Venezolanos combaten hambre, temor mientras aumenta agitación y crimen

July 29, 2019 at 12:37 p.m.
Venezolanos combaten hambre, temor mientras aumenta agitación y crimen
Venezolanos combaten hambre, temor mientras aumenta agitación y crimen

Por Hildegard Willer

BARQUISIMETO, Venezuela (CNS) -- Bajo otras circunstancias, Jonny López podría estar contento de estar perdiendo peso.

"He estado corriendo tanto por la ciudad, buscando alimento, que he rebajado 20 libras", dijo el padre de dos.

Pararse en fila se ha convertido en una rutina mientras intenta comparar alimento para su familia y para suplir un quiosco de comida rápida que opera en una esquina de su vecindario.

"La fila más larga fue de 11 horas una vez para comprar un paquete de harina de maíz, un poco de leche, arroz y carne", él dijo, añadiendo que el dinero que él y su esposa ganan no cubre las necesidades. "El dinero que solíamos gastar en una semana de alimentos ahora compra solamente un bolso pequeño de cosas".

"El pueblo venezolano está muriendo de hambre", dijo López.

En diciembre el salario mínimo en Venezuela cubría solamente la mitad de las necesidades alimentarias de una familia, según el sociólogo Luis Pedro España.

El descenso en los precios internacionales del petróleo en el 2015 lanzó en caída libre la economía de Venezuela, dependiente del petróleo, sumergiendo el país en una crisis sin precedentes marcada por escasez de alimento y medicamentos y agitación social.

El asediado presidente Nicolás Maduro ha bloqueado los esfuerzos de la oposición de obligar un referendo de revocación y ha llamado a la milicia a ayudar a mantener el control.

La ciudad donde viven López y su esposa, Aura Gallardo, con sus dos hijas, Aurimar, de 13 años de edad, y Marijosé, de 3 años, es la cuarta más grande de Venezuela. López y su esposa se criaron en el movimiento juvenil de su parroquia, Jesús de Nazaret, y ahora participan en el movimiento Encuentro Matrimonial.

En su parroquia y dentro de su propia familia ellos sienten la cortante polarización entre los "chavistas" -- partidarios de Maduro que toman su nombre del expresidente Hugo Chávez -- y  opositores del gobierno.

"Nunca hablamos de política en la parroquia porque hay personas de ambos bandos y he visto familias destruidas por el conflicto", dijo Gallardo. Ella y López dijeron que están desilusionados con el gobierno, pero que tienen poco entusiasmo por la oposición política, que afirma haber recolectado más de un millón de firmas para revocar a Maduro.

El temor es palpable por todas partes.

"No me gusta el hecho que votar en el referendo no será secreto", dijo Gallardo.

El gobierno ha pedido que todos los que firmaron peticiones de revocación deben verificar sus firmas y ha amenazado que los empleados gubernamentales que firmen podrían perder sus empleos. Gallardo, maestra, teme perder el suyo.

Y ese no es el único temor. Aparte del hambre, la violencia ha aumentado en el país, especialmente en el vecindario de su familia.

"Solamente en el último mes 16 jóvenes fueron asesinados en este vecindario", dijo la hermana Maigualida Riera, de Misión Médica, quien coordina el ministerio juvenil de la parroquia.

Ella y el párroco jesuita Jorge Ulloa, están intentando ayudar a que la gente sobreviva. Ellos han ofrecido talleres sobre cómo preparar comidas saludables usando sobras, han recolectado medicamentos excedentes, han fomentado un programa musical para niños y jóvenes y han solicitado donaciones para distribución de alimentos en la parroquia.

"Pero la gente ya no tiene alimentos que donar", dijo sor Maigualida.

Eso es cierto en todo el país, dijo Yaneth Márquez, coordinadora de Caritas Venezuela.

"En la oficina de Caritas en Venezuela sobrevivimos con lo que los fieles y algunas compañías donan, pero estamos recibiendo casi nada ahora", ella dijo. "Tuvimos que recortar a la mitad nuestros programas de nutrición y servicios médicos".

Ella dijo tener la esperanza de que el gobierno conceda la petición de los obispos venezolanos de permitir que la iglesia entre al país donativos de alimentos y medicinas. Hasta la fecha, sin embargo, no ha habido respuesta.

