Mensaje Pastoral para el Segundo Domingo de Adviento

December 5, 2025 at 3:44 p.m.

Por Obispo David M. O’Connell, C.M.

El Obispo David M. O’Connell, C.M., ha compartido este mensaje para el Primer Domingo de Adviento

En este Segundo Domingo de Adviento, la Palabra de Dios se abre ante nosotros con un horizonte lleno de esperanza, misericordia y posibilidades divinas. Por medio del profeta Isaías escuchamos una promesa lo suficientemente poderosa como para conmover incluso al corazón más cansado: “Brotará un retoño del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.” Qué hermoso recordatorio de que Dios hace brotar vida justamente donde nosotros vemos solo finales. Cuando el mundo parece talado o vacío de promesas, Dios ya está obrando —silenciosa y fielmente— para hacer surgir la renovación.

Sobre este Enviado prometido reposa el Espíritu de sabiduría, entendimiento, consejo y fortaleza. En Él, la justicia y la paz se abrazan, y hasta el lobo y el cordero habitan juntos. El Adviento nos reta a creer que el sueño de Dios para la humanidad es mucho más grande que cualquier cosa que podamos lograr por nuestras propias fuerzas.

El salmo responsorial lleva esa promesa aún más lejos: “Florecerá en sus días la justicia y la paz abundará eternamente.” El Adviento, entonces, no es una espera pasiva. Es un despertar—un anhelo activo por el mundo que Dios desea. Es el tiempo en que elevamos la mirada hacia un futuro donde los pobres son defendidos, los vulnerables protegidos y cada corazón encuentra la paz para la que fue creado. Ésta es la paz que nos preparamos para recibir—no solo en nuestra oración privada, sino también en el entramado de nuestras familias, nuestra parroquia y toda nuestra comunidad.

San Pablo, escribiendo a los Romanos, nos recuerda que “por la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, tengamos esperanza.” La esperanza no nace sin esfuerzo; requiere perseverancia, humildad y el valor de acogernos unos a otros, así como Cristo nos ha acogido. Por eso, el Adviento nunca es un camino solitario. Es la Iglesia—un solo cuerpo—avanzando unida hacia la Luz. Nos preparamos no solo para que nuestros propios corazones sean transformados, sino para que nuestra comunidad sea renovada, fortalecida y unida en la alabanza al Dios que salva.

El Evangelio de hoy, según san Mateo, nos presenta la figura austera de Juan el Bautista, una voz solitaria que surge desde el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.” Su clamor rompe nuestra complacencia. Nos invita a mirarnos con sinceridad—nuestras costumbres, nuestras prioridades, nuestras excusas—y a volvernos nuevamente hacia Aquel que viene. El Adviento nos invita a despejar el desorden del pecado, a arrancar lo que está sin vida y a acoger la gracia que llega como fuego: que purifica, ilumina y transforma. En Juan, el mundo antiguo se inclina hacia lo nuevo, y somos recordados de que el Mesías está cerca—más cerca de lo que a veces nos atrevemos a imaginar.

La misma palabra “Adviento”—adventus, “venida”—nos recuerda que vivimos en un mundo visitado por Dios. Cristo vino en la historia en Belén; viene en el misterio, a través de los sacramentos y los movimientos silenciosos de la gracia; y vendrá en majestad al final de los tiempos. Esta temporada nos llama a reducir el ritmo, a hacer espacio, a permitir que la Palabra eche raíces. En una cultura que corre precipitadamente hacia la Navidad, el Adviento nos enseña con suavidad pero con firmeza un ritmo distinto: esperar con propósito, prepararnos con alegría y esperar con una fe inquebrantable.

Que la visión de armonía de Isaías, la promesa de paz del salmista, la exhortación de Pablo hacia la unidad y el llamado a la conversión de Juan moldeen nuestros corazones en estos días santos. Que permitamos a Cristo revestirnos de justicia, afianzarnos en la paz y llenarnos de un amor cada vez más discerniente. Y que, al dar fruto de arrepentimiento y misericordia, nos preparemos no solo para la fiesta de Navidad, sino para la morada eterna de Aquel cuya gloria llena la tierra como las aguas cubren el mar.

