‘Humildes, pero elegidos’: La Diócesis lamenta la muerte del Papa Francisco
April 22, 2025 at 10:06 a.m.

Desde el momento en que pisó la logia de la Basílica de San Pedro en Roma la tarde del 13 de marzo de 2013, el mundo presenció algo diferente, algo único en este hombre elegido por el Colegio Cardenalicio ese mismo día para ser el 266.º sucesor de San Pedro. Quizás fue su forma humilde y más informal de saludar a las multitudes reunidas allí y observando en todo el mundo, bendiciéndolas pero primero deteniéndose para pedir su oración y bendición.
Jorge Mario Bergoglio, el querido cardenal arzobispo de Buenos Aires, Argentina, era ahora el Papa Francisco.
Diferente de sus predecesores. El primer Papa jesuita. El primer Papa en adoptar el nombre de “Francisco”. El primer Papa de América y el primer Papa no europeo en 13 siglos.
Hay un viejo proverbio que circula entre los italianos, especialmente antes de un cónclave para elegir a un nuevo papa: "Seguite sempre un papa grasso con sottile" (básicamente traducido como "papa gordo, papa flaco"). Simplemente significa que las personalidades, los estilos y las prioridades pastorales papales difieren con cada papa sucesivo. ¡Y a menudo, resulta ser cierto!
El mundo recibió al papa Francisco con evidente alegría, lo observó con gran expectación, esperando con esperanza que liderara con valentía y audacia a la Iglesia católica en el tercer milenio. Sí, desde aquellos primeros momentos, fue claramente un papa diferente, adoptando como lema papal "humilde pero elegido (miserando atque eligendo)". Y su papado también sería diferente, reflejando un Papa que amaba la tradición pero que no se dejaría agobiar por ella ni ser cautivo de ella.
Como arzobispo de Buenos Aires, la vibrante capital de Argentina, Jorge Mario Bergoglio vivió con sencillez y se desplazó entre su gente con entusiasmo y frecuencia, con evidente cuidado pastoral, compasión y genuino afecto sacerdotal, rasgos que aportaría a su pontificado. Fue y sería un pastor amado.
Desde sus primeros años como sacerdote jesuita y superior religioso, obispo, arzobispo y cardenal, hasta los años de su histórico papado, la trayectoria del Papa Francisco estuvo marcada por un compromiso inquebrantable con los marginados y oprimidos. Su profunda empatía y dedicación a la justicia social resonó profundamente en millones de personas, inspirando actos de bondad y valentía en todo el mundo.
El Papa Francisco encarnó la verdadera esencia del liderazgo de servicio. Su papado se caracterizó por una búsqueda incansable de la paz, el diálogo y la unidad. Abogó incansablemente por los pobres, los migrantes y refugiados, y los marginados, recordándonos a todos nuestra humanidad compartida y el imperativo moral cristiano de apoyarnos mutuamente.
Sus enseñanzas sobre el cuidado del medio ambiente, resumidas en su segunda encíclica Laudato Si’ (24 de mayo de 2015), instaron a los católicos y a todas las personas del mundo a “cuidar nuestra casa común” y proteger la tierra para las generaciones futuras.
El Papa Francisco no estuvo exento de críticas, incluso de algunos miembros destacados de la jerarquía. En diversos círculos de la Iglesia Católica, a menudo se le tildaba de "progresista". Su estilo poco convencional, especialmente cuando hacía comentarios espontáneos o "improvisados" a los miembros de los medios, llevó a algunas personas a llamarlo "confuso". De manera similar, su costumbre de saludar y dar la bienvenida a personas de todas las creencias, incluidos aquellos que abiertamente no estaban de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica, suscitó en ocasiones un asombro similar.
Sin embargo, el Papa Francisco nunca tuvo miedo de expresar la verdad del Evangelio, la doctrina y la tradición de la Iglesia con firmeza, convicción y adhesión a sus principios. Esto es algo que debe reconocerse.
Sus constantes y frecuentes llamados a la compasión se extendieron a todos los seres vivos y fomentaron un mundo donde el amor y el respeto trasciendan fronteras e ideologías.
