El derecho más fundamental

Mensaje del Obispo David M. O'Connell, C.M., sobre el derecho a la vida
July 29, 2019 at 12:37 p.m.

Bishop David M. O'Connell, C.M.

En los años recientes, la Iglesia ha juntado muchas preocupaciones y los esfuerzos para crear mayor conocimiento sobre ellas bajo la categoría “Respeto por la Vida” o provida. Estas preocupaciones--- entre ellas el aborto, la pena de muerte, la eutanasia/homicidio “misericordioso” y el suicidio apoyado por médicos, el cuidado del medioambiente, la pobreza, la reforma migratoria y más --- sin duda son asuntos “de vida” y merecen la atención activa de cada ser humano que valora la vida humana en cada una de sus etapas desde la concepción hasta la muerte natural.

Santa Teresa de Calcuta observó que “no nos sorprendamos escuchar de homicidios, matanzas, de guerras ni del odio… si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué nos queda que matar uno al otro (Discurso del Premio Nobel, 11 de dic., 1979)”?

Anualmente, el calendario de la Iglesia Católica en los Estados Unidos reconoce todo el mes de octubre como el Mes de Respecto por la Vida, una oportunidad para que la Iglesia eleve, considere, reflexione y rece por las maneras en que la sociedad humana asalta al regalo de la vida que nuestro Creador nos entregó. Nuestra sociedad también busca justificar este asalto. La Iglesia Católica asume seriamente el deber de ampliar la conversación para que incluya cada violación posible en contra la vida humana en todas sus etapas.

La Marcha por la Vida en Washington, D.C., mientras incluye a todos estos asuntos preocupantes, tiene un enfoque muy particular: la decisión trágica conocida como “Roe v. Wade” de la Corte Suprema de los Estados Unidos en el 1973. En aquella decisión del 22 de enero, la corte acertó que por primera vez en la historia de nuestro país que el derecho a la privacidad brindada en la 14 Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos “es bastante amplio para incluir la decisión de una mujer de terminar o no su embarazo (Roe v. Wade)”. Este caso trascendental, entonces, legalizó el aborto en nuestro país.

Volvemos a la sabiduría de la Santa Teresa de Calcuta cuando reflexionó que “Cualquier país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo amar sino usar violencia para lograr lo que uno quiere. Por esto el mayor destructor del amor y la paz es el aborto (Discurso al Desayuno de Oración Nacional, Washington, D.C., 3 de febrero del 1994)”.

La conmemoración anual de la decisión trágica de “Roe v. Wade” merece un lugar único en nuestra historia nacional. Empezó una pesadilla que sigue hasta el día de hoy, responsable por la destrucción de millones de niños por nacer.

El Papa Francisco, como los papas anteriores, nos recuerda en los Estados Unidos y a todo el mundo que “Cada niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro de Jesucristo, tiene el rostro del Señor, que antes aún de nacer, y después recién nacido, experimentó el rechazo del mundo (Discurso a la Federación Internacional de las Asociaciones Médicas Católicas, 20 de sept., 2013)”.

En otra ocasión antes de ser elegido papa, el Papa Francisco proclamó que “El derecho a la vida es primordial entre los derechos humanos (Cardenal Jorge Bergolio, “En cielo y la tierra”, 2011).” Era y sigue siendo la convicción de su papado, que “Todo derecho civil se basa en el reconocimiento del primer y fundamental derecho, el de la vida, que no está subordinado a alguna condición, ni cualitativa ni económica, ni mucho menos ideológica (Discurso al Movimiento Por La Vida Italiano, 11 de abril, 2014)”.

Su predecesor el Papa Benedicto XVI compartió la misma convicción cuando dijo: “El derecho humano fundamental, el presupuesto de todos los demás derechos, es el derecho a la vida misma. Esto vale para la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. En consecuencia, el aborto no puede ser un derecho humano; es exactamente lo opuesto. Es una "profunda herida social (Discurso con las autoridades y el cuerpo diplomático de Austria, 7 de sept., 2007)".

Como católicos, escuchamos y leemos con la fe las palabras del liderazgo y los santos de la Iglesia. Pero no debemos olvidar que el derecho a la vida no es un derecho religioso, ni es algo político para el “derecho religioso” como algunos sugieren. No, no lo es. Es un derecho humano que encapsula cada otro derecho humano. Otros derechos humanos ni pueden existir sin él. Ningún otro derecho humano puede prevalecer. Entonces, nosotros, las personas religiosas quienes tenemos fe en el Dios quien nos creó, nos acogemos al derecho humano a la vida en las partes más profundas de nuestro propio ser porque somos humanos y porque nuestra fe nos lo manda.

Ahora al acercarse la Marcha por la Vida, volvemos a decir a nuestro país, y de hecho al mundo, un fuerte Sí a la vida en todas sus etapas y un No a la muerte, especialmente a las muertes de niños inocentes en el vientre. Por eso es importante recordar el 22 de enero del 1973 cada año.