Que este Adviento sea para ustedes y sus familias un tiempo de profunda renovación, reconciliación sanadora y esperanza radiante. Caminemos juntos este camino, preparando el camino del Señor, hasta que toda carne vea la salvación de Dios.


   foto de Getty  

El Obispo David M. O’Connell, C.M., ha compartido este mensaje para el Primer Domingo de Adviento:

“Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.” (Mateo 24:42)

Al entrar en el santo tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita una vez más a alzar la mirada hacia el horizonte de la esperanza. El Adviento es mucho más que una cuenta regresiva para la Navidad; es un camino sagrado de expectativa, preparación y renovación. Es un tiempo en el que el Pueblo de Dios se detiene lo suficiente para recordar que nuestras vidas no están guiadas por la casualidad, sino por la promesa: la promesa de Dios de permanecer con nosotros y volver a nosotros.

Un Tiempo de Vigilancia

En este Primer Domingo de Adviento, Jesús nos llama a permanecer despiertos. Sus palabras no buscan infundir miedo, sino despertar el deseo: una santa atención a las formas silenciosas en que Cristo ya está obrando en nuestras vidas. En un mundo abarrotado de ruido, actividad y distracciones, el Adviento nos susurra suavemente: Baja el ritmo. Respira. Presta atención. Si nos permitimos estar en silencio, quizá descubramos que la luz de Dios ya se abre paso donde menos la esperábamos.

La primera semana de Adviento nos ofrece tres invitaciones.

Primero, “Despertar la Esperanza”

La esperanza, el tema de este Año Jubilar, es la primera vela que encendemos, la primera gracia que recibimos. Despertar la esperanza es confiar en la fidelidad de Dios, incluso en circunstancias inciertas. Esta semana, reavivemos la esperanza en nuestras familias, lugares de trabajo y comunidades, con palabras de aliento, gestos de paciencia o simplemente creyendo que Dios aún no ha terminado con nosotros.

A continuación, “Practica la vigilancia”

La vigilancia del Adviento es activa, no pasiva. Es la vigilancia del amor, que está atenta a las necesidades de los demás y lista para responder con compasión. Nos mantenemos despiertos cuando escuchamos a quienes se sienten ignorados, nos acercamos a quienes se sienten invisibles y nos solidarizamos con quienes se sienten olvidados. Cada acto de bondad se convierte en una puerta por la que Cristo entra.

Finalmente, “Preparar espacio”

Así como María abrió su corazón para recibir al Verbo hecho carne, también nosotros estamos llamados a hacer espacio para Cristo. Preparar espacio puede requerir dejar atrás el resentimiento, perdonar o crear momentos de silencio para la oración. Cuando despejamos incluso un pequeño espacio en nuestro interior, Dios lo llena con una gracia que supera con creces nuestra imaginación.

El Adviento trae luz en la oscuridad

Las velas de la corona de Adviento nos recuerdan que incluso la llama más pequeña puede atravesar la noche más profunda. Al encender la primera vela esta semana, que se convierta en un signo de nuestra disposición a recibir a Cristo, no solo en la alegre celebración de la Navidad, sino en cada momento donde se necesita amor, se exige justicia y la misericordia es posible.

Caminando juntos en la esperanza

Caminemos esta semana con el corazón despierto, la mirada en alto y el espíritu entusiasta. Cristo viene; siempre viene. Viene en nuestra oración, en nuestro prójimo, en nuestro anhelo de santidad y en la serena valentía de la esperanza.

Que nos encuentre listos, alegres y radiantes con su luz.


Related Stories

El Obispo David M. O’Connell, C.M., ha compartido este mensaje para el Primer Domingo de Adviento

En este Segundo Domingo de Adviento, la Palabra de Dios se abre ante nosotros con un horizonte lleno de esperanza, misericordia y posibilidades divinas. Por medio del profeta Isaías escuchamos una promesa lo suficientemente poderosa como para conmover incluso al corazón más cansado: “Brotará un retoño del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.” Qué hermoso recordatorio de que Dios hace brotar vida justamente donde nosotros vemos solo finales. Cuando el mundo parece talado o vacío de promesas, Dios ya está obrando —silenciosa y fielmente— para hacer surgir la renovación.

