Jesuita en Puerto Rico reporta devastación 'apocalíptica' tras huracán
July 29, 2019 at 12:37 p.m.

WASHINGTON (CNS) -- Le tomó un par de días al padre jesuita Flavio Bravo para salir y medir el daño que el huracán María, con su torrencial lluvia y vientos de 155 millas por hora, causó durante las horas que azotó a la isla de Puerto Rico.
"Hemos estado atrapados" debido a los escombros, dijo el padre Bravo, superior jesuita de la Compañía de Jesús de Puerto Rico, al explicar las consecuencias iniciales del huracán en la isla. Cuando el padre Bravo finalmente logró salir, la escena no estaba lejos de ser "apocalíptica", según dijo durante una entrevista telefónica con Catholic News Service.
En lo que fue una vez un exuberante bosque, las palmeras que no fueron derribadas se ven como postes telefónicos porque no tienen hojas. "Quedaron pelados", detalló el sacerdote, sobre los árboles.
Antes de María, era difícil ver algo más allá de la densa vegetación, y ahora "se puede ver a lo largo". La caída de los árboles "es brutal", dijo.
Pero lo que fue más impactante, según el padre, era la imagen de la cruz en la entrada del Colegio San Ignacio de Loyola, la escuela secundaria que los jesuitas operan en la isla: la cruz de seis pies y cinco pulgadas fue doblada en un ángulo de 45 grados por los poderosos vientos del huracán y ahora parece casi como una espada clavada en el poste de cemento.
"Es una imagen que me conmovió. Esa cruz me invita a pensar: ¿Qué he hecho por Cristo, qué estoy haciendo por Cristo, qué debo hacer por Cristo?", dijo el padre Bravo, citando parte de los ejercicios espirituales de los jesuitas. "Ha sido un mensaje de destrucción, pero también de reconstrucción".
Puerto Rico, así como otros lugares afectados continuamente por huracanes, primero Irma y ahora María, tiene un largo camino que recorrer antes de que la vida regrese a lo normal.
El padre Bravo dijo que las condiciones resultantes han dejado un cúmulo de emociones y pensamientos casi tan alto como los escombros. Hay tristeza y desesperación por la falta de comunicación. Los pobres que ya estaban sufriendo, ahora van a sufrir incluso más. Se necesita ayuda, pero no se sabe por dónde empezar. Es desalentador, dijo.
Aquellos que han podido salir de las casas y edificios afectados andan buscando a familiares y vecinos.
"No hay sentido de pánico, pero sí de tristeza … Uno no sabe cómo consolar y ser consolado", comentó el padre Bravo, porque hay tanta destrucción por todos lados.
Puerto Rico, el cual ya estaba experimentando problemas económicos debido a una enorme deuda por culpa de la mala administración, tenía una infraestructura con problemas antes de que llegaran los huracanes. La economía ya estaba debilitada, la gente estaba abandonando a la familia debido a problemas financieros y ahora, aquellos que tenían poco, no tienen nada, según el sacerdote. "Es una avalancha de desastres, un desastre tras otro desastre".
Una de las tareas del padre Bravo es reparar los daños ocasionados a la escuela jesuita, que educa a más de 600 en San Juan y la cual ya había sufrido daños debido al huracán Irma. La electricidad no será restablecida por largo tiempo, dijo, tal vez cuatro a seis meses. Hay muchos vidrios rotos, edificios dañados y escombros que recoger.
Y todavía, dijo, el sentimiento que perdura es de gratitud a Dios, gratitud a aquellos que están pensando en los que sufren en la isla y otros lugares, gratitud a aquellos que han sido sacudidos por la compasión, gratitud por los que han ayudado y quieren ayudar, y gratitud por los que "no nos han permitido sentir el vacío", subrayó.
Incluso en medio de la tragedia, "estamos buscando la mayor gloria de Dios", dijo el padre Bravo. La Sociedad de Jesús en Puerto Rico, quiere dar su agradecimiento por la ayuda y apoyo recibidos --tan necesarios para crear, en medio de las secuelas, un camino de esperanza al porvenir.
