Una voz clama: Preparen el camino del Señor

December 6, 2021 at 2:35 p.m.
Una voz clama: Preparen el camino del Señor
Una voz clama: Preparen el camino del Señor

Por Obispo David M. O'Connell, C.M.

En el pasaje que leemos del Evangelio según San Lucas para este Domingo (3:1-6), San Juan el Bautista juega un papel prominente, proclamando un “bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados”. El autor santo nos recuerda de las palabras del profeta Isaías para identificarle a Juan como “Una voz proclama: “Preparen en el desierto un camino para el Señor” (Isaías 40:30).

Juan el Bautista es una figura enigmática en el Evangelio. Él es el cruce de encuentro entre el Antiguo y Nuevo Testamento, preparando el camino del Señor tal como su sucesor para luego presentar el mundo a Él. Es un profeta ascético judío – Jesús se le refirió a Juan diciendo que “entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista” (Mateo 11:11), de hecho, el último de los profetas del Antiguo Testamento. Su grandeza se derive más importantemente porque Dios le escogió para una razón singular en las Escrituras.

Jesús y Juan “se conocen” por primera vez en los vientres de María y su familiar Elizabet cuando Juan “saltó en su vientre” (Lucas 1:41) en el encuentro. Aunque sean familia, no sabemos si se vieron de nuevo antes del Bautismo en el Jordán unos 30 años luego. Tampoco queda claro si Juan “le conocía o le reconocía, por lo menos hasta que el Espíritu Santo descendiera sobre Él en la orilla del río y se oyó la voz del Padre. Juan era el mensajero de quien habló Isaías unos 800 años antes, un papel que el mismo describió en el Evangelio de Juan (1:23). Jesús era el “mensaje”, la Buena Nueva, el Mesías en quien Dios se complació (Mateo 3:17; Marcos 1:11; Lucas 3:22) mientras Juan le bautizaba. Y no estamos seguros si Juan y Jesús se ven de nuevo después de aquel evento.

Estas palabras del Evangelio resuenan fuerte ahora que seguimos nuestro camino por Adviento” “voz” y “preparar”. Se supone que las voces deben ser oídas. Para nosotros como cristianos, la palabra de Dios es una “voz” que se debe oír. Las profecías del Antiguo Testamento son la Palabra de Dios, su voz, oída hace casi 3,000 años, “preparando” al mundo a conocer y acoger al Mesías. Es totalmente llena de anticipación, expectativa y esperanza. ÉL, el prometido de hace tanto tiempo es ÉL que vendría. “Preparen su camino”.

El nuevo Testamento revela la Palabra de Dios, su voz hablada hace 2,000 años “preparando” al mundo a conocer y seguir a Él que ha venido, a Él quien “desde el primer día hasta ahora”, como la segunda lectura de la Carta a los Filipenses recuerda al mundo, “de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús”.

Sí, una “voz”, la voz de Dios se debe oír “en el desierto” además que en las calles de las ciudades; en los hogares y dentro de la familia; en los lugares del trabajo, las escuelas y en los vecindarios; en los sitios litúrgicos y en las comunidades a su alrededor. Si reconozcamos y conozcamos una “voz”, la voz de Dios, sea para que se la oiga, entonces debemos estar “preparados” para escucharla, hacerla caso y actuar. Cuando María oyó la voz de Dios a través del Ángel Gabriel, ella la escuchó y respondió sí, “hágase en mí según tu palabra”. Eso es algo de que debemos contemplar este Adviento.


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Juan el Bautista es una figura enigmática en el Evangelio. Él es el cruce de encuentro entre el Antiguo y Nuevo Testamento, preparando el camino del Señor tal como su sucesor para luego presentar el mundo a Él. Es un profeta ascético judío – Jesús se le refirió a Juan diciendo que “entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista” (Mateo 11:11), de hecho, el último de los profetas del Antiguo Testamento. Su grandeza se derive más importantemente porque Dios le escogió para una razón singular en las Escrituras.

Jesús y Juan “se conocen” por primera vez en los vientres de María y su familiar Elizabet cuando Juan “saltó en su vientre” (Lucas 1:41) en el encuentro. Aunque sean familia, no sabemos si se vieron de nuevo antes del Bautismo en el Jordán unos 30 años luego. Tampoco queda claro si Juan “le conocía o le reconocía, por lo menos hasta que el Espíritu Santo descendiera sobre Él en la orilla del río y se oyó la voz del Padre. Juan era el mensajero de quien habló Isaías unos 800 años antes, un papel que el mismo describió en el Evangelio de Juan (1:23). Jesús era el “mensaje”, la Buena Nueva, el Mesías en quien Dios se complació (Mateo 3:17; Marcos 1:11; Lucas 3:22) mientras Juan le bautizaba. Y no estamos seguros si Juan y Jesús se ven de nuevo después de aquel evento.

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El nuevo Testamento revela la Palabra de Dios, su voz hablada hace 2,000 años “preparando” al mundo a conocer y seguir a Él que ha venido, a Él quien “desde el primer día hasta ahora”, como la segunda lectura de la Carta a los Filipenses recuerda al mundo, “de que aquel que comenzó en ustedes esta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús”.

Sí, una “voz”, la voz de Dios se debe oír “en el desierto” además que en las calles de las ciudades; en los hogares y dentro de la familia; en los lugares del trabajo, las escuelas y en los vecindarios; en los sitios litúrgicos y en las comunidades a su alrededor. Si reconozcamos y conozcamos una “voz”, la voz de Dios, sea para que se la oiga, entonces debemos estar “preparados” para escucharla, hacerla caso y actuar. Cuando María oyó la voz de Dios a través del Ángel Gabriel, ella la escuchó y respondió sí, “hágase en mí según tu palabra”. Eso es algo de que debemos contemplar este Adviento.

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