Una meditación cuaresmal

Pedro, nuestro guía perfecto para Cuaresma
July 29, 2019 at 12:37 p.m.
Una meditación cuaresmal
Una meditación cuaresmal

Bishop David M. O'Connell, C.M.

La oración final en el Breviario para el primer domingo de Cuaresma dijo:

Padre, durante esta Cuaresma, ayúdanos a entender el significado de la muerte y resurrección de tu Hijo y enséñanos a reflejarlo en nuestras vidas.
La alternativa oración de conclusión fue:
Señor nuestro Dios… llévanos a Ti y a la vida de tu Hijo que nos ganó a través de su muerte en la cruz.

Siempre ha sido claro desde el principio de este tiempo santo de Cuaresma que la Iglesia quiere que nos enfoquemos de manera especial en la Pasión de Cristo como el camino a la gloria Pascual. No podemos hacer eso sin mirar a los cuatro Evangelios y sus “narrativas de la Pasión” ahí, o sean las secciones de Mateo, Marcos, Lucas y Juan que hablan de la historia de la muerte salvadora de Jesús en la cruz. Quisiera considerar un personaje en esa historia.

Aparte de Jesús mismo, ningún otro personaje recibe más atención en las narrativas de las Pasión que Pedro. Los evangelistas cuentas muchos detalles importantes sobre los últimos día de Jesús de maneras diferentes --- lo que dijo durante la Última Cena, quienes estaban presentas en su crucifixión, cuáles eran sus últimas palabras de la cruz --- pero están de acuerdo en contar que Pedro negó a Jesús tres veces. Es el único lugar en que las narrativas de la Pasión coinciden tan específicamente en los cuatro Evangelios.

La historia de la negación de Pedro en los cuatro Evangelios era extraordinariamente vívida, llena de detalles llamativos que captaron la imaginación de los primeros cristianos y quedaron grabados en sus memorias:

  1. Que Pedro le siguió a Jesús de una distancia a la plaza del sumo sacerdote; que se acercó a la fogata a calentarse cuando le reconoció una mujer sirviente;
  2. Que se escapó para no tener que responder a las preguntas de la mujer;
  3. Que las personas escuchando reconocieron el acento galileo;
  4. Que, al reflexionar sobre lo que había hecho, Pedro pasó por los pasos emocionales de evadir a negar, a maldecir y a jurar;
  5. Que escuchó al gallo cantar y que Jesús le miró precisamente en el momento de la tercera negación;
  6. Que, al recordar las palabras profetas de Jesús, lloró fuertemente.

Al reflexionar en las negaciones de Pedro, es importante recordar que cada Evangelio nos cuenta un “antes” y un “después,” un preludio y una secuencia. Nos demos cuenta de tres escenas en el preludio.

En una escena más temprano en el Evangelio, un momento más tranquilo, Pedro profesa su fe en Jesús públicamente:

Él les preguntó de nuevo: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” “Tú eres el Cristo (el Mesías),” Le respondió Pedro (Marcos 8:29).
Simón Pedro respondió: “Tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16).”

Pero, en medio de la historia de la Pasión, Pedro niega con un juramento que ni le conoce a Jesús.

En otra escena del Evangelio, ahora en la Última Cena, Pedro dice: “Aunque todos se aparten, yo, sin embargo, no lo haré (Marcos 14:29),” evocando esta profecía de Jesús: “En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, Me negarás tres veces (14:30)”. Pedro insiste: “Aunque tengaque morir junto a Ti, no Te negaré (14:31)”; pero sus palabras son pura bravata. El Evangelio según San Marcos termina la Última Cena abruptamente con este alarde no realista y el drama se mueva al Jardín de Olivos, donde la tercera escena del preludio se lleva a cabo.

En el jardín, Jesús le dice a Pedro, Santiago y Juan: “Quédense aquí y velen (Marcos 14:24-28)”. Se duermen. Entonces Jesús llama la atención a Pedro: “Simón, ¿duermes? ¿No pudiste velar ni por una hora?  Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil (14:37-38)”.

¡Quédense aquí!  ¡Velen! En el preludio, Pedro no hace ninguna de las dos cosas. No se prepara para la gran prueba que le queda adelante.

