El Encuentro: un momento de Gracia para la Arquidiócesis de Newark

July 29, 2019 at 12:37 p.m.
El Encuentro: un momento de Gracia para la Arquidiócesis de Newark
El Encuentro: un momento de Gracia para la Arquidiócesis de Newark

Diácono Asterio Velasco

“La Iglesia de Newark está realmente viva y lo hemos experimentado en este día”, comentaba con entusiasmo un sacerdote al terminar el Encuentro Arquidiocesano en el Centro Juvenil de Kearny, New Jersey. Era el sentimiento de todos los participantes en aquel momento.

Tarde del 14 de octubre. Terminaban los trabajos del día con la celebración de la Eucaristía. Solemne y sencilla, alegre y profunda. Con rostros llenos de gozo por lo vivido. Arropados con la presencia del Arzobispo, el Cardenal José Tobin y el vicario para los hispanos, Mons. Manuel Cruz , además de unos treinta sacerdotes. Y ahora volvían a casa con el corazón henchido por la misión cumplida, con la melodía de “Salgamos a llevar el Evangelio” en los oídos y en el corazón…

Habían llegado por la mañana temprano. Trescientos delegados de las cincuenta parroquias de la Arquidiócesis donde se había hecho durante la primavera o en el verano el proceso parroquial del Quinto Encuentro. Representando a casi tres mil personas que durante varias semanas habían profundizado en su fe y habían vivido la experiencia de la llamada del Evangelio a salir al encuentro de sus hermanos en las distintas periferias. Como nos ha invitado constantemente el Papa Francisco.

Con el Encuentro Arquidiocesano terminaba la etapa diocesana del Quinto Encuentro Nacional Hispano en nuestra Arquidiócesis. Hace dos años que habíamos comenzado el anuncio, la formación de equipos parroquiales, de facilitadores de pequeños grupos. Como sucedía en otras ciento cincuenta diócesis a lo largo y ancho de todo el país. Después vinieron las reuniones de muchísimos pequeños grupos en los que las personas pudieron profundizar en el Evangelio junto con otros hermanos. Y al saborear la llamada del Señor, llegó la invitación a ser los primeros en salir al encuentro de los otros hermanos que estaban lejos, aún estando a veces tan cerca. A “primerear”, como dice el Papa Francisco, con esa palabra que él se ha inventado. Experimentaron que la fe, a veces dormida, puede volver a encenderse con una chispa como ésta.

Al comenzar el día pedimos al Señor que se quedara “junto a nosotros” y ciertamente pudimos ver su presencia en el trabajo y el entusiasmo de los hermanos. Escuchamos testimonios que nos animan a seguir. Compartimos en grupos las experiencias ricas traídas de nuestras parroquias. Oímos hablar de las visitas a los alejados, a los marginados, de la formación de grupos de servicio con la mira en los más necesitados. La ilusión por que este fuego no sólo no se apague sino que se extienda…

Después llegó el momento de repasar las sugerencias y solicitudes importantes expresadas por nuestras comunidades, estableciendo prioridades para la Arquidiócesis. Trabajo organizado en el que todas las voces cuentan. Porque en el Encuentro se nos ha pedido a los hispanos que expresemos cómo podemos ser mejor servidos por la Iglesia en este momento histórico que vivimos.

Y también llegó el momento del compromiso. En el ofertorio de la Eucaristía se presentaron las papeletas firmadas por cada uno comprometiéndonos a ser discípulos misioneros. Porque esto no es sólo para un día, sino para toda la vida.

Al final de la misa, junto al agradecimiento a todos los que hicieron este día una realidad, hubo un agradecimiento especial y emotivo a nuestros sacerdotes, a los presentes y a los que no pudieron venir, a los que se criaron hablando nuestra lengua y los que la aprendieron porque nos quieren servir. En medio de unos aplausos sentidos, recibieron el reconocimiento del Cardenal Tobin dos figuras venerables en el ministerio hispano: Mons. David Arias, quien fue vicario para los hispanos y Mons. William Reilly, que durante sus cincuenta años de sacerdocio ha estado siempre a nuestro lado.

