Una receta para 'hacerlo bien' esta cuaresma
July 29, 2019 at 12:37 p.m.
Mi madre era muy buena cocinera y pastelera. ¡Solo hace falta ver a sus hijos para atestiguar a eso! Mientras crecíamos, me sentaba con ella en la cocina mientras hacia su magia. Recuerdo tan bien una caja de archivos decorada con símbolos holandeses comunes en Pennsylvania que ella guardaba en un armario en la cocina. Dentro de la caja, mi madre guardaba trozos de páginas de revistas o notas que había escrito en lápiz o pedacitos de papel.
Estos papeles eran sus “recetas” atesoradas que coleccionaba durante muchos años. Aunque ella había memorizada la mayoría, con la edad, ella solía consultar sus recetas de vez en cuando para asegurar que “lo hacía bien” para su familia, especialmente cuando se acercaban los días feriados. Era tan importante para ella. En todos momentos del año, ella no perdía su toque especial en la cocina, que Dios le guarde.
De hecho, al hablar de los momentos del año, es increíble reconocer que casi nos llega el tiempo de Cuaresma una vez más. ¿Que no acabamos de quitar el árbol de Navidad y quitar todas las decoraciones navideñas? El tiempo sigue marchando. Al empezar el tiempo santo de Cuaresma, pensemos de nuevo en este tiempo penitencial de gracia que la Iglesia nos da cada año para los cuarenta días antes de Pascua. Es un periodo importante en nuestra vida católica que merece la reflexión y atención seria de nuestra parte. Debemos “hacerlo bien” y la Iglesia nos ofrece unas “recetas” para ayudarnos en nuestro camino cuaresmal.
En su mensaje cuaresmal, el Papa Francisco se enfoca en tres “ingredientes” de Cuaresma: la oración, la limosna y el ayuno.
Escribe:
El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia.
El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre (Papa Francisco, “Mensaje para Cuaresma, 2018)”.
Para “hacerlo bien”, nuestras “recetas” de Cuaresma deben incluir a estos tres ingredientes. Son, y han sido, la tradición eclesial para Cuaresma. No significa que no podamos ser creativos ni usar nuestras imaginaciones para añadir más sabor. Aquí les ofrezco unas sugerencias:
- (La oración) Rezar con más intensidad. Debemos apartar tiempo durante los cuarenta días de Cuaresma para rezar y no dejar que nada interfiera. No faltar ninguna Misa los domingos. Confesarse: dejar ir todos los pecados, el equipaje que llevamos por todos lados por la vida, y buscar intencionalmente convertir el corazón y cambiar nuestras fallas. ¿Qué importa cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que fuiste? Nos confesamos para nosotros mismos, no para el sacerdote ni cualquier otra persona. Necesitamos de la misericordia de Dios y los católicos se la pedimos a través del Sacramento de Reconciliación. Seamos conscientes de la presencia de Dios en nuestro alrededor – en cada situación; en cada persona. ¡Así podríamos rezar!
- (La limosna) Dar algo. ¿Cuánto cuesta ese café o el donut que compramos cada día? En lugar de eso, ofrezcamos ese dinero de vez en cuando a una organización caritativa. Existen tantas necesidades en el mundo. Demos a los pobres. Ofrezcamos el don de nuestro tiempo a nuestros padres ancianos o los enfermos o vecinos o también a los niños. Digamos cosas positivas y animemos a personas que necesitan sentirse mejor. No juzguemos tanto que solamos hacer. ¡Actos casuales de ternura y bondad! Usemos nuestra imaginación y demos algo, hagamos algo para los demás y pongamos a otros ante nosotros para variar.
- (El ayuno) Dejar de hacer alguna cosa y no simplemente hacer una dieta o dejar de fumar. Hacer las cosas con una motivación espiritual es algo muy diferente que bajar de peso. Dejemos de hacer cosas específicas para llenar el vacío que crea el sacrificio con el Señor Jesús. Que le dejemos a Cristo satisfacer el hambre que creamos al dejar unas cosas. ¿Cuánto tiempo pasamos en los celulares, Instagram, Snapchat, Twitter? Que hagamos esas cosas menos… para Cristo. Usemos el tiempo para hablar con las personas en vivo. No bebamos ni comamos tanto como solamos hacer demasiado. Que nos hagamos sedientes y hambrientos por el Señor Jesús. Echemos más ganas en lo que hacemos, seamos más conscientes en el trabajo o pasemos más tiempo en el hogar con la familia. Cenemos juntos por lo menos una vez a la semana. Participemos en algún esfuerzo comunitario o causa de valor. Podemos y debemos usar nuestras imaginaciones para poder hacer algo real, algo para sacrificar.
No quiero usar mi metáfora de “la receta” demasiado, pero creo que ayuda explicar. Como obispo, yo quiero animar a todos los católicos en la Diócesis de Trenton a vivir este tiempo santo de Cuaresma de una manera diferente del resto del año, para “hacerlo bien”. Hace falta el pensamiento, el esfuerzo, el enfoque y la persistencia. No nos rindamos si fallamos. Renovemos nuestra determinación.
La razón por todo esto – con la gracia de Dios – es crear un cambio de corazón que permite al Señor Jesús llenar lo que nos falta en nuestra vida espiritual. La oración, la limosna y el ayuno son las maneras para llevar la Cruz junto con el Señor Jesús, de la manera que nosotros escogemos, durante los cuarenta días. La meta es la Vida Eterna con el Señor Resucitado en la Pascua y por delante. Es una buena receta para la vida cristiana para cualquier persona. ¡Que tengamos un Cuaresma bendecido, alegre y lleno de gracia!
El Reverendísimo David M. O’Connell, C.M.