El significado de todo esto es recontra claro, especialmente en el Evangelio según San Marcos. Marcos nos cuenta que el primer discípulo nombrado (Marcos 1:16) y el ultimo discípulo nombrado (16:7), el primero de profesar públicamente a Jesús (8:29) y quien habló de su voluntad de seguirle a Jesús hasta a su muerte se duerme (14:31), no reza, se huye en el momento clave, y niega con un juramento que ni conoce a Jesús. Era completamente no preparado para llevar la cruz con el Señor y seguirlo (8:34).

Sin duda la segunda parte de la historia es mucha más feliz. Aunque Pedro esté lento para creer también después de la resurrección (Lucas 24:11), Jesús le aparece (24:34) y le lleva a la penitencia para que, ya convertido, empieza a fortalecer a los demás (Lucas 22:32). Pedro profesa amar al Señor tres veces (Juan 21:15-17), semejante a sus tres negaciones. Él toma el puesto de líder de los Doce, el evangelista de los circuncidados (Gálatas 2:7), y pilar de la iglesia de Jerusalén. (Gálatas 2:9).

¿Habrá mejor personaje de Cuaresma que Pedro? Cuaresma es el tiempo para renovar nuestra profesión bautismal de la fe, reorientando nuestras vidas hacia el Señor, para comprometernos de nuevo a aceptar nuestra cruz y seguirle a Jesús. Esta Cuaresma, les ofrezco tres sugerencias sobre el rol de Pedro en las narrativas de la Pasión para nuestra reflexión.

  • La primera reflexión es muy sencilla, y muy dura también. No hace falta ser psiquiatra para entender las razones por la falla de Pedro. Él no reconocía su propia debilidad; se creía en lugar de humillarse. Al contrario del pedido repetido de Jesús, no se quedó despierto y no rezó. Se ve la debilidad de Pedro aún más claramente en el Evangelio según Marcos si recordamos las palabras que usó Jesús para empezar su última parábola, antes de empezar la narrativa de la Pasión: “Estén alerta, velen; porque no saben cuándo es el tiempo señalado (13:33)”. Entonces, la historia de Pedro nos ofrece preguntas bastante directas esta Cuaresma: ¿Reconocemos nuestra propia fragilidad? ¿Nos humillamos frente al Señor, conscientes que “tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros (2 Corintios 4:7)”? ¿Estamos alertos, velando? ¿Tenemos a los ojos abiertos para ver la agonía del Señor en el jardín? ¿Reconocemos su sufrimiento en las personas de la calle que buscan cubrir la frialdad? ¿Nos conmueve la mirada angustiada en los ojos de niños hambrientos o madres sin esperanza? ¿Rezamos con humildad y diligencia como nos pide hacer Jesús? La pregunta que le hace a Pedro contiene uno de los desafíos más fundamentales en el Nuevo Testamento: “¿No pudiste velar ni por una hora? Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil (Marcos 14:37-38)”. ¿Tomamos en serio el mandato urgente de las primeras dos cartas de Pedro o las leemos como si están compuestas solo con lenguaje figurativo?: “Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8)”.
  •  En muchas etapas de la historia de la Iglesia, hagiógrafos hesitan mencionar las fallas de los santos. A los evangelistas no les importaba compartirlas. Hablan con gran honestad sobre la infidelidad de Pedro. Pero, bajo lo que escribieron, se encuentra una enseñanza sutil de esperanza. La narración de las negaciones de Pedro no termina como algo negativo. A cambio, los escritores del Nuevo Testamento se enfocan en su rol renovado y positivo en la vida de la Iglesia después de la Resurrección (Lucas 24:34; Hechos 1:15; 1:22; 2:14; 3:1; 4:8; 5:29; 8:32ff; 10:9ff; I Corintios 15:5). La historia de Pedro animaba a los cristianos que estaban ya sufriendo la persecución cuando escribieron los Evangelios. Su muerte como martirio, alrededor del año 64, atestiguó claramente que, después de haber fallado inicialmente, eventualmente aceptó su cruz con fuerza y siguió a Jesús. Seguramente, en momentos difíciles, muchos de los primeros cristianos como Pedro, conocían sus debilidades y fallaban, como nosotros lo hacemos. Pero los evangelistas les aseguraba que había esperanza: el cambio, el crecimiento, la conversión siempre son posibles. ¿Puede coexistir gran debilidad, fallas graves y el amor penitente dentro de la misma persona? La historia de Pedro nos dice que sí.
  • Mientras nos escriben sobre Pedro, los evangelistas también nos ofrecen algo del realismo cristiano en cuanto las personas que ejercitan autoridad en la Iglesia. La historia nos provee con muchos ejemplos de personajes quienes, como Pedro, han sido infieles. Entonces, al leer las descripciones de las negaciones de Pedro en las narrativas de la Pasión, es muy importante que nosotros que ejercitamos autoridad reconocemos con humildad nuestros pecados. ¿Te sorprendes reconocer fallas obvias en las personas llamadas por el Señor al servicio de autoridad? El realismo cristiano nos enseña que siempre ha sido así, no solo con Pedro, no solo con los otros Apóstoles que se huyeron, pero también con los papas, los obispos, y todo tipo de líder de la Iglesia. Lo mismo es cierto sobre otras figuras de autoridad en la sociedad como los padres de familia, los maestros, los abogados y jueces, los médicos, los gerentes, los ejecutivos y más y más ejemplos. En la Iglesia hay santos y pecadores. De hecho, hay una mezcla del santo y pecador en cada uno de nosotros. El pecado y la gracia luchan profundamente dentro del corazón de cada cristiano, incluyendo a los cristianos con autoridad. Los Evangelios proclaman que, como en el caso de Pedro, la gracia ganará (¡aún con las personas con autoridad!) --- si, por supuesto, estamos dispuestos a velar y rezar.