El legado del Papa Francisco es de gracia, sencillez, humildad y esperanza sin límites. Demostró un espíritu amable, ofreciendo consuelo y guía a los necesitados. Sus palabras y acciones fueron un testimonio del poder de la fe y la fortaleza inquebrantable del espíritu humano. Una de sus lecciones más profundas fue la importancia de “salir al encuentro” del otro con el corazón abierto, palabra y concepto que utilizó frecuentemente en sus homilías, charlas y mensajes.
Sin comprometer la verdad perenne del Evangelio y la enseñanza de la Iglesia Católica, nos instó a salir de nuestra zona de confort, a acercarnos a quienes sufren y a ser instrumentos del amor y la paz de Dios en un mundo que a menudo se siente fracturado y dividido. Su ejemplo nos reta a vivir nuestra fe con autenticidad y coherencia, a ser la voz de quienes no la tienen y a solidarizarnos con los más necesitados.
Tuve el privilegio de conocer al Papa Francisco varias veces a lo largo de los años. Fui invitado en tres ocasiones a Santa Marta, donde él vivía, asistí a audiencias papales (la más reciente dos veces en enero de 2024) y lo visité junto con otros obispos para reuniones en el Palacio Apostólico. Concelebré la Santa Misa con él dos veces en la Capilla de Santa Marta durante una de esas visitas, solos los dos, junto con miembros del personal de su casa que estaban presentes.
Nunca olvidaré mi primer encuentro con él. Mientras esperaba el ascensor en Santa Marta, me sorprendí cuando se abrieron las puertas y ¡estaba dentro, solo! Me saludó con cariño y siguió su camino. ¡Increíble!
En la última visita ad limina de los obispos de nuestra región (Nueva Jersey y Pensilvania) al Vaticano en 2019, a diferencia de ocasiones anteriores, nos invitaron a hablar con él directa e informalmente durante dos horas. Pudimos hacerle preguntas sobre cualquier tema y expresarle nuestras preocupaciones sobre la Iglesia y nuestras diócesis. ¡Una vez más, solo puedo decir que fue increíble!
El pasado enero, organicé asientos especiales para un grupo de sacerdotes de nuestra diócesis que peregrinaban a una audiencia papal. Después, nos acompañaron hasta las escaleras del escenario y el Papa Francisco se acercó a nosotros en su silla de ruedas. Estaba muy animado y alegre, levantando las manos a modo de saludo diciendo: "¡Trenton! ¡Trenton! ¡Trenton!". Nos estrechó la mano y posó para fotos. ¡Increíble, repito! ¡Qué gran recuerdo!
Al despedir a este extraordinario pastor, quien sufrió problemas de salud a lo largo de su vida y hasta sus últimos días, expresemos nuestra gratitud a Dios Todopoderoso por la inspiración del Espíritu Santo en el cónclave papal de aquel día de marzo de 2013. Sus viajes posteriores por todo el mundo, su incansable energía, sus innumerables encuentros con los poderosos y los sencillos entre nosotros, sin distinción, junto con todo tipo de grupos y organizaciones, su ayuda a los pobres y a quienes sufren cualquier aflicción imaginable (y algunas inimaginables), sus prolíficos escritos y enseñanzas, sus homilías y discursos profundamente perspicaces, su disposición a escuchar —la esencia de su defensa de una Iglesia sinodal—, su mensaje jubilar de esperanza para todos, su ejemplo de sufrimiento personal, toda su vida como 266.º Sucesor de San Pedro desde que asumió su Cátedra, todo ello transmitió su mensaje de evangelización, encuentro, amor, misericordia y apertura, y revela la magnitud de este hombre, este sacerdote, este Papa. Honremos su memoria esforzándonos por crear una Iglesia, un mundo donde prevalezcan la compasión, la misericordia y la justicia, donde se defienda la dignidad de cada persona y donde la luz de la esperanza brille con fuerza para todos.
Al encomendar su alma a Dios, que encontremos consuelo en la promesa de la Resurrección del Señor que celebramos ayer. A pesar de su enfermedad y sufrimiento, el Papa Francisco continuó haciendo sentir su presencia. Creemos que el Papa Francisco, habiendo servido fielmente a nuestro Señor, ahora descansa en el abrazo amoroso del Padre. Sigamos adelante con su legado de amor, misericordia y servicio.
Honremos su memoria viviendo el Evangelio con renovado fervor, buscando siempre ser instrumentos de la paz y la reconciliación de Dios en nuestro mundo.
Concédele, Señor, el descanso eterno y que brille para él la luz perpetua. Que su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.
