Preparándonos por el infante
December 16, 2019 at 1:24 p.m.
El 28 de diciembre… la fecha está pegada a mi corazón hasta que muera. Adviento siempre había sido un tiempo especial que requería más energía y trabajo para mía, hasta el año 2007, cuando ese tiempo sagrado de preparación y luces se hizo bastante real.
Es una cosa preparar por un día que incluye la Misa, demasiado comida y bebida, regalos y todo que puede contener un encuentro familiar. Es totalmente otra cosa preparar para la llegada de un bebé.
La anticipación de nuestro primero hijo trajo dosis iguales de energía y miedo. Mi esposa, Rebecca, y yo habíamos alquilado un lugar en Hightstown y empezamos a comprar cosas y organizar nuestro hogar meses antes de que Adviento empezara. La Parroquia San Antonio de Padua en Hightstown estaba decorada para el tiempo eclesial, al igual que la parroquia en la Diócesis de Metuchen donde yo trabajaba en la pastoral juvenil.
De repente, en aquel primer domingo de Adviento, yo escuchaba a Jesús hablar sobre ladrones en la noche y que nunca podríamos saber cuándo llegarían. Claro que él hablaba de la llegada del Hijo de Dios, pero a mí me hizo pensar en prepararme por la llegada del ‘hijo mío’. Decidimos pronto en el embarazo no enterarnos de si el bebé fuera niño o niña. Mi esposa y yo estuvimos de acuerdo que no saber era una cosa bonita, una gracia hermosa.
En la lectura, San Pablo nos dijo ese domingo ya sabíamos la hora y que ya era hora de despertarnos. Me preguntaba sobre lo que los romanos que recibieron su carta hace unos 2,000 años habrán pensado de su mensaje. Para mí, la hora significaba que yo pronto sería un papá.
El bebé crecía y mi esposa se sentía incomoda con más frecuencia. Le costaba dormir bien, pero ella era una campeona; una campeona en absoluto. Leíamos el bebé. Cantábamos al bebé. Lo mirábamos mover y patear. El bebé realmente estaba metiéndose al centro de nuestras vidas, guiándonos como la lectura de Isaías decía aquel segundo domingo de Adviento. Las luces navideñas se veían por todos lados en los vecindarios de Hightstown.
“¡Preparen el camino del Señor!” escuchamos en el Evangelio según San Mateo aquel domingo. Mi esposa y yo empezamos a sentir que nos habíamos preparado adecuadamente para nuestro joven o señorita. Arreglamos la cuna. Escogimos las sabanas y cobijas. Compramos pañales y pintamos paredes.
La preparación también requirió alistarnos para la caca. Arreglamos una mesa para cambiar pañales y compramos un basurero especial que supuestamente guardaba el olor. “¡Preparen el camino!” Tomamos eso muy en serio. El tema de la caca fue un detalle en que no había pensado antes, pero que ahora se hizo demasiado real; María y José habrán limpiado a Jesús, el Hijo de Dios, después de que cagara. Para mí, eso no era nada grosero sino otro paso más profundo al significado completo de Navidad… en TODO que significa todavía la Navidad. Dios se hizo humano.
Al llegar a la tercera semana de Adviento, mi esposa, sin duda, estaba lista para dar la bienvenida a nuestro bulto de amor, pero la carta de Santiago nos urgió tener paciencia. ¿Qué cosa? Por favor… ¿cómo tener paciencia en esos días? ¿Cómo? Pero Santiago volvió a decirnos, “Tengan paciencia, hermanos, hasta que venga el Señor. Sean pacientes y manténganse firmes de corazón, porque se acerca la venida del Señor”. Tan cerca.
Para mí, empecé a dudar a mí mismo. ¿Sería suficiente como padre? ¿Cómo esposo? Pensaba que sí. Esperaba que sí, pero honestamente, ¿cómo podemos prepararnos para ser padres? Cómo debemos preparar corazones y mentes que puedan adecuadamente proteger y enseñar a algún niño en este mundo que suele ser tan duro.
Un bebé debe transformar la vida entera de la madre, el padre, hermanos y los demás familiares. Esa transformación depende mucho de si uno se hace dispuesto a la transformación. Navidad nos llama a cambiar y eso requiere mirar más allá que todas las cosas y luces ligeras que pueden hasta alejarnos del sentido verdadero. Significa conectar todos los aspectos de la vida con el cómo, el por qué, el cuándo con lo que realmente importa. Eso es lo que hacen las madres y padres de familia cuando reconocen que sus vidas ya no solo pertenecen a ellos mismos. Los padres aprenden rápidamente que los horarios y la manera de usar el tiempo significan encontrar algún equilibrio entre las responsabilidades profesionales y personales con las necesidades del niño o niña.
