El por qué y cómo se trasladan a los sacerdotes

Un mensaje del Obispo David M. O'Connell, C.M.
July 29, 2019 at 12:37 p.m.

Bishop David M. O'Connell, C.M.

Todos los años durante esta temporada, hago mi lista de los párrocos y sacerdotes que serán traslados de una parroquia a otra. Hago esta “lista” después de un proceso largo que incluye consultas, discusiones y consejos. Antes de decidir cuales cambios hacer, todos los sacerdotes reciben un formulario – lo llamamos el “Form 10”—que les pregunta si quieren cambiarse de parroquia, si estarían dispuestos a ser transferido o si quiere seguir donde están. Los sacerdotes que cumplen 70 años pueden jubilarse y los sacerdotes que cumplen 75 años tienen que entregar su resignación de cualquier puesto que tienen, según las normas diocesanas (sea obispo, párroco, vicario parroquial, u oficial diocesano).

Después de recibir estos formularios procedemos a tabular los resultados y el concilio episcopal, que conoce muy bien a los sacerdotes y las parroquias en la diócesis, se reúne y yo les pido su consejo. Entonces, yo hago los cambios y es entonces cuando se les comunica la decisión a los sacerdotes afectados. Muy pocas veces, un sacerdote no acepta el cambio propuesto. Después de las conversaciones con los sacerdotes, yo confirmo los cambios y hago la lista para ser publicarla, comúnmente cerca de la Misa de Crisma durante la Semana Santa.

Pulse aquí para ver la lista de cambios de este año.

Es bastante común de que algunos feligreses compartan sus sentimientos de decepción con mis decisiones. Otros, aunque no están contentos, no lo comparten tanto.  Trasladar a los sacerdotes no es nada nuevo. Desde la creación de la parroquia ha sido una realidad para nosotros los católicos. Estas decisiones no son fáciles pero tampoco están hechas arbitrariamente.

El plazo común de los párrocos en una parroquia es de 6 años, con la posibilidad de ser renovado. De los vicarios parroquiales, el plazo común es de 3 años. Otros sacerdotes tienen puestos con plazos diferentes según la discreción del obispo. En ningún caso se puede garantizar que un sacerdote se quede en una parroquia para siempre. Sin embargo, en cada caso, el obispo intenta proveer para las necesidades espirituales y sacramentales de la parroquia.

Con los talentos y dones diversos que tienen algunos sacerdotes, hace falta trasladarles a parroquias donde mejor pueden responder a las necesidades. A veces se ve que el sacerdote no es buena pareja para una parroquia y hay que trasladarlo. Otros sacerdotes simplemente quieren o necesitan un cambio de ritmo o ambiente. Como el obispo, es mi responsabilidad determinar cómo y a dónde los sacerdotes pueden servir mejor. La mayoría del tiempo, todo sale bien. A veces, no tanto. Al momento que un sacerdote es ordenado, el obispo le pregunta “¿prometes respetarme y obedecerme (el obispo) y a mis sucesores?” a la cual él responde “sí, lo prometo.” Yo creo y actúo según esa promesa.

Quiero que todas nuestras parroquias sean comunidades vivas de fe. Es lo que tengo en mi mente y corazón. Pero los sacerdotes (y los obispos también) tienen diferentes talentos, dones, y debilidades. No solo tiene que ver con una personalidad u otra. Las parroquias y los feligreses son lo mismo. Pero todos nosotros necesitamos que la Misa sea celebrada, la Palabra de Dios predicada, y el Pueblo de Dios servido.

