueva York, Washington o Shanksville – ellos tumbaron a los inocentes juntos a los ciegos y culpables a hoyos de destrucción que habían hecho.

Para los de nosotros que vieron de primera mano y sobrevivieron aquel día fatídico, el 9/11 de hace 19 años, nuestra memoria nacional, parroquial, y personal endurece. Aunque las memorias sigan siendo dolorosas, no nos ciegan ante el mensaje del Evangelio del Señor Jesús y su luz que únicamente puede iluminar toda oscuridad, el confort que únicamente su amor trae, la esperanza que únicamente él puede ofrecer, su verdad que únicamente quita las espinillas de cada ojo.

Mis hermanas y hermanos, en medio de cualquier circunstancia en la cual nos encontramos el día de hoy, en nuestros desafíos y sufrimientos, en nuestras libertades y alegrías, con los ojos y la visión más claros para el futuro, hagamos todo lo posible para seguirle al Señor Jesús. Y con la intercesión de su santa Madre, nuestra patrona, y como San Pablo nos urge en su Primera Carta a los Corintios esta noche, hagamos todo lo posible “por el Evangelio, para participar [nosotros] también de sus bienes”. Amén.

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