El verano: un pause que refresca
July 29, 2019 at 12:37 p.m.

La Iglesia acaba de celebrar la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo el 29 de junio, conmemorando el martirio de los Apóstoles, San Pedro como el líder de los Apóstoles y San Pablo como el Apóstol a las Naciones. Cada año, se reconoce esta solemnidad como día feriado en Roma y suele marcar el principio de las vacaciones veraniegas para los oficiales del Vaticano después de una Misa pública celebrada por el Santo Padre en la Basílica San Pedro.
Observar esta fiesta solemne nos ofrece una oportunidad a todos los católicos por el mundo a afirmar nuestra fe antigua mientras celebramos dos de sus héroes más grandes y su entrada a la eternidad. Siguiendo el ejemplo del Señor Jesucristo, San Pedro y San Pablo dieron sus vidas para que su Evangelio se arreciera en nuestro mundo a través de derramar su sangre.
A pesar del sentido solemne de esta celebración litúrgica en Roma y los días de vacaciones que siguen, el martirio de los santos Pedro y Pablo sirve para recordarnos a todos nosotros en la Iglesia que el verano no significa ningunas vacaciones ni feriado de nuestra fe. De hecho, las oportunidades que tenemos para descansar del “resto del año” y sus rutinas durante los meses del verano, nos ofrecen un momento maravilloso para re-comprometernos con paz y alegría a la fe que nos sostiene por el año – si nos permitimos a nosotros mismos aprovechar de las oportunidades.
El verano es un tiempo especial para pasar tiempo de calidad con la familia y amigos. ¡Sin tener que ir a escuela! Picnics y parrilladas; viajes a la playa o las montañas o donde sea para gozar del descanso compartido; más horas con sol y noches estrelladas; sentarnos afuera, jugando juegos, salidas al carnaval o conciertos, salidas para caminar lentamente mientras charlamos o renovar el ejercicio saludable para bajar unas libras del invierno; la jardinería, cosechar fresas o tomates de New Jersey o comer el famoso maíz de New Jersey; hacer muchas cosas o nada en particular, el verano sirve como un tiempo para alentarnos y reconocer lo bendecidos que somos gracias a Dios, rodeados por las personas que más queremos que son dones verdaderos que el Señor puso en nuestro camino.
El verano nos ofrece la oportunidad de rezar sin muchas de las distracciones comunes; de visitar nuestra parroquia y celebrar la presencia de Dios un poco más a menudo, tal vez entre semana; de leer unos buenos libros – a lo mejor algo espiritual - para nutrir y fortalecer nuestras almas; de tomar el tiempo para tener conversaciones que no soliéramos tener; de contar historias, compartir recuerdos, y reírnos juntos, ¡algo que no hacemos suficientemente!
Tengo que creer que cuando Dios creó al mundo y el tiempo y las estaciones, nos dio el verano como “un pause que refresca” si nosotros nos dejamos aprovechar del tiempo para pausar. Es parte de la naturaleza tranquilizar nuestra naturaleza humana y alistarnos para los meses largos y ocupados por venir.
Este verano, aprovechemos del tiempo, sea largo o breve, para renovarnos y refrescarnos. Nos hace falta. Es un don de Dios. Le demostramos que se lo agradecemos este don maravilloso e increíble a través del uso de ello con nuestras familias y amigos, para nuestras familias y amigos… y para nosotros mismos.
Que Dios les bendiga este verano con diversión, descanso, seguridad y alegría que renueven sus vidas, sus espíritus y su fe.
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La Iglesia acaba de celebrar la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo el 29 de junio, conmemorando el martirio de los Apóstoles, San Pedro como el líder de los Apóstoles y San Pablo como el Apóstol a las Naciones. Cada año, se reconoce esta solemnidad como día feriado en Roma y suele marcar el principio de las vacaciones veraniegas para los oficiales del Vaticano después de una Misa pública celebrada por el Santo Padre en la Basílica San Pedro.
Observar esta fiesta solemne nos ofrece una oportunidad a todos los católicos por el mundo a afirmar nuestra fe antigua mientras celebramos dos de sus héroes más grandes y su entrada a la eternidad. Siguiendo el ejemplo del Señor Jesucristo, San Pedro y San Pablo dieron sus vidas para que su Evangelio se arreciera en nuestro mundo a través de derramar su sangre.
A pesar del sentido solemne de esta celebración litúrgica en Roma y los días de vacaciones que siguen, el martirio de los santos Pedro y Pablo sirve para recordarnos a todos nosotros en la Iglesia que el verano no significa ningunas vacaciones ni feriado de nuestra fe. De hecho, las oportunidades que tenemos para descansar del “resto del año” y sus rutinas durante los meses del verano, nos ofrecen un momento maravilloso para re-comprometernos con paz y alegría a la fe que nos sostiene por el año – si nos permitimos a nosotros mismos aprovechar de las oportunidades.
El verano es un tiempo especial para pasar tiempo de calidad con la familia y amigos. ¡Sin tener que ir a escuela! Picnics y parrilladas; viajes a la playa o las montañas o donde sea para gozar del descanso compartido; más horas con sol y noches estrelladas; sentarnos afuera, jugando juegos, salidas al carnaval o conciertos, salidas para caminar lentamente mientras charlamos o renovar el ejercicio saludable para bajar unas libras del invierno; la jardinería, cosechar fresas o tomates de New Jersey o comer el famoso maíz de New Jersey; hacer muchas cosas o nada en particular, el verano sirve como un tiempo para alentarnos y reconocer lo bendecidos que somos gracias a Dios, rodeados por las personas que más queremos que son dones verdaderos que el Señor puso en nuestro camino.
El verano nos ofrece la oportunidad de rezar sin muchas de las distracciones comunes; de visitar nuestra parroquia y celebrar la presencia de Dios un poco más a menudo, tal vez entre semana; de leer unos buenos libros – a lo mejor algo espiritual - para nutrir y fortalecer nuestras almas; de tomar el tiempo para tener conversaciones que no soliéramos tener; de contar historias, compartir recuerdos, y reírnos juntos, ¡algo que no hacemos suficientemente!
Tengo que creer que cuando Dios creó al mundo y el tiempo y las estaciones, nos dio el verano como “un pause que refresca” si nosotros nos dejamos aprovechar del tiempo para pausar. Es parte de la naturaleza tranquilizar nuestra naturaleza humana y alistarnos para los meses largos y ocupados por venir.
Este verano, aprovechemos del tiempo, sea largo o breve, para renovarnos y refrescarnos. Nos hace falta. Es un don de Dios. Le demostramos que se lo agradecemos este don maravilloso e increíble a través del uso de ello con nuestras familias y amigos, para nuestras familias y amigos… y para nosotros mismos.
Que Dios les bendiga este verano con diversión, descanso, seguridad y alegría que renueven sus vidas, sus espíritus y su fe.
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