Obispo de Trenton
Pulse aquí para las normas diocesanas de esta Cuaresma.
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Mi madre era muy buena cocinera y pastelera. ¡Solo hace falta ver a sus hijos para atestiguar a eso! Mientras crecíamos, me sentaba con ella en la cocina mientras hacia su magia. Recuerdo tan bien una caja de archivos decorada con símbolos holandeses comunes en Pennsylvania que ella guardaba en un armario en la cocina. Dentro de la caja, mi madre guardaba trozos de páginas de revistas o notas que había escrito en lápiz o pedacitos de papel.
Estos papeles eran sus “recetas” atesoradas que coleccionaba durante muchos años. Aunque ella había memorizada la mayoría, con la edad, ella solía consultar sus recetas de vez en cuando para asegurar que “lo hacía bien” para su familia, especialmente cuando se acercaban los días feriados. Era tan importante para ella. En todos momentos del año, ella no perdía su toque especial en la cocina, que Dios le guarde.
De hecho, al hablar de los momentos del año, es increíble reconocer que casi nos llega el tiempo de Cuaresma una vez más. ¿Que no acabamos de quitar el árbol de Navidad y quitar todas las decoraciones navideñas? El tiempo sigue marchando. Al empezar el tiempo santo de Cuaresma, pensemos de nuevo en este tiempo penitencial de gracia que la Iglesia nos da cada año para los cuarenta días antes de Pascua. Es un periodo importante en nuestra vida católica que merece la reflexión y atención seria de nuestra parte. Debemos “hacerlo bien” y la Iglesia nos ofrece unas “recetas” para ayudarnos en nuestro camino cuaresmal.
En su mensaje cuaresmal, el Papa Francisco se enfoca en tres “ingredientes” de Cuaresma: la oración, la limosna y el ayuno.
Escribe:
El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia.
El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre (Papa Francisco, “Mensaje para Cuaresma, 2018)”.
Para “hacerlo bien”, nuestras “recetas” de Cuaresma deben incluir a estos tres ingredientes. Son, y han sido, la tradición eclesial para Cuaresma. No significa que no podamos ser creativos ni usar nuestras imaginaciones para añadir más sabor. Aquí les ofrezco unas sugerencias:
- (La oración) Rezar con más intensidad. Debemos apartar tiempo durante los cuarenta días de Cuaresma para rezar y no dejar que nada interfiera. No faltar ninguna Misa los domingos. Confesarse: dejar ir todos los pecados, el equipaje que llevamos por todos lados por la vida, y buscar intencionalmente convertir el corazón y cambiar nuestras fallas. ¿Qué importa cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que fuiste? Nos confesamos para nosotros mismos, no para el sacerdote ni cualquier otra persona. Necesitamos de la misericordia de Dios y los católicos se la pedimos a través del Sacramento de Reconciliación. Seamos conscientes de la presencia de Dios en nuestro alrededor – en cada situación; en cada persona. ¡Así podríamos rezar!
- (La limosna) Dar algo. ¿Cuánto cuesta ese café o el donut que compramos cada día? En lugar de eso, ofrezcamos ese dinero de vez en cuando a una organización caritativa. Existen tantas necesidades en el mundo. Demos a los pobres. Ofrezcamos el don de nuestro tiempo a nuestros padres ancianos o los enfermos o vecinos o también a los niños. Digamos cosas positivas y animemos a personas que necesitan sentirse mejor. No juzguemos tanto que solamos hacer. ¡Actos casuales de ternura y bondad! Usemos nuestra imaginación y demos algo, hagamos algo para los demás y pongamos a otros ante nosotros para variar.
- (El ayuno) Dejar de hacer alguna cosa y no simplemente hacer una dieta o dejar de fumar. Hacer las cosas con una motivación espiritual es algo muy diferente que bajar de peso. Dejemos de hacer cosas específicas para llenar el vacío que crea el sacrificio con el Señor Jesús. Que le dejemos a Cristo satisfacer el hambre que creamos al dejar unas cosas. ¿Cuánto tiempo pasamos en los celulares, Instagram, Snapchat, Twitter? Que hagamos esas cosas menos… para Cristo. Usemos el tiempo para hablar con las personas en vivo. No bebamos ni comamos tanto como solamos hacer demasiado. Que nos hagamos sedientes y hambrientos por el Señor Jesús. Echemos más ganas en lo que hacemos, seamos más conscientes en el trabajo o pasemos más tiempo en el hogar con la familia. Cenemos juntos por lo menos una vez a la semana. Participemos en algún esfuerzo comunitario o causa de valor. Podemos y debemos usar nuestras imaginaciones para poder hacer algo real, algo para sacrificar.
No quiero usar mi metáfora de “la receta” demasiado, pero creo que ayuda explicar. Como obispo, yo quiero animar a todos los católicos en la Diócesis de Trenton a vivir este tiempo santo de Cuaresma de una manera diferente del resto del año, para “hacerlo bien”. Hace falta el pensamiento, el esfuerzo, el enfoque y la persistencia. No nos rindamos si fallamos. Renovemos nuestra determinación.
La razón por todo esto – con la gracia de Dios – es crear un cambio de corazón que permite al Señor Jesús llenar lo que nos falta en nuestra vida espiritual. La oración, la limosna y el ayuno son las maneras para llevar la Cruz junto con el Señor Jesús, de la manera que nosotros escogemos, durante los cuarenta días. La meta es la Vida Eterna con el Señor Resucitado en la Pascua y por delante. Es una buena receta para la vida cristiana para cualquier persona. ¡Que tengamos un Cuaresma bendecido, alegre y lleno de gracia!
El Reverendísimo David M. O’Connell, C.M.
Obispo de Trenton
Pulse aquí para las normas diocesanas de esta Cuaresma.