No solamente está el precio de los alimentos disparándose en ascenso con la inflación descontrolada, sino que los alimentos y otras necesidades básicas también escasean. El gobierno establece la tasa de cambio de la moneda nacional, el bolívar, propiciando un floreciente mercado negro.

"Algo que te cuesta 60 bolívares en el mercado regulado podría costarte 1,200 en el mercado libre", dijo López.

Los venezolanos tienen que esperar en largas filas para comprar los pocos alimentos básicos disponibles, que son distribuidos por el gobierno a precios establecidos por el gobierno. Si ellos no pueden comprar lo que necesitan, pasan hambre o se lo compran a "bachaqueros", personas que revenden alimento a precios del mercado negro.

En toda Venezuela los negocios están vacíos y muchas tiendas en centros comerciales han cerrado. Aparte de una escasez de alimento, hay carencia de provisiones médicas, hasta en hospitales, y la crisis eléctrica está causando rotación de apagones.

Las farmacias venden refrescos y meriendas en vez de medicamentos y en ciudades del interior del país la electricidad es suspendida cuatro horas diarias. Para ahorrar electricidad los empleados públicos trabajan solamente dos días cada semana y los estudiantes asisten a clases solamente cuatro días cada semana.

Se escuchan rumores de que el Vaticano podría mediar entre el gobierno y la oposición. A principios de mayo el papa Francisco expresó su preocupación sobre la situación en Venezuela y le envió una carta personal a Maduro.

Cuando un alto oficial fue programado para visitar Venezuela para la ordenación de un sacerdote que había de convertirse en nuncio del Vaticano en El Congo, aumentaron los rumores de que el Vaticano estaba tomando el rol de mediador, aunque el Vaticano lo negó. A fin de cuentas, sin embargo, el viaje programado del arzobispo Paul Gallagher, secretario del Vaticano para las relaciones con los estados, fue cancelado "por razones que no dependen de la Santa Sede".

Mientras tanto, mientras López busca alimento para su familia y su quiosco de la esquina, él teme lo peor.

"Durante los últimos 15 años", él dijo, "he temido que enfrentemos un levantamiento social armado".

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BARQUISIMETO, Venezuela (CNS) -- Bajo otras circunstancias, Jonny López podría estar contento de estar perdiendo peso.

"He estado corriendo tanto por la ciudad, buscando alimento, que he rebajado 20 libras", dijo el padre de dos.

Pararse en fila se ha convertido en una rutina mientras intenta comparar alimento para su familia y para suplir un quiosco de comida rápida que opera en una esquina de su vecindario.

"La fila más larga fue de 11 horas una vez para comprar un paquete de harina de maíz, un poco de leche, arroz y carne", él dijo, añadiendo que el dinero que él y su esposa ganan no cubre las necesidades. "El dinero que solíamos gastar en una semana de alimentos ahora compra solamente un bolso pequeño de cosas".

"El pueblo venezolano está muriendo de hambre", dijo López.

En diciembre el salario mínimo en Venezuela cubría solamente la mitad de las necesidades alimentarias de una familia, según el sociólogo Luis Pedro España.

El descenso en los precios internacionales del petróleo en el 2015 lanzó en caída libre la economía de Venezuela, dependiente del petróleo, sumergiendo el país en una crisis sin precedentes marcada por escasez de alimento y medicamentos y agitación social.

El asediado presidente Nicolás Maduro ha bloqueado los esfuerzos de la oposición de obligar un referendo de revocación y ha llamado a la milicia a ayudar a mantener el control.

La ciudad donde viven López y su esposa, Aura Gallardo, con sus dos hijas, Aurimar, de 13 años de edad, y Marijosé, de 3 años, es la cuarta más grande de Venezuela. López y su esposa se criaron en el movimiento juvenil de su parroquia, Jesús de Nazaret, y ahora participan en el movimiento Encuentro Matrimonial.

En su parroquia y dentro de su propia familia ellos sienten la cortante polarización entre los "chavistas" -- partidarios de Maduro que toman su nombre del expresidente Hugo Chávez -- y  opositores del gobierno.