Eso, creo yo, es el desafío frente a nosotros mientras seguimos en este tiempo santo de Cuaresma: “Velen y recen”. Oímos tanto sobre Pedro en las narrativas de la Pasión que él se hace un símbolo de y un modelo para nuestra propia relación con Cristo. Estas han sido unas meditaciones y reflexiones esta Cuaresma. Quisiera terminar con una oración con las palabras de la segunda carta atribuida a Pedro en el Nuevo Testamento:

Pido al Señor crucificado y resucitado a fortalecernos en estos días para que podamos mantener nuestros ojos en Él constantemente “como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en sus corazones (2 Pedro 1:19)”.

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La oración final en el Breviario para el primer domingo de Cuaresma dijo:

Padre, durante esta Cuaresma, ayúdanos a entender el significado de la muerte y resurrección de tu Hijo y enséñanos a reflejarlo en nuestras vidas.
La alternativa oración de conclusión fue:
Señor nuestro Dios… llévanos a Ti y a la vida de tu Hijo que nos ganó a través de su muerte en la cruz.

Siempre ha sido claro desde el principio de este tiempo santo de Cuaresma que la Iglesia quiere que nos enfoquemos de manera especial en la Pasión de Cristo como el camino a la gloria Pascual. No podemos hacer eso sin mirar a los cuatro Evangelios y sus “narrativas de la Pasión” ahí, o sean las secciones de Mateo, Marcos, Lucas y Juan que hablan de la historia de la muerte salvadora de Jesús en la cruz. Quisiera considerar un personaje en esa historia.

Aparte de Jesús mismo, ningún otro personaje recibe más atención en las narrativas de las Pasión que Pedro. Los evangelistas cuentas muchos detalles importantes sobre los últimos día de Jesús de maneras diferentes --- lo que dijo durante la Última Cena, quienes estaban presentas en su crucifixión, cuáles eran sus últimas palabras de la cruz --- pero están de acuerdo en contar que Pedro negó a Jesús tres veces. Es el único lugar en que las narrativas de la Pasión coinciden tan específicamente en los cuatro Evangelios.

La historia de la negación de Pedro en los cuatro Evangelios era extraordinariamente vívida, llena de detalles llamativos que captaron la imaginación de los primeros cristianos y quedaron grabados en sus memorias:

  1. Que Pedro le siguió a Jesús de una distancia a la plaza del sumo sacerdote; que se acercó a la fogata a calentarse cuando le reconoció una mujer sirviente;
  2. Que se escapó para no tener que responder a las preguntas de la mujer;
  3. Que las personas escuchando reconocieron el acento galileo;
  4. Que, al reflexionar sobre lo que había hecho, Pedro pasó por los pasos emocionales de evadir a negar, a maldecir y a jurar;
  5. Que escuchó al gallo cantar y que Jesús le miró precisamente en el momento de la tercera negación;
  6. Que, al recordar las palabras profetas de Jesús, lloró fuertemente.