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WASHINGTON (CNS) -- Le tomó un par de días al padre jesuita Flavio Bravo para salir y medir el daño que el huracán María, con su torrencial lluvia y vientos de 155 millas por hora, causó durante las horas que azotó a la isla de Puerto Rico.
"Hemos estado atrapados" debido a los escombros, dijo el padre Bravo, superior jesuita de la Compañía de Jesús de Puerto Rico, al explicar las consecuencias iniciales del huracán en la isla. Cuando el padre Bravo finalmente logró salir, la escena no estaba lejos de ser "apocalíptica", según dijo durante una entrevista telefónica con Catholic News Service.
En lo que fue una vez un exuberante bosque, las palmeras que no fueron derribadas se ven como postes telefónicos porque no tienen hojas. "Quedaron pelados", detalló el sacerdote, sobre los árboles.
Antes de María, era difícil ver algo más allá de la densa vegetación, y ahora "se puede ver a lo largo". La caída de los árboles "es brutal", dijo.
Pero lo que fue más impactante, según el padre, era la imagen de la cruz en la entrada del Colegio San Ignacio de Loyola, la escuela secundaria que los jesuitas operan en la isla: la cruz de seis pies y cinco pulgadas fue doblada en un ángulo de 45 grados por los poderosos vientos del huracán y ahora parece casi como una espada clavada en el poste de cemento.
"Es una imagen que me conmovió. Esa cruz me invita a pensar: ¿Qué he hecho por Cristo, qué estoy haciendo por Cristo, qué debo hacer por Cristo?", dijo el padre Bravo, citando parte de los ejercicios espirituales de los jesuitas. "Ha sido un mensaje de destrucción, pero también de reconstrucción".
Puerto Rico, así como otros lugares afectados continuamente por huracanes, primero Irma y ahora María, tiene un largo camino que recorrer antes de que la vida regrese a lo normal.
El padre Bravo dijo que las condiciones resultantes han dejado un cúmulo de emociones y pensamientos casi tan alto como los escombros. Hay tristeza y desesperación por la falta de comunicación. Los pobres que ya estaban sufriendo, ahora van a sufrir incluso más. Se necesita ayuda, pero no se sabe por dónde empezar. Es desalentador, dijo.
Aquellos que han podido salir de las casas y edificios afectados andan buscando a familiares y vecinos.
"No hay sentido de pánico, pero sí de tristeza … Uno no sabe cómo consolar y ser consolado", comentó el padre Bravo, porque hay tanta destrucción por todos lados.
Puerto Rico, el cual ya estaba experimentando problemas económicos debido a una enorme deuda por culpa de la mala administración, tenía una infraestructura con problemas antes de que llegaran los huracanes. La economía ya estaba debilitada, la gente estaba abandonando a la familia debido a problemas financieros y ahora, aquellos que tenían poco, no tienen nada, según el sacerdote. "Es una avalancha de desastres, un desastre tras otro desastre".
Una de las tareas del padre Bravo es reparar los daños ocasionados a la escuela jesuita, que educa a más de 600 en San Juan y la cual ya había sufrido daños debido al huracán Irma. La electricidad no será restablecida por largo tiempo, dijo, tal vez cuatro a seis meses. Hay muchos vidrios rotos, edificios dañados y escombros que recoger.
Y todavía, dijo, el sentimiento que perdura es de gratitud a Dios, gratitud a aquellos que están pensando en los que sufren en la isla y otros lugares, gratitud a aquellos que han sido sacudidos por la compasión, gratitud por los que han ayudado y quieren ayudar, y gratitud por los que "no nos han permitido sentir el vacío", subrayó.
Incluso en medio de la tragedia, "estamos buscando la mayor gloria de Dios", dijo el padre Bravo. La Sociedad de Jesús en Puerto Rico, quiere dar su agradecimiento por la ayuda y apoyo recibidos --tan necesarios para crear, en medio de las secuelas, un camino de esperanza al porvenir.
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