La civilidad ahora; la civilidad siempre

August 1, 2024 at 2:57 p.m.

Por Obispo David M. O'Connell, C.M.

Mensaje del obispo David M. O'Connell, C.M.

Hay virtudes y hay virtudes. En el día de hoy, una virtud que no se ve tan a menudo: la civilidad. En un mundo en que la información al instante, mensajes instantáneos, respuestas y la gratificación instantánea se anticipa y más, presume, hasta requiere, queda poco tiempo o cupo para la virtud de la civilidad.

Como las virtudes de mansedumbre, humildad y amabilidad en las interacciones humanas, la civilidad – cuando se la observa o detecta – a menudo se equivoca por la debilidad o cobardía. Tristemente, es una virtud de que se burla más que valora.

Como un obispo de la Iglesia Católica, atestiguo frecuentemente la falta de civilidad. En lugar de lanzar preguntas o compartir preocupaciones o nombrar los asuntos, no se puede satisfacer a algunas personas hasta que fuertemente imponen su perspectiva de la realidad, dejando los sentimientos tambaleados.

¿Por qué sea tan fácil olvidar de que otro ser humano está del otro lado recibiendo esos comentarios agresivos o cartas o correos electrónicos o textos o llamadas telefónicas? ¿Qué ha pasado con el respecto básico, la buena educación y la civilidad? ¿Quién haya decidido de que se debe comportarse de manera cruel o duro para expresarse? ¿Quién habrá decidido que ya no hace falta observar fronteras, seguir normas, mostrar la cortesía para articular un punto de vista?

¿Habremos llegado a un punto en la existencia humana en que se haya reemplazado el “nosotros” con el “yo” tanto de que se haya borrado el bien común como una fundación fundamental para vivir juntos en este mundo y como meta que debemos perseguir?

Los temas que surgen de la gente oscilan entre lo sublime y lo ridículo, pero se las reciban todas por igual, sin distinguir, sin evaluar la importancia, sin reconocer lo que tiene valor, sin pensar en el “prójimo”, ni mencionar un sentido de humor – esa calidad preciosa que, además que el intelecto y libre albedrío, distingue a los seres humanos de los animales.

La civilidad no es solamente una virtud que revela la buena ciudadanía. Es también una virtud que revela la buena cristiandad y humanidad. A lo mejor, la gente se haya cansado de “dar la otra mejilla”; quizás se hayan hartado de perdonar “setenta por siete veces”’ y tal vez, puede ser que piense que el mandato de Jesús de “amar al prójimo como yo los he amado” tenga otro significado.

Nadie dijo nunca que sería fácil. Ciertamente, nuestro Señor no lo hizo cuando advirtió: "Entra por la puerta estrecha". Un poco de civismo en la vida y en las interacciones humanas sería de un largo camino, incluso si es solo un primer paso. Una vez más y recientemente, lamentablemente, hemos sido testigos de cómo la incivilidad levanta su fea cabeza con consecuencias fatales. Ha llegado el momento de que todos den el primer paso para un cambio.



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Mensaje del obispo David M. O'Connell, C.M.

Hay virtudes y hay virtudes. En el día de hoy, una virtud que no se ve tan a menudo: la civilidad. En un mundo en que la información al instante, mensajes instantáneos, respuestas y la gratificación instantánea se anticipa y más, presume, hasta requiere, queda poco tiempo o cupo para la virtud de la civilidad.

Como las virtudes de mansedumbre, humildad y amabilidad en las interacciones humanas, la civilidad – cuando se la observa o detecta – a menudo se equivoca por la debilidad o cobardía. Tristemente, es una virtud de que se burla más que valora.

Como un obispo de la Iglesia Católica, atestiguo frecuentemente la falta de civilidad. En lugar de lanzar preguntas o compartir preocupaciones o nombrar los asuntos, no se puede satisfacer a algunas personas hasta que fuertemente imponen su perspectiva de la realidad, dejando los sentimientos tambaleados.

¿Por qué sea tan fácil olvidar de que otro ser humano está del otro lado recibiendo esos comentarios agresivos o cartas o correos electrónicos o textos o llamadas telefónicas? ¿Qué ha pasado con el respecto básico, la buena educación y la civilidad? ¿Quién haya decidido de que se debe comportarse de manera cruel o duro para expresarse? ¿Quién habrá decidido que ya no hace falta observar fronteras, seguir normas, mostrar la cortesía para articular un punto de vista?

¿Habremos llegado a un punto en la existencia humana en que se haya reemplazado el “nosotros” con el “yo” tanto de que se haya borrado el bien común como una fundación fundamental para vivir juntos en este mundo y como meta que debemos perseguir?

Los temas que surgen de la gente oscilan entre lo sublime y lo ridículo, pero se las reciban todas por igual, sin distinguir, sin evaluar la importancia, sin reconocer lo que tiene valor, sin pensar en el “prójimo”, ni mencionar un sentido de humor – esa calidad preciosa que, además que el intelecto y libre albedrío, distingue a los seres humanos de los animales.

La civilidad no es solamente una virtud que revela la buena ciudadanía. Es también una virtud que revela la buena cristiandad y humanidad. A lo mejor, la gente se haya cansado de “dar la otra mejilla”; quizás se hayan hartado de perdonar “setenta por siete veces”’ y tal vez, puede ser que piense que el mandato de Jesús de “amar al prójimo como yo los he amado” tenga otro significado.

Nadie dijo nunca que sería fácil. Ciertamente, nuestro Señor no lo hizo cuando advirtió: "Entra por la puerta estrecha". Un poco de civismo en la vida y en las interacciones humanas sería de un largo camino, incluso si es solo un primer paso. Una vez más y recientemente, lamentablemente, hemos sido testigos de cómo la incivilidad levanta su fea cabeza con consecuencias fatales. Ha llegado el momento de que todos den el primer paso para un cambio.


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