El sepulcro está vacío... ¡está vivo!
April 11, 2020 at 9:50 p.m.
Jesús de Nazaret vivía la mayoría de su vida en la obscuridad sin fama ni mayor atención. Los Evangelios nos dicen sobre su nacimiento en Belén y, luego, sobre su experiencia en el templo cuando tenía a penas doce años. Aparte de eso, los Evangelios no cuentan mucho sobre el Jesús de Nazaret hasta su visita a Juan Bautista en el Jordán cuando empieza su ministerio público con más o menos 30 años.
Esos años escondidos de la vida de Jesús dejan todo a la imaginación y la especulación. Y esto puede ser verdad sobre Jesús de Nazaret, pero no es verdad sobre el Mesías, el Cristo. Mil años o más de escrituras y tradiciones del Antiguo Testamento mantienen al Mesías frente a la mente y en sus esperanzas y expectativas.
Podemos seguir el desarrollo de estas escrituras y tradiciones esta noche en las lecturas seleccionadas para la Vigilia Pascual: desde la historia de la creación y el llamado de Abram en el Libro de Genesis a la liberación del Pueblo escogido de Dios, Israel, en el Mar Rojo, a través de las profecías de Isaías, Baruc y Ezequiel, la historia de la salvación está mostrado para nosotros, guiándonos hacia el Mesías prometido.
Es el Nuevo Testamento, especialmente a través de las Cartas de San Pablo y los Evangelios, que conectan todo que era planeado y predicho sobre el Mesías con Jesús de Nazaret. Y los eventos de Semana Santa, que hemos recordado y celebrado juntos a través del milagro de la tecnología, lo hace abundantemente claro.
La semana empieza con el Jesús triunfante entra a Jerusalén y sigue con su celebración de la Pascua Judía con los doce Apóstoles. La semana termina con su crucifixión y muerte brutal. La liturgia eclesial de Domingo de Ramos, Jueves Santo y Viernes Santo nos pintan la imagen de manera más dramática y nos llevan al Calvario y al sepulcro de Jesús. Aunque Jesús fuera un “desconocido” durante la mayoría de su vida, ciertamente atrajo bastante atención en sus últimos tres años para levantar las esperanzas del pueblo de que el Mesías había llegado y que ¡Él era el Mesías!
Pero Él ya había muerto, asesinado de la manera más humillante y cruel, destruyendo las esperanzas de sus seguidores que fuera otra cosa que el Mesías. Pero la historia no terminó allá.
El Evangelio según San Mateo nos dice esta noche que cuando las mujeres llegaron al sepulcro donde estaba enterrado Jesús, la piedra quitada; no encontraron su cuerpo ahí; el sepulcro vacío, semejante a las iglesias de nuestra Diócesis esta noche. Tal vez eso es la conexión de fe que podemos hacer sobre el Evangelio de esta noche, la conexión que podemos sentir en el vacío que nos rodea en nuestras comunidades parroquiales de fe como en cualquier otra noche Pascual, separados tal como estamos por esta pandemia mundial. El vacío de nuestra experiencia actual nos subraya el mensaje.
En el vacío del sepulcro que compartimos, reconocemos que “Se ha resucitado tal cómo dijo”, el mensaje de las mujeres predicho por el ángel. Y cuando vieron al Jesús de Nazaret y lo reconocieron que era Jesús el Cristo, el Mesías – que todo que habían dicho y predicho sobre Él se cumplió, y que se hizo verdad. Ellos recordaron las profecías de las Sagradas Escrituras tal como hicimos esta noche; ellos recordaron sus palabras tal como hacemos nosotros esta noche. Y nos hace sentir mejor, trayéndonos la confianza y la fuerza.
Mis hermanas y hermanos, el Señor Jesucristo se ha resucitado de la Muerte. Eso es lo que celebramos esta noche. Eso es lo que nos une a los cristianos por el mundo. Eso es el corazón de nuestra fe – su vida, su respiro, su todo.
No hay mayor expresión humana que la fe en la Resurrección de Jesús. No solamente murió y resucitó. No estuvo reavivado ni fue resucitado. No trató de la respiración artificial ni avivarse no más. La Resurrección de Jesús es sobre la nueva vida, la vida transformada, una orden de existencia totalmente diferente. Se resucitó de la Muerte dejando la Muerte atrás. El sepulcro está vacío. Se trata de la gloria y el triunfo. “Cristo resucitado de la Muerte nunca morirá; la Muerte no tiene dominio sobre Él”. Y la fuente de nuestra alegría esta noche es que nos ofrece el mismo triunfo y gloria a nosotros que creemos en Él. Eso es el significado de nuestro Bautismo cuando decimos que morimos en Cristo para estar resucitado en Él, cambiados, nuevos, diferentes, llenos de la gracia y la luz y la vida.
La Pascua es que el momento en la historia del mundo cuando el mundo cambió por siempre: cambiado por un Jesús de Nazaret obscuro quien vivía y murió, pero quien resucitó a la nueva vida, ¡Jesucristo el Mesías de Dios! Su vida resucitada y nueva es nuestra y, por esta noche Pascual, es nuestra por siempre. Lo que estamos viviendo ahora nunca puede quitar eso.
