Donde empezamos y donde terminamos

Una meditación del Obispo David M. O'Connell, C.M., para el camino cuaresmal
July 29, 2019 at 12:37 p.m.
Donde empezamos y donde terminamos
Donde empezamos y donde terminamos

Bishop David M. O'Connell, C.M.

Se dice que “la vida es un maratón, no una carrera rápida”. Yo creo que esto tiene razón aunque con más años, los días parecen pasar más rápidamente. Se podría decir lo mismo sobre el tiempo sagrado de Cuaresma: ¡es un maratón a la Pascua!

Ahora nos encontramos a la mitad de nuestro camino cuaresmal y podemos ver el fin. ¿Cómo nos ha ido?

Hace unas semanas, igual a tantas personas por el mundo, yo miraba las Olimpiadas del Invierno del 2018 en PyeongChang, Corea del Sur. De nuevo, me impresionó tanto ver el talento, la habilidad, la determinación, y el entusiasmo de tantos de nuestros mejores deportistas. ¿Cómo habrán llegado a este momento de las Olimpiadas? ¡Con la práctica! Haber ganado medallas o no, estos competidores mostraron su voluntad de llegar al final. Lo que más me impresionó de ver los eventos de patinar sobre hielo, esquiar,  el snowboard y de más, fueron los eventos en que se equivocaron, se tumbaron o salieron del camino. No se rendían. Se levantaban, resumían a enfocarse y terminaban su camino a la historia de las Olimpiadas del 2018. Así se porta un campeón aun cuando no gane ninguna medalla de oro, plata ni bronce.

Vivir nuestra fe católica no es tan diferente. Hace falta practicarla siempre. Y aun cuando caigamos, el creyente verdadero se levanta, se limpia de la tierra y se arranca en camino de nuevo. Un maratón con una meta, con un final visible.

Así es con el tiempo sagrado de Cuaresma, el tiempo anual de penitencia y gracia que la Iglesia nos da. Hay cruces y resurrecciones por estos cuarenta días que nos llevan a la conmemoración de la propia cruz y resurrección de Cristo. Tal vez empezamos el Miércoles de Ceniza con las mejores intenciones y planes cuaresmales. Y, a lo mejor, hemos caído en cumplirlos. Pero no debemos rendirnos de lo que esperábamos y queríamos hacer para el Señor.

Quizás no rezamos lo suficiente o con menos intensidad de lo que queríamos. Tal vez fallamos un poquito aquí o allá en las cosas a que nos comprometimos. ¿Saben qué? ¡Nadie es perfecto! La vida cristiana se trata de una visión de largo plazo además de corto plazo. Nuestra meta como católicos a corto y largo plazo y acercarnos a Cristo tanto como sea humanamente posible. Y cuando nos salimos del camino, el cristiano se vuelve a todo dar.

Mientras escribo esta reflexión, me vienen a la mente las palabras del show de Broadway “Seasons” (Estaciones): “No se trata de donde empiezas, se trata de donde terminas. No es cómo vamos, es cómo aterrizamos”. El tiempo sagrado de Cuaresma nos recuerda de eso. Cuaresma trata de ese sentido. ¿Y sabes qué? Lo mismo tiene que ver con la vida misma. “Si vas a durar, no puede ir todo rápido”. Un maratón, ¡no una carrera rápida!

Cuando Jesús entró a Jerusalén aquel primer Domingo de Ramos, se vio laudes y palmeras y “Hosanas”. Era como Jesús empezó Semana Santa. Pero llegó Jueves Santo y todo cambió a ser de lavar los pies y la Eucaristía e ir a Getsemaní. En el Viernes Santo, trató de Calvario y la Cruz y la crucifixión. En el Domingo Pascual, tenía que ver con el triunfo y la resurrección, la tumba vacía. Ahí terminó Jesús. Para Cristo y para todas las personas que le seguimos, el camino vale la pena.

Entonces, no importa a donde nos ha llevado la Cuaresma este año. Hay que seguir nuestro compromiso santo y, si caemos, tenemos que levantarnos y terminar el camino. Mantengamos en mente las palabras del papa Benedicto XVI: “Cuaresma nos estimula para dejar penetrar la Palabra de Dios en nuestra vida y, de esta manera, conocer la verdad fundamental: quienes somos, de dónde venimos, a donde vamos, el camino que tenemos que seguir en la vida (Audiencia General, 1 de marzo, 2006)”.

“Y a todos les decía: “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lucas 9:23)”. Ahí es donde nosotros empezamos Y donde terminamos.

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Se dice que “la vida es un maratón, no una carrera rápida”. Yo creo que esto tiene razón aunque con más años, los días parecen pasar más rápidamente. Se podría decir lo mismo sobre el tiempo sagrado de Cuaresma: ¡es un maratón a la Pascua!

Ahora nos encontramos a la mitad de nuestro camino cuaresmal y podemos ver el fin. ¿Cómo nos ha ido?

Hace unas semanas, igual a tantas personas por el mundo, yo miraba las Olimpiadas del Invierno del 2018 en PyeongChang, Corea del Sur. De nuevo, me impresionó tanto ver el talento, la habilidad, la determinación, y el entusiasmo de tantos de nuestros mejores deportistas. ¿Cómo habrán llegado a este momento de las Olimpiadas? ¡Con la práctica! Haber ganado medallas o no, estos competidores mostraron su voluntad de llegar al final. Lo que más me impresionó de ver los eventos de patinar sobre hielo, esquiar,  el snowboard y de más, fueron los eventos en que se equivocaron, se tumbaron o salieron del camino. No se rendían. Se levantaban, resumían a enfocarse y terminaban su camino a la historia de las Olimpiadas del 2018. Así se porta un campeón aun cuando no gane ninguna medalla de oro, plata ni bronce.

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Quizás no rezamos lo suficiente o con menos intensidad de lo que queríamos. Tal vez fallamos un poquito aquí o allá en las cosas a que nos comprometimos. ¿Saben qué? ¡Nadie es perfecto! La vida cristiana se trata de una visión de largo plazo además de corto plazo. Nuestra meta como católicos a corto y largo plazo y acercarnos a Cristo tanto como sea humanamente posible. Y cuando nos salimos del camino, el cristiano se vuelve a todo dar.

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Cuando Jesús entró a Jerusalén aquel primer Domingo de Ramos, se vio laudes y palmeras y “Hosanas”. Era como Jesús empezó Semana Santa. Pero llegó Jueves Santo y todo cambió a ser de lavar los pies y la Eucaristía e ir a Getsemaní. En el Viernes Santo, trató de Calvario y la Cruz y la crucifixión. En el Domingo Pascual, tenía que ver con el triunfo y la resurrección, la tumba vacía. Ahí terminó Jesús. Para Cristo y para todas las personas que le seguimos, el camino vale la pena.

Entonces, no importa a donde nos ha llevado la Cuaresma este año. Hay que seguir nuestro compromiso santo y, si caemos, tenemos que levantarnos y terminar el camino. Mantengamos en mente las palabras del papa Benedicto XVI: “Cuaresma nos estimula para dejar penetrar la Palabra de Dios en nuestra vida y, de esta manera, conocer la verdad fundamental: quienes somos, de dónde venimos, a donde vamos, el camino que tenemos que seguir en la vida (Audiencia General, 1 de marzo, 2006)”.

“Y a todos les decía: “Si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame (Lucas 9:23)”. Ahí es donde nosotros empezamos Y donde terminamos.

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