Al reflexionar en las negaciones de Pedro, es importante recordar que cada Evangelio nos cuenta un “antes” y un “después,” un preludio y una secuencia. Nos demos cuenta de tres escenas en el preludio.

En una escena más temprano en el Evangelio, un momento más tranquilo, Pedro profesa su fe en Jesús públicamente:

Él les preguntó de nuevo: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” “Tú eres el Cristo (el Mesías),” Le respondió Pedro (Marcos 8:29).
Simón Pedro respondió: “Tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo del Dios viviente (Mateo 16:16).”

Pero, en medio de la historia de la Pasión, Pedro niega con un juramento que ni le conoce a Jesús.

En otra escena del Evangelio, ahora en la Última Cena, Pedro dice: “Aunque todos se aparten, yo, sin embargo, no lo haré (Marcos 14:29),” evocando esta profecía de Jesús: “En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, Me negarás tres veces (14:30)”. Pedro insiste: “Aunque tengaque morir junto a Ti, no Te negaré (14:31)”; pero sus palabras son pura bravata. El Evangelio según San Marcos termina la Última Cena abruptamente con este alarde no realista y el drama se mueva al Jardín de Olivos, donde la tercera escena del preludio se lleva a cabo.

En el jardín, Jesús le dice a Pedro, Santiago y Juan: “Quédense aquí y velen (Marcos 14:24-28)”. Se duermen. Entonces Jesús llama la atención a Pedro: “Simón, ¿duermes? ¿No pudiste velar ni por una hora?  Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil (14:37-38)”.

¡Quédense aquí!  ¡Velen! En el preludio, Pedro no hace ninguna de las dos cosas. No se prepara para la gran prueba que le queda adelante.

El significado de todo esto es recontra claro, especialmente en el Evangelio según San Marcos. Marcos nos cuenta que el primer discípulo nombrado (Marcos 1:16) y el ultimo discípulo nombrado (16:7), el primero de profesar públicamente a Jesús (8:29) y quien habló de su voluntad de seguirle a Jesús hasta a su muerte se duerme (14:31), no reza, se huye en el momento clave, y niega con un juramento que ni conoce a Jesús. Era completamente no preparado para llevar la cruz con el Señor y seguirlo (8:34).

Sin duda la segunda parte de la historia es mucha más feliz. Aunque Pedro esté lento para creer también después de la resurrección (Lucas 24:11), Jesús le aparece (24:34) y le lleva a la penitencia para que, ya convertido, empieza a fortalecer a los demás (Lucas 22:32). Pedro profesa amar al Señor tres veces (Juan 21:15-17), semejante a sus tres negaciones. Él toma el puesto de líder de los Doce, el evangelista de los circuncidados (Gálatas 2:7), y pilar de la iglesia de Jerusalén. (Gálatas 2:9).

¿Habrá mejor personaje de Cuaresma que Pedro? Cuaresma es el tiempo para renovar nuestra profesión bautismal de la fe, reorientando nuestras vidas hacia el Señor, para comprometernos de nuevo a aceptar nuestra cruz y seguirle a Jesús. Esta Cuaresma, les ofrezco tres sugerencias sobre el rol de Pedro en las narrativas de la Pasión para nuestra reflexión.