Sobre este Enviado prometido reposa el Espíritu de sabiduría, entendimiento, consejo y fortaleza. En Él, la justicia y la paz se abrazan, y hasta el lobo y el cordero habitan juntos. El Adviento nos reta a creer que el sueño de Dios para la humanidad es mucho más grande que cualquier cosa que podamos lograr por nuestras propias fuerzas.

El salmo responsorial lleva esa promesa aún más lejos: “Florecerá en sus días la justicia y la paz abundará eternamente.” El Adviento, entonces, no es una espera pasiva. Es un despertar—un anhelo activo por el mundo que Dios desea. Es el tiempo en que elevamos la mirada hacia un futuro donde los pobres son defendidos, los vulnerables protegidos y cada corazón encuentra la paz para la que fue creado. Ésta es la paz que nos preparamos para recibir—no solo en nuestra oración privada, sino también en el entramado de nuestras familias, nuestra parroquia y toda nuestra comunidad.

San Pablo, escribiendo a los Romanos, nos recuerda que “por la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, tengamos esperanza.” La esperanza no nace sin esfuerzo; requiere perseverancia, humildad y el valor de acogernos unos a otros, así como Cristo nos ha acogido. Por eso, el Adviento nunca es un camino solitario. Es la Iglesia—un solo cuerpo—avanzando unida hacia la Luz. Nos preparamos no solo para que nuestros propios corazones sean transformados, sino para que nuestra comunidad sea renovada, fortalecida y unida en la alabanza al Dios que salva.

El Evangelio de hoy, según san Mateo, nos presenta la figura austera de Juan el Bautista, una voz solitaria que surge desde el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.” Su clamor rompe nuestra complacencia. Nos invita a mirarnos con sinceridad—nuestras costumbres, nuestras prioridades, nuestras excusas—y a volvernos nuevamente hacia Aquel que viene. El Adviento nos invita a despejar el desorden del pecado, a arrancar lo que está sin vida y a acoger la gracia que llega como fuego: que purifica, ilumina y transforma. En Juan, el mundo antiguo se inclina hacia lo nuevo, y somos recordados de que el Mesías está cerca—más cerca de lo que a veces nos atrevemos a imaginar.

La misma palabra “Adviento”—adventus, “venida”—nos recuerda que vivimos en un mundo visitado por Dios. Cristo vino en la historia en Belén; viene en el misterio, a través de los sacramentos y los movimientos silenciosos de la gracia; y vendrá en majestad al final de los tiempos. Esta temporada nos llama a reducir el ritmo, a hacer espacio, a permitir que la Palabra eche raíces. En una cultura que corre precipitadamente hacia la Navidad, el Adviento nos enseña con suavidad pero con firmeza un ritmo distinto: esperar con propósito, prepararnos con alegría y esperar con una fe inquebrantable.

Que la visión de armonía de Isaías, la promesa de paz del salmista, la exhortación de Pablo hacia la unidad y el llamado a la conversión de Juan moldeen nuestros corazones en estos días santos. Que permitamos a Cristo revestirnos de justicia, afianzarnos en la paz y llenarnos de un amor cada vez más discerniente. Y que, al dar fruto de arrepentimiento y misericordia, nos preparemos no solo para la fiesta de Navidad, sino para la morada eterna de Aquel cuya gloria llena la tierra como las aguas cubren el mar.

Que este Adviento sea para ustedes y sus familias un tiempo de profunda renovación, reconciliación sanadora y esperanza radiante. Caminemos juntos este camino, preparando el camino del Señor, hasta que toda carne vea la salvación de Dios.


   foto de Getty  

El Obispo David M. O’Connell, C.M., ha compartido este mensaje para el Primer Domingo de Adviento:

“Velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor.” (Mateo 24:42)

Al entrar en el santo tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita una vez más a alzar la mirada hacia el horizonte de la esperanza. El Adviento es mucho más que una cuenta regresiva para la Navidad; es un camino sagrado de expectativa, preparación y renovación. Es un tiempo en el que el Pueblo de Dios se detiene lo suficiente para recordar que nuestras vidas no están guiadas por la casualidad, sino por la promesa: la promesa de Dios de permanecer con nosotros y volver a nosotros.

