Noviembre: Un tiempo sagrado de esperanza, comunión y oración
October 31, 2025 at 10:31 a.m.
Durante todo el mes de noviembre, la Iglesia ofrece oraciones por los fieles difuntos, aquellos que nos precedieron, marcados con el signo de la fe, y ahora descansan en la paz de Dios. Este “signo de fe”, recibido en el Bautismo, es una marca indeleble de pertenencia a Cristo. Como dijo Santa Teresa de Calcuta: “Durante todo este mes les brindamos un amor y cuidado especiales rezando por ellos y por ellos”.
Nuestro Santo Padre, el Papa León XIV, comentó recientemente: “Todo esto comienza con nuestro bautismo y nunca terminará. El bautismo nos introduce en la comunión con Cristo y nos da la vida verdadera... ¡La muerte nunca tiene la última palabra! La última palabra, que abre las puertas a la eternidad y a la alegría eterna, es la resurrección, que no conoce el desánimo y nos libera del dolor de buscar el sentido de nuestra existencia”.
Esta tradición de oración por los difuntos se remonta a los primeros siglos de la Iglesia y aún más profundamente en las páginas sagradas de las Escrituras. El Libro de los Macabeos afirma: “Es un pensamiento santo y saludable orar por los muertos, para que sean liberados de sus pecados" (2 Macabeos 12:46). En este acto de oración, participamos en un misterio de misericordia y comunión que trasciende el tiempo.
La Iglesia enseña que todos los bautizados están unidos por un triple vínculo:
La Iglesia Triunfante: los santos en el cielo, que se alegran en la gloria eterna.
La Iglesia Penitente: las almas del purgatorio, que se purifican en el amor.
La Iglesia Militante: nosotros, que caminamos en la tierra, luchando por la santidad.
El Catecismo nos recuerda que, en el momento de la muerte, cada alma se encuentra con Cristo en un juicio particular. Quienes mueren en su gracia, aunque aún no estén completamente purificados, tienen asegurada la salvación y experimentan una purificación final: lo que llamamos purgatorio. Nuestras oraciones, sacrificios y actos de amor ofrecidos por estas almas son un don profundo. Como dijo bellamente el Papa San Juan Pablo II: "Orar por las almas del purgatorio es la "el acto más alto de caridad sobrenatural."
Celebrar la Fiesta de Todos los Santos es regocijarse en la comunión de los santos, una relación viva con quienes ahora contemplan el rostro de Dios. Rezar en la Fiesta de los Fieles Difuntos por las almas del purgatorio es expresarles nuestro amor y solidaridad eternos, arraigados en la gracia del Bautismo. Aunque noviembre está especialmente dedicado a estas oraciones, nuestro amor por los difuntos no se limita a una sola estación. Es, como dice la Escritura, "un pensamiento santo y sano", una responsabilidad sagrada y un tierno acto de fe.
El venerable arzobispo Fulton Sheen ofreció una vez una hermosa visión del cielo: "Al entrar al cielo, los veremos —a tantos de ellos— acercándose a nosotros y dándonos las gracias. Les preguntaremos quiénes son, y dirán: 'Una pobre alma por la que rezaste en el purgatorio'".
Oremos, pues, con corazones llenos de esperanza y amor:
Santos de Dios, acudan en su ayuda. Vengan a su encuentro, ángeles del Señor.Dales, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua.
Que descansen en paz. Que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.
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Durante todo el mes de noviembre, la Iglesia ofrece oraciones por los fieles difuntos, aquellos que nos precedieron, marcados con el signo de la fe, y ahora descansan en la paz de Dios. Este “signo de fe”, recibido en el Bautismo, es una marca indeleble de pertenencia a Cristo. Como dijo Santa Teresa de Calcuta: “Durante todo este mes les brindamos un amor y cuidado especiales rezando por ellos y por ellos”.
Nuestro Santo Padre, el Papa León XIV, comentó recientemente: “Todo esto comienza con nuestro bautismo y nunca terminará. El bautismo nos introduce en la comunión con Cristo y nos da la vida verdadera... ¡La muerte nunca tiene la última palabra! La última palabra, que abre las puertas a la eternidad y a la alegría eterna, es la resurrección, que no conoce el desánimo y nos libera del dolor de buscar el sentido de nuestra existencia”.
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El Catecismo nos recuerda que, en el momento de la muerte, cada alma se encuentra con Cristo en un juicio particular. Quienes mueren en su gracia, aunque aún no estén completamente purificados, tienen asegurada la salvación y experimentan una purificación final: lo que llamamos purgatorio. Nuestras oraciones, sacrificios y actos de amor ofrecidos por estas almas son un don profundo. Como dijo bellamente el Papa San Juan Pablo II: "Orar por las almas del purgatorio es la "el acto más alto de caridad sobrenatural."
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Oremos, pues, con corazones llenos de esperanza y amor:
Santos de Dios, acudan en su ayuda. Vengan a su encuentro, ángeles del Señor.Dales, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua.
Que descansen en paz. Que las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz.

