Para la
mayoría de nosotros, la idea de “volver a casa” es algo que nos anima, que nos
da alegría o algún sentido de confort, sea solo después de un día largo de
trabajo o, en algunos casos, un periodo más largo de separación.
Es bueno
estar en casa. Cuando llegamos a la puerta de nuestro hogar, anticipamos las buenas
cosas atrás de ella: la familia y queridos que nos esperan; cosas conocidas a
nosotros; un lugar donde podemos ser tal como somos, más verdaderamente sentirnos
“en casa”.
Adviento,
de algún sentido, es “volver a casa” – un retorno a la Iglesia y todo lo que
ofrece: una familia; cosas conocidas; la oportunidad de estar “en casa” con
Dios y los demás – todas cosas que se celebra con alegría.Hoy, el
tercer domingo de Adviento, se conoce como “Domingo de Gaudete”, una palabra de
latín de las oraciones antiguas que arrancan la celebración de la Misa de hoy
día que nos instan a “regocijar”. Adviento es la puerta a las alegrías de
Navidad cuando Jesús puso su morada entre nosotros; ¡la alegría del encuentro
con Cristo!
Nuestra
primera lectura del Libro del profeta Sofonías nos dice “No temas … que no
desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio
de ti. Él se goza y se complace en ti; él te ama y se llenará de júbilo por tu
causa, como en los días de fiesta”. Eso es lo que nos espera al otro lado de la
puerta. Entremos; volvamos a casa; encontremos la misericordia que nos hace
falta y se la compartamos con los demás.
Nuestra
segunda lectura de la Carta a los Filipenses nos anima diciendo, “No se
inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en
la oración y la súplica, llenos de gratitud”, anhelando la paz con Dios y que
esa paz “custodie” nuestros corazones y mentes en Cristo Jesús. Pasemos por la
puerta; volvamos a casa; encontremos la misericordia que nos hace falta y que
se la compartamos con los demás.
La lectura
del Evangelio según San Lucas presenta a Juan el Bautista, invitando a que nos
alistemos para encontrarnos con el Mesías: dar de lo que tenemos; no
aprovecharnos de los demás; no chismear ni juzgar; escuchar la Buena Nueva y
proclamarla. Llevemos nuestra fe viva a la puerta y entremos; volvamos a casa;
encontremos la misericordia que nos hace falta y que se la compartamos con los
demás.
El Tiempo
de Adviento de nuevo abre la puerta al Salvador, así que tenemos mucha razón de
por qué regocijar. Ahora que anticipamos la gran fiesta de Navidad, la Iglesia
abre la puerta al perdón – algo que debemos pedir de nuestro Salvador a través
del Sacramento de Reconciliación. ¿Por qué esperar? En este tercer domingo de
Adviento, “Domingo de Gaudete”, regocijemos en la compasión y amor del
Salvador. Entremos a la alegría del Señor y que nos sintamos en casa.