El Buen Samaritano en el tiempo de COVID
January 8, 2021 at 6:56 p.m.
Es difícil para muchos de nosotros conseguir ayuda que venga de fuentes que sean confidenciales y gratuitas. A veces queremos ayudar y, por una razón, el temor nos paraliza, pero si nosotros nos armamos de información que podemos proveer a los demás que se encuentren necesitados, estamos ayudando tanto como aquellos que están al frente haciendo trabajos que quizás nosotros no podemos o no estamos capacitados.
La resistencia de nuestras comunidades latinas frente a lo que hemos sufrido es increíble. Para muchos
de nosotros no solo tenemos que vivir con el temor de enfermarse con el coronavirus COVID-19, llega aún más lejos porque muchos nos encontramos en un país extranjero donde no tenemos familias. No conocemos el idioma. No nos podemos transportar fácilmente y no queremos pedir asistencia por temor a ser deportados o descubiertos de vivir “indocumentados e ilegales”, como a veces somos llamados.
He visto y oído de casos donde muchos latinos y latinas han sufrido la pérdida de un familiar querido y cercano por no saber cómo actuar o navegar este sistema político-social que no nos inspira confianza y recurrimos a tradiciones y recursos que están más allá del verdadero cuidado que necesita una persona que está padeciendo de este virus.
Una de las figuras más generosas que encontramos en la Biblia es la del buen samaritano, quien vemos que, a diferencia del sacerdote y el levita, se detiene, se acerca y ayuda al hombre desconocido que ve mal herido. El samaritano fue movido a misericordia porque vio necesidad y supo que algo tenía que hacer. Así es como nosotros podemos ver y estar atentos, no ir por la vida con los ojos cerrados, porque
hay demasiada necesidad en el mundo para quedarnos indiferentes. Salgamos de nuestra burbuja y sensibilicémonos a lo que sucede alrededor, porque no todos tienen nuestros privilegios y bendiciones.
¡Hay necesidad y debemos actuar!
Así como el samaritano ayudó y supo a dónde llevar al enfermo, así podemos nosotros informarnos de servicios disponibles en nuestras comunidades.
Seamos como el samaritano o el herido, ambos son papeles claves en el camino y el encuentro en medio de esta pandemia.
Alberto Billini, MS, LCADC, CJC, es feligrés de la Parroquia San Antonio de Padua, Hightstown. Ha facilitado talleres de RICA para la Diócesis y la
Catedral. Trabaja como consejero con enfoque en adicciones y crisis para Capital Health, Henry J. Austin Health Clinic en Trenton y más. Es educador y mantiene su propio consultorio también.
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Es difícil para muchos de nosotros conseguir ayuda que venga de fuentes que sean confidenciales y gratuitas. A veces queremos ayudar y, por una razón, el temor nos paraliza, pero si nosotros nos armamos de información que podemos proveer a los demás que se encuentren necesitados, estamos ayudando tanto como aquellos que están al frente haciendo trabajos que quizás nosotros no podemos o no estamos capacitados.
La resistencia de nuestras comunidades latinas frente a lo que hemos sufrido es increíble. Para muchos
de nosotros no solo tenemos que vivir con el temor de enfermarse con el coronavirus COVID-19, llega aún más lejos porque muchos nos encontramos en un país extranjero donde no tenemos familias. No conocemos el idioma. No nos podemos transportar fácilmente y no queremos pedir asistencia por temor a ser deportados o descubiertos de vivir “indocumentados e ilegales”, como a veces somos llamados.
He visto y oído de casos donde muchos latinos y latinas han sufrido la pérdida de un familiar querido y cercano por no saber cómo actuar o navegar este sistema político-social que no nos inspira confianza y recurrimos a tradiciones y recursos que están más allá del verdadero cuidado que necesita una persona que está padeciendo de este virus.
Una de las figuras más generosas que encontramos en la Biblia es la del buen samaritano, quien vemos que, a diferencia del sacerdote y el levita, se detiene, se acerca y ayuda al hombre desconocido que ve mal herido. El samaritano fue movido a misericordia porque vio necesidad y supo que algo tenía que hacer. Así es como nosotros podemos ver y estar atentos, no ir por la vida con los ojos cerrados, porque
hay demasiada necesidad en el mundo para quedarnos indiferentes. Salgamos de nuestra burbuja y sensibilicémonos a lo que sucede alrededor, porque no todos tienen nuestros privilegios y bendiciones.
¡Hay necesidad y debemos actuar!
Así como el samaritano ayudó y supo a dónde llevar al enfermo, así podemos nosotros informarnos de servicios disponibles en nuestras comunidades.
Seamos como el samaritano o el herido, ambos son papeles claves en el camino y el encuentro en medio de esta pandemia.
Alberto Billini, MS, LCADC, CJC, es feligrés de la Parroquia San Antonio de Padua, Hightstown. Ha facilitado talleres de RICA para la Diócesis y la
Catedral. Trabaja como consejero con enfoque en adicciones y crisis para Capital Health, Henry J. Austin Health Clinic en Trenton y más. Es educador y mantiene su propio consultorio también.