Yo sé que no puedo complacer a todos. Quisiera poder hacerlo. Pero solo puedo hacer lo que me parece justo y necesario. Tenemos 107 parroquias en nuestra diócesis y solamente a 166 sacerdotes diocesanos, con 5 sacerdotes que serán ordenados en junio y 51 sacerdotes con el derecho de jubilarse dentro de los próximos cinco años. Las decisiones por venir serán más difíciles aún. Recen por las vocaciones al sacerdocio. Cuando trasladamos a un sacerdote, trátenlo con cariño y agradézcanle por el ministerio que ejercieron y deséenle bienestar en su próximo paso. Cuando llega un nuevo sacerdote, denle una bienvenida acogedora y un corazón abierto. Las Santas Escrituras nos recuerdan “Porque no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir. Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante El, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan (alaban) Su nombre. Y no se olviden ustedes de hacer el bien y de la ayuda mutua (compartir), porque de tales sacrificios se agrada Dios (Hebreos 13:14-16).”

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Todos los años durante esta temporada, hago mi lista de los párrocos y sacerdotes que serán traslados de una parroquia a otra. Hago esta “lista” después de un proceso largo que incluye consultas, discusiones y consejos. Antes de decidir cuales cambios hacer, todos los sacerdotes reciben un formulario – lo llamamos el “Form 10”—que les pregunta si quieren cambiarse de parroquia, si estarían dispuestos a ser transferido o si quiere seguir donde están. Los sacerdotes que cumplen 70 años pueden jubilarse y los sacerdotes que cumplen 75 años tienen que entregar su resignación de cualquier puesto que tienen, según las normas diocesanas (sea obispo, párroco, vicario parroquial, u oficial diocesano).

Después de recibir estos formularios procedemos a tabular los resultados y el concilio episcopal, que conoce muy bien a los sacerdotes y las parroquias en la diócesis, se reúne y yo les pido su consejo. Entonces, yo hago los cambios y es entonces cuando se les comunica la decisión a los sacerdotes afectados. Muy pocas veces, un sacerdote no acepta el cambio propuesto. Después de las conversaciones con los sacerdotes, yo confirmo los cambios y hago la lista para ser publicarla, comúnmente cerca de la Misa de Crisma durante la Semana Santa.

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Con los talentos y dones diversos que tienen algunos sacerdotes, hace falta trasladarles a parroquias donde mejor pueden responder a las necesidades. A veces se ve que el sacerdote no es buena pareja para una parroquia y hay que trasladarlo. Otros sacerdotes simplemente quieren o necesitan un cambio de ritmo o ambiente. Como el obispo, es mi responsabilidad determinar cómo y a dónde los sacerdotes pueden servir mejor. La mayoría del tiempo, todo sale bien. A veces, no tanto. Al momento que un sacerdote es ordenado, el obispo le pregunta “¿prometes respetarme y obedecerme (el obispo) y a mis sucesores?” a la cual él responde “sí, lo prometo.” Yo creo y actúo según esa promesa.

Quiero que todas nuestras parroquias sean comunidades vivas de fe. Es lo que tengo en mi mente y corazón. Pero los sacerdotes (y los obispos también) tienen diferentes talentos, dones, y debilidades. No solo tiene que ver con una personalidad u otra. Las parroquias y los feligreses son lo mismo. Pero todos nosotros necesitamos que la Misa sea celebrada, la Palabra de Dios predicada, y el Pueblo de Dios servido.

Yo sé que no puedo complacer a todos. Quisiera poder hacerlo. Pero solo puedo hacer lo que me parece justo y necesario. Tenemos 107 parroquias en nuestra diócesis y solamente a 166 sacerdotes diocesanos, con 5 sacerdotes que serán ordenados en junio y 51 sacerdotes con el derecho de jubilarse dentro de los próximos cinco años. Las decisiones por venir serán más difíciles aún. Recen por las vocaciones al sacerdocio. Cuando trasladamos a un sacerdote, trátenlo con cariño y agradézcanle por el ministerio que ejercieron y deséenle bienestar en su próximo paso. Cuando llega un nuevo sacerdote, denle una bienvenida acogedora y un corazón abierto. Las Santas Escrituras nos recuerdan “Porque no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir. Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante El, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan (alaban) Su nombre. Y no se olviden ustedes de hacer el bien y de la ayuda mutua (compartir), porque de tales sacrificios se agrada Dios (Hebreos 13:14-16).”

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