"Nunca hablamos de política en la parroquia porque hay personas de ambos bandos y he visto familias destruidas por el conflicto", dijo Gallardo. Ella y López dijeron que están desilusionados con el gobierno, pero que tienen poco entusiasmo por la oposición política, que afirma haber recolectado más de un millón de firmas para revocar a Maduro.

El temor es palpable por todas partes.

"No me gusta el hecho que votar en el referendo no será secreto", dijo Gallardo.

El gobierno ha pedido que todos los que firmaron peticiones de revocación deben verificar sus firmas y ha amenazado que los empleados gubernamentales que firmen podrían perder sus empleos. Gallardo, maestra, teme perder el suyo.

Y ese no es el único temor. Aparte del hambre, la violencia ha aumentado en el país, especialmente en el vecindario de su familia.

"Solamente en el último mes 16 jóvenes fueron asesinados en este vecindario", dijo la hermana Maigualida Riera, de Misión Médica, quien coordina el ministerio juvenil de la parroquia.

Ella y el párroco jesuita Jorge Ulloa, están intentando ayudar a que la gente sobreviva. Ellos han ofrecido talleres sobre cómo preparar comidas saludables usando sobras, han recolectado medicamentos excedentes, han fomentado un programa musical para niños y jóvenes y han solicitado donaciones para distribución de alimentos en la parroquia.

"Pero la gente ya no tiene alimentos que donar", dijo sor Maigualida.

Eso es cierto en todo el país, dijo Yaneth Márquez, coordinadora de Caritas Venezuela.

"En la oficina de Caritas en Venezuela sobrevivimos con lo que los fieles y algunas compañías donan, pero estamos recibiendo casi nada ahora", ella dijo. "Tuvimos que recortar a la mitad nuestros programas de nutrición y servicios médicos".

Ella dijo tener la esperanza de que el gobierno conceda la petición de los obispos venezolanos de permitir que la iglesia entre al país donativos de alimentos y medicinas. Hasta la fecha, sin embargo, no ha habido respuesta.

No solamente está el precio de los alimentos disparándose en ascenso con la inflación descontrolada, sino que los alimentos y otras necesidades básicas también escasean. El gobierno establece la tasa de cambio de la moneda nacional, el bolívar, propiciando un floreciente mercado negro.

"Algo que te cuesta 60 bolívares en el mercado regulado podría costarte 1,200 en el mercado libre", dijo López.

Los venezolanos tienen que esperar en largas filas para comprar los pocos alimentos básicos disponibles, que son distribuidos por el gobierno a precios establecidos por el gobierno. Si ellos no pueden comprar lo que necesitan, pasan hambre o se lo compran a "bachaqueros", personas que revenden alimento a precios del mercado negro.

En toda Venezuela los negocios están vacíos y muchas tiendas en centros comerciales han cerrado. Aparte de una escasez de alimento, hay carencia de provisiones médicas, hasta en hospitales, y la crisis eléctrica está causando rotación de apagones.

Las farmacias venden refrescos y meriendas en vez de medicamentos y en ciudades del interior del país la electricidad es suspendida cuatro horas diarias. Para ahorrar electricidad los empleados públicos trabajan solamente dos días cada semana y los estudiantes asisten a clases solamente cuatro días cada semana.

Se escuchan rumores de que el Vaticano podría mediar entre el gobierno y la oposición. A principios de mayo el papa Francisco expresó su preocupación sobre la situación en Venezuela y le envió una carta personal a Maduro.

Cuando un alto oficial fue programado para visitar Venezuela para la ordenación de un sacerdote que había de convertirse en nuncio del Vaticano en El Congo, aumentaron los rumores de que el Vaticano estaba tomando el rol de mediador, aunque el Vaticano lo negó. A fin de cuentas, sin embargo, el viaje programado del arzobispo Paul Gallagher, secretario del Vaticano para las relaciones con los estados, fue cancelado "por razones que no dependen de la Santa Sede".

Mientras tanto, mientras López busca alimento para su familia y su quiosco de la esquina, él teme lo peor.

"Durante los últimos 15 años", él dijo, "he temido que enfrentemos un levantamiento social armado".

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