Las historias Navideñas atestiguan la creencia fundamental de "Dios con nosotros"
July 29, 2019 at 12:37 p.m.
Si estás buscando lo que dice la Biblia sobre la Navidad, no buscarás por mucho tiempo. La historia del nacimiento de Cristo solo se encuentra en los Evangelios de Mateo y Lucas, los que se conocen como “las narrativas de la infancia.” Al comparar las dos versiones sobre el mismo evento, te darás cuenta varían un poco. Para algunas personas, las diferencias les impulsa a cuestionar, o hasta dudar nuestro “conocimiento” del evento que celebramos cada año durante esta temporada. Para otras, sin embargo, las diferencias demuestran algo importante que debemos recordar al leer la Biblia. La importancia no está en los detalles de alguna historia sino en el mensaje central que difunden o la verdad que buscan elaborar. La fe requiere de esa forma de afirmación: no se trata tanto de lo que vemos o sentimos, sino de lo que no podemos ver y aun así creer. Se trata de que “Es la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).”
Durante siglos, el pueblo de Israel “esperaba” al Mesías prometido antes del nacimiento de Cristo. “Habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas (Hebreos 11:1).” Sus pronósticos, sus visiones y, sí también, sus palabras eran diferentes – las escuchamos durante el Adviento – y sin embargo, todas contienen la verdad que apoya la convicción y la fe antigua en “Aquel que viene,” Jesús el Salvador.
Juan el Bautista, el último de los profetas del Antiguo Testamento y quien Jesús reconoció diciendo “entre losnacidosdemujer, nohaynadiemayorque Juan,” cuestionó a Jesús, mientras estaba en la cárcel, preguntándole “¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?”
Y Jesús respondió “Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el Evangelio (Mateo 11:4-5)” --- todo lo que se esperaba en el Mesías prometido.
Jesús no cuadraba con la imagen esperada… no “parecía” el Salvador que imaginaban, no emparejaba con todos los detalles diferentes que lo anticipaban. Marcos y Juan ni siquiera mencionan la natividad en sus Evangelios pero Mateo y Lucas sí, aunque sean narrativas navideñas diferentes. Los cuatro Evangelios, sin embargo, atestiguan una verdad central de nuestra fe: la Encarnación; La Palabra se hizo carne; Emanuel, “Dios con nosotros.”
Todos los elementos de la historia antigua de la Navidad que se nos ha pasado en los Evangelios de Mateo y Lucas nos cuentan algo, nos enseñan algo… algo para cuidar, querer, celebrar y creer en la profundidad de sus ricos, maravillosos y hermosos detalles.
La Anunciación del Ángel Gabriel a María captura nuestra atención y nos alista para creer; el sí de María y la buena voluntad de José de quedarse con ella presagia nuestra “convicción sobre las cosas que no vemos;” la jornada de fe de María y José a la Ciudad de David simboliza nuestra jornada de fe por la vida; la estrella en el cielo oriental es la luz de la fe que nos guía a encontrar a Cristo; el establo y el pesebre revelan la humildad y la pobreza que se requiere para crear espacio para la fe en Cristo; el canto glorioso de los ángeles nos dice desde la fe que no ha habido ni habrá un nacimiento semejante en el mundo; los pastores humildes y los reyes sabios juntos en el mismo lugar nos revelan que Cristo ha venido para todos; los pobres, los humildes y los ricos también. Y el niño, Jesús, quien se estira en el pesebre cumple la profecía de Isaías, el deseo de todas las personas de fe:
“Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros.
Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de Su soberanía y de la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre (Isaías 9: 6-7)”.
Sí, Mateo y Lucas nos cuentan la historia navideña que celebramos en la fe. Cuando la leemos, cuando la oímos dos mil años después; cuando vemos la escena del pesebre con todas las imágenes y detalles que nos impulsan mantener la Navidad presente, hay que recordar porque Cristo vino y lo que significa verdaderamente: los ciegos ven; los sordos oyen; los cojos andan; los leprosos quedan limpios, los muertos son resucitados, a los pobres se les anuncia el Evangelio… y más todavía…todo gracias a Él.