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Thursday, May 15, 2025
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Desde el momento en que pisó la logia de la Basílica de San Pedro en Roma la tarde del 13 de marzo de 2013, el mundo presenció algo diferente, algo único en este hombre elegido por el Colegio Cardenalicio ese mismo día para ser el 266.º sucesor de San Pedro. Quizás fue su forma humilde y más informal de saludar a las multitudes reunidas allí y observando en todo el mundo, bendiciéndolas pero primero deteniéndose para pedir su oración y bendición.
Jorge Mario Bergoglio, el querido cardenal arzobispo de Buenos Aires, Argentina, era ahora el Papa Francisco.
Diferente de sus predecesores. El primer Papa jesuita. El primer Papa en adoptar el nombre de “Francisco”. El primer Papa de América y el primer Papa no europeo en 13 siglos.
Hay un viejo proverbio que circula entre los italianos, especialmente antes de un cónclave para elegir a un nuevo papa: "Seguite sempre un papa grasso con sottile" (básicamente traducido como "papa gordo, papa flaco"). Simplemente significa que las personalidades, los estilos y las prioridades pastorales papales difieren con cada papa sucesivo. ¡Y a menudo, resulta ser cierto!
El mundo recibió al papa Francisco con evidente alegría, lo observó con gran expectación, esperando con esperanza que liderara con valentía y audacia a la Iglesia católica en el tercer milenio. Sí, desde aquellos primeros momentos, fue claramente un papa diferente, adoptando como lema papal "humilde pero elegido (miserando atque eligendo)". Y su papado también sería diferente, reflejando un Papa que amaba la tradición pero que no se dejaría agobiar por ella ni ser cautivo de ella.
Como arzobispo de Buenos Aires, la vibrante capital de Argentina, Jorge Mario Bergoglio vivió con sencillez y se desplazó entre su gente con entusiasmo y frecuencia, con evidente cuidado pastoral, compasión y genuino afecto sacerdotal, rasgos que aportaría a su pontificado. Fue y sería un pastor amado.
Desde sus primeros años como sacerdote jesuita y superior religioso, obispo, arzobispo y cardenal, hasta los años de su histórico papado, la trayectoria del Papa Francisco estuvo marcada por un compromiso inquebrantable con los marginados y oprimidos. Su profunda empatía y dedicación a la justicia social resonó profundamente en millones de personas, inspirando actos de bondad y valentía en todo el mundo.
El Papa Francisco encarnó la verdadera esencia del liderazgo de servicio. Su papado se caracterizó por una búsqueda incansable de la paz, el diálogo y la unidad. Abogó incansablemente por los pobres, los migrantes y refugiados, y los marginados, recordándonos a todos nuestra humanidad compartida y el imperativo moral cristiano de apoyarnos mutuamente.
Sus enseñanzas sobre el cuidado del medio ambiente, resumidas en su segunda encíclica Laudato Si’ (24 de mayo de 2015), instaron a los católicos y a todas las personas del mundo a “cuidar nuestra casa común” y proteger la tierra para las generaciones futuras.
El Papa Francisco no estuvo exento de críticas, incluso de algunos miembros destacados de la jerarquía. En diversos círculos de la Iglesia Católica, a menudo se le tildaba de "progresista". Su estilo poco convencional, especialmente cuando hacía comentarios espontáneos o "improvisados" a los miembros de los medios, llevó a algunas personas a llamarlo "confuso". De manera similar, su costumbre de saludar y dar la bienvenida a personas de todas las creencias, incluidos aquellos que abiertamente no estaban de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia Católica, suscitó en ocasiones un asombro similar.
Sin embargo, el Papa Francisco nunca tuvo miedo de expresar la verdad del Evangelio, la doctrina y la tradición de la Iglesia con firmeza, convicción y adhesión a sus principios. Esto es algo que debe reconocerse.
Sus constantes y frecuentes llamados a la compasión se extendieron a todos los seres vivos y fomentaron un mundo donde el amor y el respeto trasciendan fronteras e ideologías.
El legado del Papa Francisco es de gracia, sencillez, humildad y esperanza sin límites. Demostró un espíritu amable, ofreciendo consuelo y guía a los necesitados. Sus palabras y acciones fueron un testimonio del poder de la fe y la fortaleza inquebrantable del espíritu humano. Una de sus lecciones más profundas fue la importancia de “salir al encuentro” del otro con el corazón abierto, palabra y concepto que utilizó frecuentemente en sus homilías, charlas y mensajes.
