Obispo O'Connell: los padres de familia merecen nuestro amor y mucho más

July 29, 2019 at 12:37 p.m.
Obispo O'Connell: los padres de familia merecen nuestro amor y mucho más
Obispo O'Connell: los padres de familia merecen nuestro amor y mucho más

Bishop David M. O'Connell, C.M.

Mi padre era un buen hombre y un gran padre y muy trabajador. Amaba a mi madre y sus cuatro hijos. Nació antes de la Gran Depresión y creció en medio de la pobreza en lo que que hoy en día se conocería como “una familia disfuncional”. Sin embargo estaba muy atento siempre con sus padres, comprando carbón para su horno, pavos para sus Días de Acción de Gracias, y árboles para sus celebraciones navideñas. Una vez, mi madre me contó que él nunca había celebrado una Navidad hasta que se casara con ella.

Salió de la escuela en el cuarto grado para poder ayudar a proveer por su familia grande y nunca perdió su sentido de la importancia del trabajo, algo que enfatizaba a sus hijos. Después de su tiempo en el Naval, encontró trabajo en la compañía Budd en Philadelphia que producía productos de metal y luego un segundo trabajo como barman. Se hizo socio de una gasolinera y taller en Feasterville, PA., “Flying A” patrocinado por Tidewater Oil Company. En el 1970, Getty Oil Company compró Tidewater y la gasolinera tomó el nombre de esa compañía. Él trabajaba ahí hasta su júbilo en el 1985 cuando tenía 62 años.

Mi padre era un muy buen atleta, jugando béisbol y golf. Le encantaba el “hoyo diecinueve” o sea el bar. Participó en el campeonato “Bing Crosby Pro-Am Open” en el 1964. Seguía jugando hasta un año antes de que muriera a los 83 años en el 1985. Enseñó a mí y mis hermanos jugar también.

Tengo tantos recuerdos de mi padre. No teníamos mucho dinero, pero nunca nos dimos cuenta de eso. Era un hombre callado que se hizo de abajo. Devoraba el periódico de funda a funda cada día y era adicto de las noticias en la televisión. Me asombraba su conocimiento del mundo. Tenía siempre muchas preguntas. Al reflexionar sobre él, me doy cuenta que las preguntas eran su propia manera de enseñar y compartir sus opiniones en lugar de dar prédicas o consejos. El recuerdo más duradero que tengo de él es cómo cuidaba nuestro hogar, plantando flores y trabajando “afuera”. En las noches, solía sentarse en “su silla” afuera muy contento y observar al mundo.

Todos estos pensamientos y más llenan mi mente y corazón ahora que se acerca el Día del Padre una vez más. Mientras crecimos, la vida no es siempre fácil, pero es interesante reconocer que los momentos duros se destiñan con el tiempo dejando a los buenos. Los Días de Acción de Gracias y las Navidades, las vacaciones a Ship Bottom o Barnegat, los viajes a Gettysburg, salir a comer pasta y albóndigas o panqueques en el diner después de la Misa los domingos, trabajar con él en la gasolinera o afuera de nuestra casa, o manejar tantas veces al seminario, sus lágrimas orgullosas en las graduaciones, las bodas, los bautismos, mi ordenación, sentarme con mi madre y él en la sala o afuera, estar con él en sus momentos finales.

Realmente la vida pasa rápidamente y no se puede reemplazar a nuestros padres. Merecen nuestra gratitud sin duda, pero mucho más todavía. El Día del Padre no es simplemente un día feriado; es una oportunidad para expresar nuestro amor por ellos, estén o no entre nosotros todavía. Este año, no debemos desaprovechar de la oportunidad.

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Mi padre era un buen hombre y un gran padre y muy trabajador. Amaba a mi madre y sus cuatro hijos. Nació antes de la Gran Depresión y creció en medio de la pobreza en lo que que hoy en día se conocería como “una familia disfuncional”. Sin embargo estaba muy atento siempre con sus padres, comprando carbón para su horno, pavos para sus Días de Acción de Gracias, y árboles para sus celebraciones navideñas. Una vez, mi madre me contó que él nunca había celebrado una Navidad hasta que se casara con ella.

Salió de la escuela en el cuarto grado para poder ayudar a proveer por su familia grande y nunca perdió su sentido de la importancia del trabajo, algo que enfatizaba a sus hijos. Después de su tiempo en el Naval, encontró trabajo en la compañía Budd en Philadelphia que producía productos de metal y luego un segundo trabajo como barman. Se hizo socio de una gasolinera y taller en Feasterville, PA., “Flying A” patrocinado por Tidewater Oil Company. En el 1970, Getty Oil Company compró Tidewater y la gasolinera tomó el nombre de esa compañía. Él trabajaba ahí hasta su júbilo en el 1985 cuando tenía 62 años.

Mi padre era un muy buen atleta, jugando béisbol y golf. Le encantaba el “hoyo diecinueve” o sea el bar. Participó en el campeonato “Bing Crosby Pro-Am Open” en el 1964. Seguía jugando hasta un año antes de que muriera a los 83 años en el 1985. Enseñó a mí y mis hermanos jugar también.

Tengo tantos recuerdos de mi padre. No teníamos mucho dinero, pero nunca nos dimos cuenta de eso. Era un hombre callado que se hizo de abajo. Devoraba el periódico de funda a funda cada día y era adicto de las noticias en la televisión. Me asombraba su conocimiento del mundo. Tenía siempre muchas preguntas. Al reflexionar sobre él, me doy cuenta que las preguntas eran su propia manera de enseñar y compartir sus opiniones en lugar de dar prédicas o consejos. El recuerdo más duradero que tengo de él es cómo cuidaba nuestro hogar, plantando flores y trabajando “afuera”. En las noches, solía sentarse en “su silla” afuera muy contento y observar al mundo.

Todos estos pensamientos y más llenan mi mente y corazón ahora que se acerca el Día del Padre una vez más. Mientras crecimos, la vida no es siempre fácil, pero es interesante reconocer que los momentos duros se destiñan con el tiempo dejando a los buenos. Los Días de Acción de Gracias y las Navidades, las vacaciones a Ship Bottom o Barnegat, los viajes a Gettysburg, salir a comer pasta y albóndigas o panqueques en el diner después de la Misa los domingos, trabajar con él en la gasolinera o afuera de nuestra casa, o manejar tantas veces al seminario, sus lágrimas orgullosas en las graduaciones, las bodas, los bautismos, mi ordenación, sentarme con mi madre y él en la sala o afuera, estar con él en sus momentos finales.

Realmente la vida pasa rápidamente y no se puede reemplazar a nuestros padres. Merecen nuestra gratitud sin duda, pero mucho más todavía. El Día del Padre no es simplemente un día feriado; es una oportunidad para expresar nuestro amor por ellos, estén o no entre nosotros todavía. Este año, no debemos desaprovechar de la oportunidad.

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