“¡GloriaaDios en elcielo, y en la tierra paz a las personas de buena voluntad!”
¡Feliz Navidad!
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Si estás buscando lo que dice la Biblia sobre la Navidad, no buscarás por mucho tiempo. La historia del nacimiento de Cristo solo se encuentra en los Evangelios de Mateo y Lucas, los que se conocen como “las narrativas de la infancia.” Al comparar las dos versiones sobre el mismo evento, te darás cuenta varían un poco. Para algunas personas, las diferencias les impulsa a cuestionar, o hasta dudar nuestro “conocimiento” del evento que celebramos cada año durante esta temporada. Para otras, sin embargo, las diferencias demuestran algo importante que debemos recordar al leer la Biblia. La importancia no está en los detalles de alguna historia sino en el mensaje central que difunden o la verdad que buscan elaborar. La fe requiere de esa forma de afirmación: no se trata tanto de lo que vemos o sentimos, sino de lo que no podemos ver y aun así creer. Se trata de que “Es la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).”
Durante siglos, el pueblo de Israel “esperaba” al Mesías prometido antes del nacimiento de Cristo. “Habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas (Hebreos 11:1).” Sus pronósticos, sus visiones y, sí también, sus palabras eran diferentes – las escuchamos durante el Adviento – y sin embargo, todas contienen la verdad que apoya la convicción y la fe antigua en “Aquel que viene,” Jesús el Salvador.
Juan el Bautista, el último de los profetas del Antiguo Testamento y quien Jesús reconoció diciendo “entre losnacidosdemujer, nohaynadiemayorque Juan,” cuestionó a Jesús, mientras estaba en la cárcel, preguntándole “¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?”
Y Jesús respondió “Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el Evangelio (Mateo 11:4-5)” --- todo lo que se esperaba en el Mesías prometido.
Jesús no cuadraba con la imagen esperada… no “parecía” el Salvador que imaginaban, no emparejaba con todos los detalles diferentes que lo anticipaban. Marcos y Juan ni siquiera mencionan la natividad en sus Evangelios pero Mateo y Lucas sí, aunque sean narrativas navideñas diferentes. Los cuatro Evangelios, sin embargo, atestiguan una verdad central de nuestra fe: la Encarnación; La Palabra se hizo carne; Emanuel, “Dios con nosotros.”
Todos los elementos de la historia antigua de la Navidad que se nos ha pasado en los Evangelios de Mateo y Lucas nos cuentan algo, nos enseñan algo… algo para cuidar, querer, celebrar y creer en la profundidad de sus ricos, maravillosos y hermosos detalles.
La Anunciación del Ángel Gabriel a María captura nuestra atención y nos alista para creer; el sí de María y la buena voluntad de José de quedarse con ella presagia nuestra “convicción sobre las cosas que no vemos;” la jornada de fe de María y José a la Ciudad de David simboliza nuestra jornada de fe por la vida; la estrella en el cielo oriental es la luz de la fe que nos guía a encontrar a Cristo; el establo y el pesebre revelan la humildad y la pobreza que se requiere para crear espacio para la fe en Cristo; el canto glorioso de los ángeles nos dice desde la fe que no ha habido ni habrá un nacimiento semejante en el mundo; los pastores humildes y los reyes sabios juntos en el mismo lugar nos revelan que Cristo ha venido para todos; los pobres, los humildes y los ricos también. Y el niño, Jesús, quien se estira en el pesebre cumple la profecía de Isaías, el deseo de todas las personas de fe:
“Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros.
Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de Su soberanía y de la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre (Isaías 9: 6-7)”.
Sí, Mateo y Lucas nos cuentan la historia navideña que celebramos en la fe. Cuando la leemos, cuando la oímos dos mil años después; cuando vemos la escena del pesebre con todas las imágenes y detalles que nos impulsan mantener la Navidad presente, hay que recordar porque Cristo vino y lo que significa verdaderamente: los ciegos ven; los sordos oyen; los cojos andan; los leprosos quedan limpios, los muertos son resucitados, a los pobres se les anuncia el Evangelio… y más todavía…todo gracias a Él.
“¡GloriaaDios en elcielo, y en la tierra paz a las personas de buena voluntad!”
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