  • La primera reflexión es muy sencilla, y muy dura también. No hace falta ser psiquiatra para entender las razones por la falla de Pedro. Él no reconocía su propia debilidad; se creía en lugar de humillarse. Al contrario del pedido repetido de Jesús, no se quedó despierto y no rezó. Se ve la debilidad de Pedro aún más claramente en el Evangelio según Marcos si recordamos las palabras que usó Jesús para empezar su última parábola, antes de empezar la narrativa de la Pasión: “Estén alerta, velen; porque no saben cuándo es el tiempo señalado (13:33)”. Entonces, la historia de Pedro nos ofrece preguntas bastante directas esta Cuaresma: ¿Reconocemos nuestra propia fragilidad? ¿Nos humillamos frente al Señor, conscientes que “tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros (2 Corintios 4:7)”? ¿Estamos alertos, velando? ¿Tenemos a los ojos abiertos para ver la agonía del Señor en el jardín? ¿Reconocemos su sufrimiento en las personas de la calle que buscan cubrir la frialdad? ¿Nos conmueve la mirada angustiada en los ojos de niños hambrientos o madres sin esperanza? ¿Rezamos con humildad y diligencia como nos pide hacer Jesús? La pregunta que le hace a Pedro contiene uno de los desafíos más fundamentales en el Nuevo Testamento: “¿No pudiste velar ni por una hora? Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil (Marcos 14:37-38)”. ¿Tomamos en serio el mandato urgente de las primeras dos cartas de Pedro o las leemos como si están compuestas solo con lenguaje figurativo?: “Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8)”.
  •  En muchas etapas de la historia de la Iglesia, hagiógrafos hesitan mencionar las fallas de los santos. A los evangelistas no les importaba compartirlas. Hablan con gran honestad sobre la infidelidad de Pedro. Pero, bajo lo que escribieron, se encuentra una enseñanza sutil de esperanza. La narración de las negaciones de Pedro no termina como algo negativo. A cambio, los escritores del Nuevo Testamento se enfocan en su rol renovado y positivo en la vida de la Iglesia después de la Resurrección (Lucas 24:34; Hechos 1:15; 1:22; 2:14; 3:1; 4:8; 5:29; 8:32ff; 10:9ff; I Corintios 15:5). La historia de Pedro animaba a los cristianos que estaban ya sufriendo la persecución cuando escribieron los Evangelios. Su muerte como martirio, alrededor del año 64, atestiguó claramente que, después de haber fallado inicialmente, eventualmente aceptó su cruz con fuerza y siguió a Jesús. Seguramente, en momentos difíciles, muchos de los primeros cristianos como Pedro, conocían sus debilidades y fallaban, como nosotros lo hacemos. Pero los evangelistas les aseguraba que había esperanza: el cambio, el crecimiento, la conversión siempre son posibles. ¿Puede coexistir gran debilidad, fallas graves y el amor penitente dentro de la misma persona? La historia de Pedro nos dice que sí.
  • Mientras nos escriben sobre Pedro, los evangelistas también nos ofrecen algo del realismo cristiano en cuanto las personas que ejercitan autoridad en la Iglesia. La historia nos provee con muchos ejemplos de personajes quienes, como Pedro, han sido infieles. Entonces, al leer las descripciones de las negaciones de Pedro en las narrativas de la Pasión, es muy importante que nosotros que ejercitamos autoridad reconocemos con humildad nuestros pecados. ¿Te sorprendes reconocer fallas obvias en las personas llamadas por el Señor al servicio de autoridad? El realismo cristiano nos enseña que siempre ha sido así, no solo con Pedro, no solo con los otros Apóstoles que se huyeron, pero también con los papas, los obispos, y todo tipo de líder de la Iglesia. Lo mismo es cierto sobre otras figuras de autoridad en la sociedad como los padres de familia, los maestros, los abogados y jueces, los médicos, los gerentes, los ejecutivos y más y más ejemplos. En la Iglesia hay santos y pecadores. De hecho, hay una mezcla del santo y pecador en cada uno de nosotros. El pecado y la gracia luchan profundamente dentro del corazón de cada cristiano, incluyendo a los cristianos con autoridad. Los Evangelios proclaman que, como en el caso de Pedro, la gracia ganará (¡aún con las personas con autoridad!) --- si, por supuesto, estamos dispuestos a velar y rezar.

Eso, creo yo, es el desafío frente a nosotros mientras seguimos en este tiempo santo de Cuaresma: “Velen y recen”. Oímos tanto sobre Pedro en las narrativas de la Pasión que él se hace un símbolo de y un modelo para nuestra propia relación con Cristo. Estas han sido unas meditaciones y reflexiones esta Cuaresma. Quisiera terminar con una oración con las palabras de la segunda carta atribuida a Pedro en el Nuevo Testamento:

Pido al Señor crucificado y resucitado a fortalecernos en estos días para que podamos mantener nuestros ojos en Él constantemente “como a una lámpara que brilla en el lugar oscuro, hasta que el día despunte y el lucero de la mañana aparezca en sus corazones (2 Pedro 1:19)”.

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