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Jesús de Nazaret vivía la mayoría de su vida en la obscuridad sin fama ni mayor atención. Los Evangelios nos dicen sobre su nacimiento en Belén y, luego, sobre su experiencia en el templo cuando tenía a penas doce años. Aparte de eso, los Evangelios no cuentan mucho sobre el Jesús de Nazaret hasta su visita a Juan Bautista en el Jordán cuando empieza su ministerio público con más o menos 30 años.
Esos años escondidos de la vida de Jesús dejan todo a la imaginación y la especulación. Y esto puede ser verdad sobre Jesús de Nazaret, pero no es verdad sobre el Mesías, el Cristo. Mil años o más de escrituras y tradiciones del Antiguo Testamento mantienen al Mesías frente a la mente y en sus esperanzas y expectativas.
Podemos seguir el desarrollo de estas escrituras y tradiciones esta noche en las lecturas seleccionadas para la Vigilia Pascual: desde la historia de la creación y el llamado de Abram en el Libro de Genesis a la liberación del Pueblo escogido de Dios, Israel, en el Mar Rojo, a través de las profecías de Isaías, Baruc y Ezequiel, la historia de la salvación está mostrado para nosotros, guiándonos hacia el Mesías prometido.
Es el Nuevo Testamento, especialmente a través de las Cartas de San Pablo y los Evangelios, que conectan todo que era planeado y predicho sobre el Mesías con Jesús de Nazaret. Y los eventos de Semana Santa, que hemos recordado y celebrado juntos a través del milagro de la tecnología, lo hace abundantemente claro.
La semana empieza con el Jesús triunfante entra a Jerusalén y sigue con su celebración de la Pascua Judía con los doce Apóstoles. La semana termina con su crucifixión y muerte brutal. La liturgia eclesial de Domingo de Ramos, Jueves Santo y Viernes Santo nos pintan la imagen de manera más dramática y nos llevan al Calvario y al sepulcro de Jesús. Aunque Jesús fuera un “desconocido” durante la mayoría de su vida, ciertamente atrajo bastante atención en sus últimos tres años para levantar las esperanzas del pueblo de que el Mesías había llegado y que ¡Él era el Mesías!
Pero Él ya había muerto, asesinado de la manera más humillante y cruel, destruyendo las esperanzas de sus seguidores que fuera otra cosa que el Mesías. Pero la historia no terminó allá.
El Evangelio según San Mateo nos dice esta noche que cuando las mujeres llegaron al sepulcro donde estaba enterrado Jesús, la piedra quitada; no encontraron su cuerpo ahí; el sepulcro vacío, semejante a las iglesias de nuestra Diócesis esta noche. Tal vez eso es la conexión de fe que podemos hacer sobre el Evangelio de esta noche, la conexión que podemos sentir en el vacío que nos rodea en nuestras comunidades parroquiales de fe como en cualquier otra noche Pascual, separados tal como estamos por esta pandemia mundial. El vacío de nuestra experiencia actual nos subraya el mensaje.
En el vacío del sepulcro que compartimos, reconocemos que “Se ha resucitado tal cómo dijo”, el mensaje de las mujeres predicho por el ángel. Y cuando vieron al Jesús de Nazaret y lo reconocieron que era Jesús el Cristo, el Mesías – que todo que habían dicho y predicho sobre Él se cumplió, y que se hizo verdad. Ellos recordaron las profecías de las Sagradas Escrituras tal como hicimos esta noche; ellos recordaron sus palabras tal como hacemos nosotros esta noche. Y nos hace sentir mejor, trayéndonos la confianza y la fuerza.
Mis hermanas y hermanos, el Señor Jesucristo se ha resucitado de la Muerte. Eso es lo que celebramos esta noche. Eso es lo que nos une a los cristianos por el mundo. Eso es el corazón de nuestra fe – su vida, su respiro, su todo.
No hay mayor expresión humana que la fe en la Resurrección de Jesús. No solamente murió y resucitó. No estuvo reavivado ni fue resucitado. No trató de la respiración artificial ni avivarse no más. La Resurrección de Jesús es sobre la nueva vida, la vida transformada, una orden de existencia totalmente diferente. Se resucitó de la Muerte dejando la Muerte atrás. El sepulcro está vacío. Se trata de la gloria y el triunfo. “Cristo resucitado de la Muerte nunca morirá; la Muerte no tiene dominio sobre Él”. Y la fuente de nuestra alegría esta noche es que nos ofrece el mismo triunfo y gloria a nosotros que creemos en Él. Eso es el significado de nuestro Bautismo cuando decimos que morimos en Cristo para estar resucitado en Él, cambiados, nuevos, diferentes, llenos de la gracia y la luz y la vida.
La Pascua es que el momento en la historia del mundo cuando el mundo cambió por siempre: cambiado por un Jesús de Nazaret obscuro quien vivía y murió, pero quien resucitó a la nueva vida, ¡Jesucristo el Mesías de Dios! Su vida resucitada y nueva es nuestra y, por esta noche Pascual, es nuestra por siempre. Lo que estamos viviendo ahora nunca puede quitar eso.