Y para cada madre o padre y para todas las personas que no tienen hijos, Adviento ofrece alimento que nutre el alma para que podamos crear todas esas conexiones con el Señor en todos los momentos de la vida. Nosotros siempre queremos que las conexiones sean recontra visibles y obvias y abundantes, pero en Isaías el cuarto domingo de Adviento, el rey de Judá, Ajaz, dijo que no debemos molestar al Señor pidiendo signos. “No les basta molestar a todos, ¡que también quieren cansar a mi Dios”! Es que los signos están por todos lados. ¡Emanuel! “¡Dios con nosotros”!
¿Qué más necesitamos? El misterio y lo desconocido de todo que nos trae un bebé a la vida es algo milagroso.
La Navidad llegó y se fue. El bebé Jesús tomó su lugar en el pesebre. Pero aun nosotros esperábamos al niño. Eso todavía me habla fuertemente hasta hoy en día. Navidad nunca debe “llegar e pasar”. Estamos llamados a siempre estar vigilando y “siempre de espera” por el Niño Cristo, preparándonos con anticipación y un poquito de miedo de lo desconocido. Pues, sin duda los niños nos mantienen despiertos.
Y entonces llegó el 27 de diciembre y nuestro bebé se alistó para conocernos. Rebecca siguió siendo pura campeona y aunque ya había trabajado tanto para llegar a ese momento, el parto duró horas. A pesar de todo el embarazo, realmente estaba recién empezando su trabajo de ser madre, semejante a nuestra Santa Madre con su bebé. No hubo ningún coro de ángeles pero para nosotros fue igual de sagrado ese momento cuando la doctora dijo, “Felicidades, es un niño”. Nació el 28 de diciembre.
Sí, Emanuel significa “Dios con nosotros” pero depende de nosotros VER que Dios está realmente con nosotros. El camino de Adviento es un camino sin fin porque, al aceptar de corazón que Dios está con nosotros, nuestras vidas deben ser transformadas por siempre. El niño Jesús es para cada uno de nosotros y yo creo que eso nos debe dar alegría y un poco de miedo. Significa hacer campo y aceptar la responsabilidad que requiere cuidar a un bebé.
Emmett, “Dios está con nosotros”.
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El 28 de diciembre… la fecha está pegada a mi corazón hasta que muera. Adviento siempre había sido un tiempo especial que requería más energía y trabajo para mía, hasta el año 2007, cuando ese tiempo sagrado de preparación y luces se hizo bastante real.
Es una cosa preparar por un día que incluye la Misa, demasiado comida y bebida, regalos y todo que puede contener un encuentro familiar. Es totalmente otra cosa preparar para la llegada de un bebé.
La anticipación de nuestro primero hijo trajo dosis iguales de energía y miedo. Mi esposa, Rebecca, y yo habíamos alquilado un lugar en Hightstown y empezamos a comprar cosas y organizar nuestro hogar meses antes de que Adviento empezara. La Parroquia San Antonio de Padua en Hightstown estaba decorada para el tiempo eclesial, al igual que la parroquia en la Diócesis de Metuchen donde yo trabajaba en la pastoral juvenil.
De repente, en aquel primer domingo de Adviento, yo escuchaba a Jesús hablar sobre ladrones en la noche y que nunca podríamos saber cuándo llegarían. Claro que él hablaba de la llegada del Hijo de Dios, pero a mí me hizo pensar en prepararme por la llegada del ‘hijo mío’. Decidimos pronto en el embarazo no enterarnos de si el bebé fuera niño o niña. Mi esposa y yo estuvimos de acuerdo que no saber era una cosa bonita, una gracia hermosa.
En la lectura, San Pablo nos dijo ese domingo ya sabíamos la hora y que ya era hora de despertarnos. Me preguntaba sobre lo que los romanos que recibieron su carta hace unos 2,000 años habrán pensado de su mensaje. Para mí, la hora significaba que yo pronto sería un papá.
El bebé crecía y mi esposa se sentía incomoda con más frecuencia. Le costaba dormir bien, pero ella era una campeona; una campeona en absoluto. Leíamos el bebé. Cantábamos al bebé. Lo mirábamos mover y patear. El bebé realmente estaba metiéndose al centro de nuestras vidas, guiándonos como la lectura de Isaías decía aquel segundo domingo de Adviento. Las luces navideñas se veían por todos lados en los vecindarios de Hightstown.
