Mensaje Pastoral para el Primer Domingo de Adviento de 2025

November 29, 2025 at 10:54 a.m.
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El Obispo David M. O’Connell, C.M., ha compartido este mensaje para el Primer Domingo de Adviento:

“Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.” (Mateo 24:42)

Al entrar en el santo tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita una vez más a alzar la mirada hacia el horizonte de la esperanza. El Adviento es mucho más que una cuenta regresiva para la Navidad; es un camino sagrado de expectativa, preparación y renovación. Es un tiempo en el que el Pueblo de Dios se detiene lo suficiente para recordar que nuestras vidas no están guiadas por la casualidad, sino por la promesa: la promesa de Dios de permanecer con nosotros y volver a nosotros.

Un Tiempo de Vigilancia

En este Primer Domingo de Adviento, Jesús nos llama a permanecer despiertos. Sus palabras no buscan infundir miedo, sino despertar el deseo: una santa atención a las formas silenciosas en que Cristo ya está obrando en nuestras vidas. En un mundo abarrotado de ruido, actividad y distracciones, el Adviento nos susurra suavemente: Baja el ritmo. Respira. Presta atención. Si nos permitimos estar en silencio, quizá descubramos que la luz de Dios ya se abre paso donde menos la esperábamos.

La primera semana de Adviento nos ofrece tres invitaciones.

Primero, “Despertar la Esperanza”

La esperanza, el tema de este Año Jubilar, es la primera vela que encendemos, la primera gracia que recibimos. Despertar la esperanza es confiar en la fidelidad de Dios, incluso en circunstancias inciertas. Esta semana, reavivemos la esperanza en nuestras familias, lugares de trabajo y comunidades, con palabras de aliento, gestos de paciencia o simplemente creyendo que Dios aún no ha terminado con nosotros.

A continuación, “Practica la vigilancia”

La vigilancia del Adviento es activa, no pasiva. Es la vigilancia del amor, que está atenta a las necesidades de los demás y lista para responder con compasión. Nos mantenemos despiertos cuando escuchamos a quienes se sienten ignorados, nos acercamos a quienes se sienten invisibles y nos solidarizamos con quienes se sienten olvidados. Cada acto de bondad se convierte en una puerta por la que Cristo entra.

Finalmente, “Preparar espacio”

Así como María abrió su corazón para recibir al Verbo hecho carne, también nosotros estamos llamados a hacer espacio para Cristo. Preparar espacio puede requerir dejar atrás el resentimiento, perdonar o crear momentos de silencio para la oración. Cuando despejamos incluso un pequeño espacio en nuestro interior, Dios lo llena con una gracia que supera con creces nuestra imaginación.

El Adviento trae luz en la oscuridad

Las velas de la corona de Adviento nos recuerdan que incluso la llama más pequeña puede atravesar la noche más profunda. Al encender la primera vela esta semana, que se convierta en un signo de nuestra disposición a recibir a Cristo, no solo en la alegre celebración de la Navidad, sino en cada momento donde se necesita amor, se exige justicia y la misericordia es posible.

Caminando juntos en la esperanza

Caminemos esta semana con el corazón despierto, la mirada en alto y el espíritu entusiasta. Cristo viene; siempre viene. Viene en nuestra oración, en nuestro prójimo, en nuestro anhelo de santidad y en la serena valentía de la esperanza.

Que nos encuentre listos, alegres y radiantes con su luz.


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El Obispo David M. O’Connell, C.M., ha compartido este mensaje para el Primer Domingo de Adviento:

“Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.” (Mateo 24:42)

Al entrar en el santo tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita una vez más a alzar la mirada hacia el horizonte de la esperanza. El Adviento es mucho más que una cuenta regresiva para la Navidad; es un camino sagrado de expectativa, preparación y renovación. Es un tiempo en el que el Pueblo de Dios se detiene lo suficiente para recordar que nuestras vidas no están guiadas por la casualidad, sino por la promesa: la promesa de Dios de permanecer con nosotros y volver a nosotros.

Un Tiempo de Vigilancia

En este Primer Domingo de Adviento, Jesús nos llama a permanecer despiertos. Sus palabras no buscan infundir miedo, sino despertar el deseo: una santa atención a las formas silenciosas en que Cristo ya está obrando en nuestras vidas. En un mundo abarrotado de ruido, actividad y distracciones, el Adviento nos susurra suavemente: Baja el ritmo. Respira. Presta atención. Si nos permitimos estar en silencio, quizá descubramos que la luz de Dios ya se abre paso donde menos la esperábamos.

La primera semana de Adviento nos ofrece tres invitaciones.

Primero, “Despertar la Esperanza”

La esperanza, el tema de este Año Jubilar, es la primera vela que encendemos, la primera gracia que recibimos. Despertar la esperanza es confiar en la fidelidad de Dios, incluso en circunstancias inciertas. Esta semana, reavivemos la esperanza en nuestras familias, lugares de trabajo y comunidades, con palabras de aliento, gestos de paciencia o simplemente creyendo que Dios aún no ha terminado con nosotros.

A continuación, “Practica la vigilancia”

La vigilancia del Adviento es activa, no pasiva. Es la vigilancia del amor, que está atenta a las necesidades de los demás y lista para responder con compasión. Nos mantenemos despiertos cuando escuchamos a quienes se sienten ignorados, nos acercamos a quienes se sienten invisibles y nos solidarizamos con quienes se sienten olvidados. Cada acto de bondad se convierte en una puerta por la que Cristo entra.

Finalmente, “Preparar espacio”

Así como María abrió su corazón para recibir al Verbo hecho carne, también nosotros estamos llamados a hacer espacio para Cristo. Preparar espacio puede requerir dejar atrás el resentimiento, perdonar o crear momentos de silencio para la oración. Cuando despejamos incluso un pequeño espacio en nuestro interior, Dios lo llena con una gracia que supera con creces nuestra imaginación.

El Adviento trae luz en la oscuridad

Las velas de la corona de Adviento nos recuerdan que incluso la llama más pequeña puede atravesar la noche más profunda. Al encender la primera vela esta semana, que se convierta en un signo de nuestra disposición a recibir a Cristo, no solo en la alegre celebración de la Navidad, sino en cada momento donde se necesita amor, se exige justicia y la misericordia es posible.

Caminando juntos en la esperanza

Caminemos esta semana con el corazón despierto, la mirada en alto y el espíritu entusiasta. Cristo viene; siempre viene. Viene en nuestra oración, en nuestro prójimo, en nuestro anhelo de santidad y en la serena valentía de la esperanza.

Que nos encuentre listos, alegres y radiantes con su luz.

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