Sin comprometer la verdad perenne del Evangelio y la enseñanza de la Iglesia Católica, nos instó a salir de nuestra zona de confort, a acercarnos a quienes sufren y a ser instrumentos del amor y la paz de Dios en un mundo que a menudo se siente fracturado y dividido. Su ejemplo nos reta a vivir nuestra fe con autenticidad y coherencia, a ser la voz de quienes no la tienen y a solidarizarnos con los más necesitados.
Tuve el privilegio de conocer al Papa Francisco varias veces a lo largo de los años. Fui invitado en tres ocasiones a Santa Marta, donde él vivía, asistí a audiencias papales (la más reciente dos veces en enero de 2024) y lo visité junto con otros obispos para reuniones en el Palacio Apostólico. Concelebré la Santa Misa con él dos veces en la Capilla de Santa Marta durante una de esas visitas, solos los dos, junto con miembros del personal de su casa que estaban presentes.
Nunca olvidaré mi primer encuentro con él. Mientras esperaba el ascensor en Santa Marta, me sorprendí cuando se abrieron las puertas y ¡estaba dentro, solo! Me saludó con cariño y siguió su camino. ¡Increíble!
En la última visita ad limina de los obispos de nuestra región (Nueva Jersey y Pensilvania) al Vaticano en 2019, a diferencia de ocasiones anteriores, nos invitaron a hablar con él directa e informalmente durante dos horas. Pudimos hacerle preguntas sobre cualquier tema y expresarle nuestras preocupaciones sobre la Iglesia y nuestras diócesis. ¡Una vez más, solo puedo decir que fue increíble!
El pasado enero, organicé asientos especiales para un grupo de sacerdotes de nuestra diócesis que peregrinaban a una audiencia papal. Después, nos acompañaron hasta las escaleras del escenario y el Papa Francisco se acercó a nosotros en su silla de ruedas. Estaba muy animado y alegre, levantando las manos a modo de saludo diciendo: "¡Trenton! ¡Trenton! ¡Trenton!". Nos estrechó la mano y posó para fotos. ¡Increíble, repito! ¡Qué gran recuerdo!
Al despedir a este extraordinario pastor, quien sufrió problemas de salud a lo largo de su vida y hasta sus últimos días, expresemos nuestra gratitud a Dios Todopoderoso por la inspiración del Espíritu Santo en el cónclave papal de aquel día de marzo de 2013. Sus viajes posteriores por todo el mundo, su incansable energía, sus innumerables encuentros con los poderosos y los sencillos entre nosotros, sin distinción, junto con todo tipo de grupos y organizaciones, su ayuda a los pobres y a quienes sufren cualquier aflicción imaginable (y algunas inimaginables), sus prolíficos escritos y enseñanzas, sus homilías y discursos profundamente perspicaces, su disposición a escuchar —la esencia de su defensa de una Iglesia sinodal—, su mensaje jubilar de esperanza para todos, su ejemplo de sufrimiento personal, toda su vida como 266.º Sucesor de San Pedro desde que asumió su Cátedra, todo ello transmitió su mensaje de evangelización, encuentro, amor, misericordia y apertura, y revela la magnitud de este hombre, este sacerdote, este Papa. Honremos su memoria esforzándonos por crear una Iglesia, un mundo donde prevalezcan la compasión, la misericordia y la justicia, donde se defienda la dignidad de cada persona y donde la luz de la esperanza brille con fuerza para todos.
Al encomendar su alma a Dios, que encontremos consuelo en la promesa de la Resurrección del Señor que celebramos ayer. A pesar de su enfermedad y sufrimiento, el Papa Francisco continuó haciendo sentir su presencia. Creemos que el Papa Francisco, habiendo servido fielmente a nuestro Señor, ahora descansa en el abrazo amoroso del Padre. Sigamos adelante con su legado de amor, misericordia y servicio.
Honremos su memoria viviendo el Evangelio con renovado fervor, buscando siempre ser instrumentos de la paz y la reconciliación de Dios en nuestro mundo.
Concédele, Señor, el descanso eterno y que brille para él la luz perpetua. Que su alma y las almas de todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén.