Cristo nuestra Esperanza

Mensaje del obispo David M. O’Connell, C.M., para el Mes Respetemos la Vida 2019
September 25, 2019 at 2:59 p.m.
Cristo nuestra Esperanza
Cristo nuestra Esperanza

El reverendísimo David M. O'Connell, C.M.

Con el paso de aun otro año, el asalto público a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural parece más audaz y más descarado. Aunque las investigaciones indiquen que se lleva a cabo menos abortos cirujanos desde el 2014, la cantidad de madres optando por una alternativa de los abortos médicos en que la madre toma una droga para causar un aborto espontaneo ha incrementado, por un 75 por ciento en los últimos diez años según el Centro de Control de Enfermedad y Protección. Sea por cirugía o inducido medicamente, el aborto es el aborto. Si verdaderamente creemos que la vida empieza en el momento de la concepción, entonces ninguna “opción” es aceptable moralmente.

Al contrario a esta tendencia nacional, ha habido un aumento de 9 por ciento de abortos cirujanos en el estado de New Jersey entre el 2014 y el 2017 que representa un porcentaje de 5.6 de todos los abortos en los Estados Unidos. Actualmente (septiembre del 2019), el estado de New Jersey no tiene ninguna restricción mayor – como tiempos de espera, participación obligatoria de los padres o limitaciones en las inversiones públicas para abortos – que se encuentra en otros estados a menudo (“State Facts About Abortion: New Jersey,” GuttmacherInstitute, 2019)”.

Otra “preocupación pro-vida” se ha presentado este año – a pesar de oposición fuerte de parte de la Conferencia Católica de New Jersey y la Sociedad Médica de New Jersey – cuando el gobierno estatal aprobó legislación que permite el suicidio apoyado llamada la “Acta de Apoyo para Morir para los Moribundos”. El gobernador Phil Murphy firmó para convertir la legislación en ley el 12 de abril de 2019 y oficialmente empezó el 1 de agosto de este año. Esta nueva ley permitirá a moribundos pedir morir en ciertas situaciones bien definidas.

Octubre es el “Mes Respetemos la Vida”. Este año, se han escogido como tema, “Cristo nuestra esperanza: en cada etapa de la vida”. Como el obispo de la Diócesis de Trenton, me agrada compartir con ustedes esta reflexión de la Conferencia de Obispo Católicos de los Estados Unidos:

Desde el momento en que fuimos tejidos en el vientre de nuestra madre hasta que exhalemos el último suspiro, cada momento de nuestra vida es un don de Dios. Aunque cada etapa de la vida trae sus propios desafíos y pruebas, también nos brinda nuevas oportunidades para crecer en nuestra relación con Dios.

Hoy el don de la vida está amenazado de incontables maneras. Los más desamparados, en lugar de recibir la protección  que merecen, demasiado a menudo son vistos como una carga y como prescindibles. A medida que siguen surgiendo nuevos ataques a la vida humana, podemos sentirnos tentados a desesperarnos, pero en cambio Cristo nos ofrece una esperanza inquebrantable.

La esperanza no es un falso optimismo o una positividad vacía. La esperanza cristiana es algo mucho más profundo y llega a lo más hondo de nuestra identidad como seguidores de Cristo.

La esperanza es la virtud “por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CIC 1817).

Tal como nosotros, Cristo entró en el mundo por mediación del vientre de una mujer. Él voluntariamente asumió la plenitud del sufrimiento humano. Exhaló su último suspiro en la cruz del Calvario para poder salvarnos. Por lo tanto, “Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo” (Spe salvi 31).

Los cristianos saben que “tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío” (SS 2).

Por esta razón, una mujer que atraviesa por un embarazo difícil puede encontrar la fuerza para acoger a su preciado hijo en el mundo. Un hombre que enfrenta un diagnostico terminal puede ver que el final de su vida terrenal es solo el comienzo de la vida eterna con Cristo.

La Iglesia nos enseña que “quien tiene esperanza vive de otra manera” (SS 2). La salvación que Cristo nos promete no significa que nos libraremos del sufrimiento. Más bien, la promesa de salvación asegura que, incluso en los momentos más oscuros de nuestra vida, se nos dará la fuerza para perseverar. En virtud de esta esperanza cristiana, podemos enfrentar cualquier desafío p prueba. Cuando los mares de la vida se hinchan y las olas nos golpean, la esperanza nos permite permanecer anclados en el corazón de Dios. Aferrémonos a Cristo nuestra esperanza, desde el principio de la vida hasta su fin.

Yo urjo a todos los católicos en la Diócesis de Trenton nunca perder la vista de la convicción de nuestra fe que Cristo es, de verdad, nuestra esperanza en cada etapa de la vida. Sigamos juntos en la oración, con fuerza en la defensa y el testimonio y el empeño para apoyar y respetar la vida en cada etapa sin hesitar ni pausar. A pesar de los obstáculos que nos afrontan aquí en New Jersey y por todo nuestro país, tenemos que anhelar construir la “cultura de la vida” de la que habló el papa san Juan Pablo II.

Como católicos, es nuestro deber transformar la “cultura de la muerte” y no dejarnos ser transformados por ella. “Tenemos que aceptar la decepción finita sin perder la esperanza infinita” (Discurso en Washington, D.C.,  6 de febrero del 1968, el doctor Martin Luther King, Jr.). Y el Señor Jesucristo es nuestra “esperanza infinita” ahora y “en cada etapa de nuestra vida”.


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Al contrario a esta tendencia nacional, ha habido un aumento de 9 por ciento de abortos cirujanos en el estado de New Jersey entre el 2014 y el 2017 que representa un porcentaje de 5.6 de todos los abortos en los Estados Unidos. Actualmente (septiembre del 2019), el estado de New Jersey no tiene ninguna restricción mayor – como tiempos de espera, participación obligatoria de los padres o limitaciones en las inversiones públicas para abortos – que se encuentra en otros estados a menudo (“State Facts About Abortion: New Jersey,” GuttmacherInstitute, 2019)”.

Otra “preocupación pro-vida” se ha presentado este año – a pesar de oposición fuerte de parte de la Conferencia Católica de New Jersey y la Sociedad Médica de New Jersey – cuando el gobierno estatal aprobó legislación que permite el suicidio apoyado llamada la “Acta de Apoyo para Morir para los Moribundos”. El gobernador Phil Murphy firmó para convertir la legislación en ley el 12 de abril de 2019 y oficialmente empezó el 1 de agosto de este año. Esta nueva ley permitirá a moribundos pedir morir en ciertas situaciones bien definidas.

Octubre es el “Mes Respetemos la Vida”. Este año, se han escogido como tema, “Cristo nuestra esperanza: en cada etapa de la vida”. Como el obispo de la Diócesis de Trenton, me agrada compartir con ustedes esta reflexión de la Conferencia de Obispo Católicos de los Estados Unidos:

Desde el momento en que fuimos tejidos en el vientre de nuestra madre hasta que exhalemos el último suspiro, cada momento de nuestra vida es un don de Dios. Aunque cada etapa de la vida trae sus propios desafíos y pruebas, también nos brinda nuevas oportunidades para crecer en nuestra relación con Dios.

Hoy el don de la vida está amenazado de incontables maneras. Los más desamparados, en lugar de recibir la protección  que merecen, demasiado a menudo son vistos como una carga y como prescindibles. A medida que siguen surgiendo nuevos ataques a la vida humana, podemos sentirnos tentados a desesperarnos, pero en cambio Cristo nos ofrece una esperanza inquebrantable.

La esperanza no es un falso optimismo o una positividad vacía. La esperanza cristiana es algo mucho más profundo y llega a lo más hondo de nuestra identidad como seguidores de Cristo.

La esperanza es la virtud “por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CIC 1817).

Tal como nosotros, Cristo entró en el mundo por mediación del vientre de una mujer. Él voluntariamente asumió la plenitud del sufrimiento humano. Exhaló su último suspiro en la cruz del Calvario para poder salvarnos. Por lo tanto, “Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo” (Spe salvi 31).

Los cristianos saben que “tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío” (SS 2).

Por esta razón, una mujer que atraviesa por un embarazo difícil puede encontrar la fuerza para acoger a su preciado hijo en el mundo. Un hombre que enfrenta un diagnostico terminal puede ver que el final de su vida terrenal es solo el comienzo de la vida eterna con Cristo.

La Iglesia nos enseña que “quien tiene esperanza vive de otra manera” (SS 2). La salvación que Cristo nos promete no significa que nos libraremos del sufrimiento. Más bien, la promesa de salvación asegura que, incluso en los momentos más oscuros de nuestra vida, se nos dará la fuerza para perseverar. En virtud de esta esperanza cristiana, podemos enfrentar cualquier desafío p prueba. Cuando los mares de la vida se hinchan y las olas nos golpean, la esperanza nos permite permanecer anclados en el corazón de Dios. Aferrémonos a Cristo nuestra esperanza, desde el principio de la vida hasta su fin.

Yo urjo a todos los católicos en la Diócesis de Trenton nunca perder la vista de la convicción de nuestra fe que Cristo es, de verdad, nuestra esperanza en cada etapa de la vida. Sigamos juntos en la oración, con fuerza en la defensa y el testimonio y el empeño para apoyar y respetar la vida en cada etapa sin hesitar ni pausar. A pesar de los obstáculos que nos afrontan aquí en New Jersey y por todo nuestro país, tenemos que anhelar construir la “cultura de la vida” de la que habló el papa san Juan Pablo II.

Como católicos, es nuestro deber transformar la “cultura de la muerte” y no dejarnos ser transformados por ella. “Tenemos que aceptar la decepción finita sin perder la esperanza infinita” (Discurso en Washington, D.C.,  6 de febrero del 1968, el doctor Martin Luther King, Jr.). Y el Señor Jesucristo es nuestra “esperanza infinita” ahora y “en cada etapa de nuestra vida”.

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