Roe v. Wade ha “deformado a un país grande, (Carta de la Madre Teresa a la Corte Suprema de los EE.UU., feb., 1994) poniendo a madres en contra sus hijos y mujeres en contra los hombres” en una guerra del derecho a la vida. El amor, y solamente el amor, salva vidas.



Todos están invitados a la Misa celebrada por el Obispo David M. O'Connell, C.M., en la Co-Catedral de San Roberto Belarmino, Freehold a las 7pm el 18 de enero para reconocer y bendecir a todos que participarán en la Marcha por la Vida en Washington, D.C., 2018. Se puede ver la Misa en vivo AQUÍ.

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Santa Teresa de Calcuta observó que “no nos sorprendamos escuchar de homicidios, matanzas, de guerras ni del odio… si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué nos queda que matar uno al otro (Discurso del Premio Nobel, 11 de dic., 1979)”?

Anualmente, el calendario de la Iglesia Católica en los Estados Unidos reconoce todo el mes de octubre como el Mes de Respecto por la Vida, una oportunidad para que la Iglesia eleve, considere, reflexione y rece por las maneras en que la sociedad humana asalta al regalo de la vida que nuestro Creador nos entregó. Nuestra sociedad también busca justificar este asalto. La Iglesia Católica asume seriamente el deber de ampliar la conversación para que incluya cada violación posible en contra la vida humana en todas sus etapas.

La Marcha por la Vida en Washington, D.C., mientras incluye a todos estos asuntos preocupantes, tiene un enfoque muy particular: la decisión trágica conocida como “Roe v. Wade” de la Corte Suprema de los Estados Unidos en el 1973. En aquella decisión del 22 de enero, la corte acertó que por primera vez en la historia de nuestro país que el derecho a la privacidad brindada en la 14 Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos “es bastante amplio para incluir la decisión de una mujer de terminar o no su embarazo (Roe v. Wade)”. Este caso trascendental, entonces, legalizó el aborto en nuestro país.

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El Papa Francisco, como los papas anteriores, nos recuerda en los Estados Unidos y a todo el mundo que “Cada niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro de Jesucristo, tiene el rostro del Señor, que antes aún de nacer, y después recién nacido, experimentó el rechazo del mundo (Discurso a la Federación Internacional de las Asociaciones Médicas Católicas, 20 de sept., 2013)”.

En otra ocasión antes de ser elegido papa, el Papa Francisco proclamó que “El derecho a la vida es primordial entre los derechos humanos (Cardenal Jorge Bergolio, “En cielo y la tierra”, 2011).” Era y sigue siendo la convicción de su papado, que “Todo derecho civil se basa en el reconocimiento del primer y fundamental derecho, el de la vida, que no está subordinado a alguna condición, ni cualitativa ni económica, ni mucho menos ideológica (Discurso al Movimiento Por La Vida Italiano, 11 de abril, 2014)”.

Su predecesor el Papa Benedicto XVI compartió la misma convicción cuando dijo: “El derecho humano fundamental, el presupuesto de todos los demás derechos, es el derecho a la vida misma. Esto vale para la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. En consecuencia, el aborto no puede ser un derecho humano; es exactamente lo opuesto. Es una "profunda herida social (Discurso con las autoridades y el cuerpo diplomático de Austria, 7 de sept., 2007)".

Como católicos, escuchamos y leemos con la fe las palabras del liderazgo y los santos de la Iglesia. Pero no debemos olvidar que el derecho a la vida no es un derecho religioso, ni es algo político para el “derecho religioso” como algunos sugieren. No, no lo es. Es un derecho humano que encapsula cada otro derecho humano. Otros derechos humanos ni pueden existir sin él. Ningún otro derecho humano puede prevalecer. Entonces, nosotros, las personas religiosas quienes tenemos fe en el Dios quien nos creó, nos acogemos al derecho humano a la vida en las partes más profundas de nuestro propio ser porque somos humanos y porque nuestra fe nos lo manda.

Ahora al acercarse la Marcha por la Vida, volvemos a decir a nuestro país, y de hecho al mundo, un fuerte Sí a la vida en todas sus etapas y un No a la muerte, especialmente a las muertes de niños inocentes en el vientre. Por eso es importante recordar el 22 de enero del 1973 cada año.

Roe v. Wade ha “deformado a un país grande, (Carta de la Madre Teresa a la Corte Suprema de los EE.UU., feb., 1994) poniendo a madres en contra sus hijos y mujeres en contra los hombres” en una guerra del derecho a la vida. El amor, y solamente el amor, salva vidas.



Todos están invitados a la Misa celebrada por el Obispo David M. O'Connell, C.M., en la Co-Catedral de San Roberto Belarmino, Freehold a las 7pm el 18 de enero para reconocer y bendecir a todos que participarán en la Marcha por la Vida en Washington, D.C., 2018. Se puede ver la Misa en vivo AQUÍ.

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