Y ahora, ¿qué nos queda? Nos espera el Encuentro Regional en Trenton, donde se reunirán los representantes de las diócesis de New Jersey y Pensilvania el día 28 de abril del próximo año al que asistiremos con unos cien delegados. Y más tarde, en el mes de septiembre, el Encuentro Nacional en Texas.

Pero, sobre todo, queda en nuestras comunidades parroquiales la experiencia rica de haber participado en un momento histórico no sólo para los hispanos, sino para toda la Iglesia Católica en los Estados Unidos. Y nos queda el brazo del Señor sobre nuestros hombros, invitándonos a que, como Él, acompañemos a nuestros hermanos en su propio camino de Emaús…

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Tarde del 14 de octubre. Terminaban los trabajos del día con la celebración de la Eucaristía. Solemne y sencilla, alegre y profunda. Con rostros llenos de gozo por lo vivido. Arropados con la presencia del Arzobispo, el Cardenal José Tobin y el vicario para los hispanos, Mons. Manuel Cruz , además de unos treinta sacerdotes. Y ahora volvían a casa con el corazón henchido por la misión cumplida, con la melodía de “Salgamos a llevar el Evangelio” en los oídos y en el corazón…

Habían llegado por la mañana temprano. Trescientos delegados de las cincuenta parroquias de la Arquidiócesis donde se había hecho durante la primavera o en el verano el proceso parroquial del Quinto Encuentro. Representando a casi tres mil personas que durante varias semanas habían profundizado en su fe y habían vivido la experiencia de la llamada del Evangelio a salir al encuentro de sus hermanos en las distintas periferias. Como nos ha invitado constantemente el Papa Francisco.

Con el Encuentro Arquidiocesano terminaba la etapa diocesana del Quinto Encuentro Nacional Hispano en nuestra Arquidiócesis. Hace dos años que habíamos comenzado el anuncio, la formación de equipos parroquiales, de facilitadores de pequeños grupos. Como sucedía en otras ciento cincuenta diócesis a lo largo y ancho de todo el país. Después vinieron las reuniones de muchísimos pequeños grupos en los que las personas pudieron profundizar en el Evangelio junto con otros hermanos. Y al saborear la llamada del Señor, llegó la invitación a ser los primeros en salir al encuentro de los otros hermanos que estaban lejos, aún estando a veces tan cerca. A “primerear”, como dice el Papa Francisco, con esa palabra que él se ha inventado. Experimentaron que la fe, a veces dormida, puede volver a encenderse con una chispa como ésta.

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Después llegó el momento de repasar las sugerencias y solicitudes importantes expresadas por nuestras comunidades, estableciendo prioridades para la Arquidiócesis. Trabajo organizado en el que todas las voces cuentan. Porque en el Encuentro se nos ha pedido a los hispanos que expresemos cómo podemos ser mejor servidos por la Iglesia en este momento histórico que vivimos.

Y también llegó el momento del compromiso. En el ofertorio de la Eucaristía se presentaron las papeletas firmadas por cada uno comprometiéndonos a ser discípulos misioneros. Porque esto no es sólo para un día, sino para toda la vida.

Al final de la misa, junto al agradecimiento a todos los que hicieron este día una realidad, hubo un agradecimiento especial y emotivo a nuestros sacerdotes, a los presentes y a los que no pudieron venir, a los que se criaron hablando nuestra lengua y los que la aprendieron porque nos quieren servir. En medio de unos aplausos sentidos, recibieron el reconocimiento del Cardenal Tobin dos figuras venerables en el ministerio hispano: Mons. David Arias, quien fue vicario para los hispanos y Mons. William Reilly, que durante sus cincuenta años de sacerdocio ha estado siempre a nuestro lado.

Y ahora, ¿qué nos queda? Nos espera el Encuentro Regional en Trenton, donde se reunirán los representantes de las diócesis de New Jersey y Pensilvania el día 28 de abril del próximo año al que asistiremos con unos cien delegados. Y más tarde, en el mes de septiembre, el Encuentro Nacional en Texas.

Pero, sobre todo, queda en nuestras comunidades parroquiales la experiencia rica de haber participado en un momento histórico no sólo para los hispanos, sino para toda la Iglesia Católica en los Estados Unidos. Y nos queda el brazo del Señor sobre nuestros hombros, invitándonos a que, como Él, acompañemos a nuestros hermanos en su propio camino de Emaús…

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