“¡Preparen el camino del Señor!” escuchamos en el Evangelio según San Mateo aquel domingo. Mi esposa y yo empezamos a sentir que nos habíamos preparado adecuadamente para nuestro joven o señorita. Arreglamos la cuna. Escogimos las sabanas y cobijas. Compramos pañales y pintamos paredes.
La preparación también requirió alistarnos para la caca. Arreglamos una mesa para cambiar pañales y compramos un basurero especial que supuestamente guardaba el olor. “¡Preparen el camino!” Tomamos eso muy en serio. El tema de la caca fue un detalle en que no había pensado antes, pero que ahora se hizo demasiado real; María y José habrán limpiado a Jesús, el Hijo de Dios, después de que cagara. Para mí, eso no era nada grosero sino otro paso más profundo al significado completo de Navidad… en TODO que significa todavía la Navidad. Dios se hizo humano.
Al llegar a la tercera semana de Adviento, mi esposa, sin duda, estaba lista para dar la bienvenida a nuestro bulto de amor, pero la carta de Santiago nos urgió tener paciencia. ¿Qué cosa? Por favor… ¿cómo tener paciencia en esos días? ¿Cómo? Pero Santiago volvió a decirnos, “Tengan paciencia, hermanos, hasta que venga el Señor. Sean pacientes y manténganse firmes de corazón, porque se acerca la venida del Señor”. Tan cerca.
Para mí, empecé a dudar a mí mismo. ¿Sería suficiente como padre? ¿Cómo esposo? Pensaba que sí. Esperaba que sí, pero honestamente, ¿cómo podemos prepararnos para ser padres? Cómo debemos preparar corazones y mentes que puedan adecuadamente proteger y enseñar a algún niño en este mundo que suele ser tan duro.
Un bebé debe transformar la vida entera de la madre, el padre, hermanos y los demás familiares. Esa transformación depende mucho de si uno se hace dispuesto a la transformación. Navidad nos llama a cambiar y eso requiere mirar más allá que todas las cosas y luces ligeras que pueden hasta alejarnos del sentido verdadero. Significa conectar todos los aspectos de la vida con el cómo, el por qué, el cuándo con lo que realmente importa. Eso es lo que hacen las madres y padres de familia cuando reconocen que sus vidas ya no solo pertenecen a ellos mismos. Los padres aprenden rápidamente que los horarios y la manera de usar el tiempo significan encontrar algún equilibrio entre las responsabilidades profesionales y personales con las necesidades del niño o niña.
Y para cada madre o padre y para todas las personas que no tienen hijos, Adviento ofrece alimento que nutre el alma para que podamos crear todas esas conexiones con el Señor en todos los momentos de la vida. Nosotros siempre queremos que las conexiones sean recontra visibles y obvias y abundantes, pero en Isaías el cuarto domingo de Adviento, el rey de Judá, Ajaz, dijo que no debemos molestar al Señor pidiendo signos. “No les basta molestar a todos, ¡que también quieren cansar a mi Dios”! Es que los signos están por todos lados. ¡Emanuel! “¡Dios con nosotros”!
¿Qué más necesitamos? El misterio y lo desconocido de todo que nos trae un bebé a la vida es algo milagroso.
La Navidad llegó y se fue. El bebé Jesús tomó su lugar en el pesebre. Pero aun nosotros esperábamos al niño. Eso todavía me habla fuertemente hasta hoy en día. Navidad nunca debe “llegar e pasar”. Estamos llamados a siempre estar vigilando y “siempre de espera” por el Niño Cristo, preparándonos con anticipación y un poquito de miedo de lo desconocido. Pues, sin duda los niños nos mantienen despiertos.
Y entonces llegó el 27 de diciembre y nuestro bebé se alistó para conocernos. Rebecca siguió siendo pura campeona y aunque ya había trabajado tanto para llegar a ese momento, el parto duró horas. A pesar de todo el embarazo, realmente estaba recién empezando su trabajo de ser madre, semejante a nuestra Santa Madre con su bebé. No hubo ningún coro de ángeles pero para nosotros fue igual de sagrado ese momento cuando la doctora dijo, “Felicidades, es un niño”. Nació el 28 de diciembre.
Sí, Emanuel significa “Dios con nosotros” pero depende de nosotros VER que Dios está realmente con nosotros. El camino de Adviento es un camino sin fin porque, al aceptar de corazón que Dios está con nosotros, nuestras vidas deben ser transformadas por siempre. El niño Jesús es para cada uno de nosotros y yo creo que eso nos debe dar alegría y un poco de miedo. Significa hacer campo y aceptar la responsabilidad que requiere cuidar a un bebé.
Emmett, “Dios está con nosotros”.