Un Tiempo de Vigilancia

En este Primer Domingo de Adviento, Jesús nos llama a permanecer despiertos. Sus palabras no buscan infundir miedo, sino despertar el deseo: una santa atención a las formas silenciosas en que Cristo ya está obrando en nuestras vidas. En un mundo abarrotado de ruido, actividad y distracciones, el Adviento nos susurra suavemente: Baja el ritmo. Respira. Presta atención. Si nos permitimos estar en silencio, quizá descubramos que la luz de Dios ya se abre paso donde menos la esperábamos.

La primera semana de Adviento nos ofrece tres invitaciones.

Primero, “Despertar la Esperanza”

La esperanza, el tema de este Año Jubilar, es la primera vela que encendemos, la primera gracia que recibimos. Despertar la esperanza es confiar en la fidelidad de Dios, incluso en circunstancias inciertas. Esta semana, reavivemos la esperanza en nuestras familias, lugares de trabajo y comunidades, con palabras de aliento, gestos de paciencia o simplemente creyendo que Dios aún no ha terminado con nosotros.

A continuación, “Practica la vigilancia”

La vigilancia del Adviento es activa, no pasiva. Es la vigilancia del amor, que está atenta a las necesidades de los demás y lista para responder con compasión. Nos mantenemos despiertos cuando escuchamos a quienes se sienten ignorados, nos acercamos a quienes se sienten invisibles y nos solidarizamos con quienes se sienten olvidados. Cada acto de bondad se convierte en una puerta por la que Cristo entra.

Finalmente, “Preparar espacio”

Así como María abrió su corazón para recibir al Verbo hecho carne, también nosotros estamos llamados a hacer espacio para Cristo. Preparar espacio puede requerir dejar atrás el resentimiento, perdonar o crear momentos de silencio para la oración. Cuando despejamos incluso un pequeño espacio en nuestro interior, Dios lo llena con una gracia que supera con creces nuestra imaginación.

El Adviento trae luz en la oscuridad

Las velas de la corona de Adviento nos recuerdan que incluso la llama más pequeña puede atravesar la noche más profunda. Al encender la primera vela esta semana, que se convierta en un signo de nuestra disposición a recibir a Cristo, no solo en la alegre celebración de la Navidad, sino en cada momento donde se necesita amor, se exige justicia y la misericordia es posible.

Caminando juntos en la esperanza

Caminemos esta semana con el corazón despierto, la mirada en alto y el espíritu entusiasta. Cristo viene; siempre viene. Viene en nuestra oración, en nuestro prójimo, en nuestro anhelo de santidad y en la serena valentía de la esperanza.

Que nos encuentre listos, alegres y radiantes con su luz.

Have a news tip? Email [email protected] or Call/Text 360-922-3092

e-Edition


e-edition

Sign up


for our email newsletters

Weekly Top Stories

Sign up to get our top stories delivered to your inbox every Sunday

Daily Updates & Breaking News Alerts

Sign up to get our daily updates and breaking news alerts delivered to your inbox daily

Latest Stories


Mensaje Pastoral para el Segundo Domingo de Adviento
El Obispo David M. O’Connell, C.M., ha compartido este mensaje para el Primer Domingo de Adviento:

Pastoral Message for the Second Sunday of Advent 2025
On this Second Sunday of Advent, the Word of God opens before us a horizon

Father Koch: The work of the Church continues Jesus’ ministry
ohn the Baptizer sent two disciples to Jesus ...

Wins at MOC, Northeast Regionals precede CBA cross country’s goal for national title
The Christian Brothers Academy, Lincroft, cross country team is in a rut. But ...

Vatican II wrapped 60 years ago. Here are the council's highlights
The Second Vatican Council, which after three years of dialogue and document ...


The Evangelist, 40 North Main Ave., Albany, NY, 12203-1422 | PHONE: 518-453-6688| FAX: 518-453-8448
© 2025 Trenton Monitor, All Rights Reserved.