Vivir nuestra fe a través de la caridad

April 14, 2025 at 12:00 a.m.
Los adolescentes elaboran tarjetas navideñas para "Box of Joy" en el DYC el 1 de febrero. foto de Rose O'Connor
Los adolescentes elaboran tarjetas navideñas para "Box of Joy" en el DYC el 1 de febrero. foto de Rose O'Connor

Por Jessica Donohue, Colaboradora especial

Hay algunas palabras en nuestro idioma que, al examinarlas con más detenimiento, contienen un profundo significado que la mayoría desconocemos. Una de ellas es “caridad”. Hace unos años, impartí una clase de cuarto grado en nuestro programa de educación religiosa y pregunté a los alumnos qué significaba “caridad” para ellos. Sus respuestas fueron, creo, similares a las que diría la mayoría de la gente. Coincidieron en que significa hacer algo bueno por alguien menos afortunado. ¡Y tenían razón! Sin embargo, esa es solo una expresión de esta virtud. Cuando comenzamos a examinar la palabra desde una perspectiva católica, descubrimos que incluye algo mucho más.

Para nosotros, como católicos, la definición de caridad es rica en significado, y ese significado se arraiga en nuestra relación con Dios. El Catecismo define la caridad como “la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por sí mismo, y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios”. Este es un amor desinteresado que nos inspira a querer cuidar de los demás y nos motiva a querer servir.

Este deseo de servir y hacer el bien parece ser natural en los jóvenes. Los adultos —padres, familiares, catequistas, amigos— tienen un llamado especial a animar, nutrir y guiar a los niños en este hábito. Aquí hay algunas maneras prácticas de hacerlo:

  • Busquen oportunidades de servicio en las que puedan colaborar en familia o creen su propio proyecto de servicio familiar. Esto puede comenzar conversando con los niños sobre las necesidades que ven en su comunidad y buscando maneras de ayudar. Servir en familia puede ser particularmente útil, ya que muchas organizaciones tienen requisitos de edad para el voluntariado, pero algunas permiten que un niño participe si va acompañado de uno de sus padres. Crear su propio proyecto de servicio familiar también puede permitir que los niños participen más directamente, especialmente si participan en la planificación.
  • Hable con los niños sobre la importancia de la dignidad de quienes atiende. A menudo vemos buenas acciones celebradas en redes sociales, pero el acto se ve comprometido cuando se revela la identidad del receptor o cuando no se toman en cuenta sus sentimientos de necesidad y de recibir ayuda. Los niños, que son "nativos digitales" nacidos en la era de las redes sociales, deben ser guiados con delicadeza por los adultos en este aspecto. Explíqueles que parte de servir a los demás implica pensar en los sentimientos de la otra persona y cuidar la dignidad de nuestros hermanos y hermanas necesitados que aceptan ayuda ajena.
  • Conecta tu servicio con tu fe. Nuestra fe está hecha para ser vivida. Servir es una manera verdaderamente maravillosa de vivir la fe, porque nos permite seguir el ejemplo de Jesús, quien "no vino a ser servido, sino a servir". Destaca a santos cuyas historias o palabras que puedan ser cercanas e inspiradoras para los niños. La enseñanza de Santa Teresita de Lisieux sobre el gran valor de hacer las pequeñas cosas con amor es un ejemplo. El beato Carlo Acutis, probablemente santo este año, fue un joven que usó sus dones de fe y su conocimiento de la tecnología para servir a los demás y es también un maravilloso ejemplo de vivir la virtud de la caridad.


Al cultivar estas semillas de caridad en nuestros hijos, no solo contribuimos a su formación como buenos católicos cristianos, sino también a convertir el futuro de su mundo en un lugar de mayor amor y paz. San Pablo reconoció el poder transformador y esencial de esta virtud, y nos enseña de forma sencilla y profunda en este preciado pasaje de Corintios: “La fe, la esperanza y el amor permanecen, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.”
Jessica Donohue es la líder catequética de la parroquia Santa Juana de Arco, Marlton.


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Para nosotros, como católicos, la definición de caridad es rica en significado, y ese significado se arraiga en nuestra relación con Dios. El Catecismo define la caridad como “la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por sí mismo, y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios”. Este es un amor desinteresado que nos inspira a querer cuidar de los demás y nos motiva a querer servir.

Este deseo de servir y hacer el bien parece ser natural en los jóvenes. Los adultos —padres, familiares, catequistas, amigos— tienen un llamado especial a animar, nutrir y guiar a los niños en este hábito. Aquí hay algunas maneras prácticas de hacerlo:

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  • Hable con los niños sobre la importancia de la dignidad de quienes atiende. A menudo vemos buenas acciones celebradas en redes sociales, pero el acto se ve comprometido cuando se revela la identidad del receptor o cuando no se toman en cuenta sus sentimientos de necesidad y de recibir ayuda. Los niños, que son "nativos digitales" nacidos en la era de las redes sociales, deben ser guiados con delicadeza por los adultos en este aspecto. Explíqueles que parte de servir a los demás implica pensar en los sentimientos de la otra persona y cuidar la dignidad de nuestros hermanos y hermanas necesitados que aceptan ayuda ajena.
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Al cultivar estas semillas de caridad en nuestros hijos, no solo contribuimos a su formación como buenos católicos cristianos, sino también a convertir el futuro de su mundo en un lugar de mayor amor y paz. San Pablo reconoció el poder transformador y esencial de esta virtud, y nos enseña de forma sencilla y profunda en este preciado pasaje de Corintios: “La fe, la esperanza y el amor permanecen, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.”
Jessica Donohue es la líder catequética de la parroquia Santa Juana de Arco, Marlton.

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